jueves, 29 de octubre de 2009

Surcando los blancos mares




Mi corazón tendría la forma de un zapato
si cada aldea tuviera una sirena.
Pero la noche es interminable cuando se apoya en los enfermos
y hay barcos que buscan ser mirados para poder hundirse tranquilos.


Este fuego casto para mi deseo,
esta confusión por anhelo de equilibrio,
este inocente dolor de pólvora en mis ojos,
aliviará la angustia de otro corazón
devorado por las nebulosas.



Federico García Lorca, Poeta en Nueva York. Luna y panorama de los insectos.


PD. Remaremos juntos en continuo movimiento. Resistiendo los embates del mar sobre este barco. Tu corazón está en mi corazón, como la vida y la muerte bordadas en mi boca. Blancas las sábanas, blancos los sudarios. Blanca ahora mi alma, esperándote.

martes, 27 de octubre de 2009

Por aguantar grito en silencio




Vuelan estas palabras impulsadas por el aire bajo mis alas rotas. No te preocupes, ya casi están recompuestas. Necesitaron cirugía y seis meses de ingreso hospitalario. Lenta la rehabilitación para volver a ser en singular. Rehaciendo rutinas olvidadas y cosiendo los jirones del desengaño. Espera lenta esta que sólo de mi depende para lograr nuestro mundo feliz. Muchas gracias por colaborar; ha sido todo un placer. En la semana fantástica de la ciclotimia caben todas las emociones. Empezando por la ternura de una nueva vida de dos kilos trescientos gramos; pasando por la desesperación de saberte cerca pero no lo suficiente; siguiendo por la tristeza de anhelar lo que no llega y es en mi alma. Todo ello moviéndose en el dulce vaivén de últimas líneas y primeras lágrimas, en ecos de voces lejanas que no comprenden cuánta compañía nos regalan. Entre carcajadas no impostadas, esas que remueven el caos para ordenar la pesadumbre. La poesía del copiar y pegar cediendo paso al cenar juntos y desayunar próximos invitando a la confusión en forma de rumor. Será que esto nuestro se esparce en el viento y nos vuelve deliciosamente locos.

jueves, 22 de octubre de 2009

La carta en el camino... el sobre verde.



Todos los frutos de la vida
crecerán en mis manos
acostumbradas antes a la pólvora.
Te espero en todas partes donde esté la vida,
donde la primavera está naciendo,
amor mío, te espero.
Toda la noche he dormido contigo
junto al mar, en la isla.
Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,
entre el fuego y el agua.
Tal vez tu sueño se separó del mío
y por el mar oscuro me buscaba
como antes cuando aún no existías,
cuando sin divisarte navegué por tu lado,
y tus ojos buscaban lo que ahora.

Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
Pablo Neruda
P.D. Con las licencias postpoéticas acostumbradas.

martes, 20 de octubre de 2009

Se desangra un pez entre las olas



Luka despierta incapaz de establecer puentes que comuniquen lo que perciben sus ojos con lo que pasa por su cabeza. La orden de subir el brazo derecho no se sigue de ningún movimiento. Lo mismo ocurre con el otro brazo y, a continuación, con las piernas. Ni siquiera es capaz de girar el cuello. No siente dolor pero le aterra la falta de conexión manifiesta entre la mente y los músculos. Yace inmóvil en la cama, obligado a tratar de encontrar una explicación para lo que le está ocurriendo. Lo intenta una vez más pero no hay cambios. La sensación de vértigo le atrapa. Descarta primero lo patológico: no hay traumatismo ni neuropatía tan rápida que justifiquen la parálisis. No hay cefalea ni diplopia. Sin embargo, esto no le había pasado nunca. Se pregunta si estará soñando aún. No, no, estoy despierto se dice a sí mismo. Percibe algo que le resulta extraordinario: el tiempo es más lento. Ese último minuto en su vida le ha resultado muy largo. De repente se da cuenta de que mueve los dedos de su pie izquierdo y una sensación de alivio de luto le araña el corazón. Esto va bien, se dice. Suficiente para tratar de esbozar una sonrisa que probablemente no tenga reflejo en la mímica facial. La movilidad se extiende cautelosamente y alcanza las distintas partes de su cuerpo. Las órdenes se cumplen: suben y bajan los brazos, abren y cierran las manos, se ladea la cabeza. La revisión sistémica finaliza sin fallos. Todo está OK. Habrá que intentar levantarse e ir hasta el baño. Camina despacio, no vaya a sobrevenir un síncope fulminante. Se apoya en el lavabo y levanta la cara hacia el espejo. Explora sus pares craneales: no hay nada anormal. Más tranquilo se sienta en el sofá y saca del cajón de la mesa papel y lápiz. Necesita entender qué ha sucedido. Siempre necesita entender.
Animado por la vuelta de la normalidad se prepara un café. Mientras revuelve leche, café y azúcar, recuerda su sueño y lanza una hipótesis: estaba en la playa, sentado a pocos metros de la orilla, nadie alrededor. Van viniendo imágenes: llegó en su coche. Hacía frío pero era un día soleado. Se desnudó y empezó a correr. Dió unas cuantas volteretas, dibujó en la arena una cuadrícula y buscó una piedra. Saltó jugando -como lo hacía de pequeño- y se percató de la pérdida de habilidad y equilibrio. Rió por ello. Entró corriendo al agua, estaba helada. Aguantó unos segundos y salió temblando. Dejó que el sol y el viento rozaran su piel sin lograr secarla. Se vistió de nuevo poniéndose el abrigo que por suerte tenía en el maletero. Y entonces se sentó en la arena, disfrutando el paisaje, sintiéndose parte de él. Sin conciencia de sí mismo, sin barreras entre sus sentidos y su alma, sin que nada de todo aquello generase ningún pensamiento. Notó las lágrimas resbalando por su cara, su sabor salado en los labios. Se descubrió susurrando donde nos llevó la imaginación... Encendió un cigarro y se resignó a aceptar su destino. Lo recuerda con claridad.
Ahora cree entender.



domingo, 18 de octubre de 2009

Camelancias otoñales



El paseo de esta mañana de domingo discurre entre el calor necesario para que el agua se evapore (los cien grados de rigor para hervir con la adición de un calor latente expresado en julios y conminado a no modificar la temperatura: un calor escondido, tan real como el sensorial, que no se refleja en el termómetro) y el sofoco del recuerdo agazapado en dos acusaciones sumarísimas contra mi persona. La primera, que despertó el odio latente, aludía a mi parecido bochornoso con Tom Sawyer. La segunda, aún reciente, igualaba mi maquillaje sutil con la pintura de una puerta cualquiera.


Pintaba la mona Chita un cuadro, y tras observarlo a cierta distancia, trataba de decidir -en un ya mítico "¿lo toco o no lo toco?"- si dejarlo estar, conformándose con lo creado, o perfeccionarlo asumiendo el riesgo de estropearlo. Esa misma duda es la que me sobreviene. Y decido arriesgarme acabando la faena con un último natural a este manso de Espiguilla, rajado en tablas desde el inicio del tercio y con un peligro sordo que no trasciende al tendido.


Te equivocaste de personaje: siempre fui Pipi Langstrum, viviendo en un mundo de creación propia en el que realidad y fantasía se entremezclan y confunden para conformar un paraíso a mi medida. Un universo en el que todo cabe en la intimidad: caballos pintados a lunares, titís parlanchines, recetas de bizcochos horneados sin molde. Disfraces imposibles con sombreros de prestidigitador, botas acharoladas para pisar charcos y purpurinas verdes que reflejen la luz de mi mirada. No cedí a la tentación de las coletas: tal vez eso te confundió.

viernes, 16 de octubre de 2009

La fuga de Alcatraz


Resbala mi pluma entre el corazón y las piernas entreabiertas como una cowgirl de medianoche, seductora en su cursiva. Se escapan las palabras acalladas por la voz, sin ancla que las fije más allá de la propia locura. Vienen hasta mi vagabundas, ansiosas, vacías de realidad, repletas de deseo. Todas las que caen rendidas ante los muros de la diplomacia, la educación, la conveniencia y el respeto. Las que no pueden escapar vibrando por el aire por temor a ser escuchadas por los oídos inadecuados.
Suelen detenerse antes de fijarse para siempre en el papel por temor a ser descubiertas ante mis propios ojos. Como si no las conociera desde hace tiempo, sabiendo como sé que giran en el mismo sentido absurdo en que lo hacen mi fe y su tibieza. Como si no conociera las extrañas piruetas a que se prestan para desoir las preguntas de siempre, para disfrazar en la demora eterna las respuestas. Me entretienen recordando tiempos pasados en los que premiaba su franqueza dejándolas viajar a países lejanos, permitiendo que coquetearan ante la mirada íntima de quien las desnudaba. Volvían trastornadas, traslocadas, perdidas en la traducción de quien se dejaba acariciar por ellas.
En su ciclotimia alternan sonrisas maliciosas con lágrimas de incomprensión. Es lo propio de esta convivencia en las profundidades del alma.

martes, 13 de octubre de 2009

Sublimando...




Me encantas.

No puedo ocultármelo, ocultártelo ni ocultárselo al mundo.
Disfruto sintiéndote cerca, mirándote, escuchando tu voz. Me vuelven loca tus pecas. Me estremece tu mirada clavada en la mía, tu sonrisa cómplice y discreta. Tu timidez.

Por si te queda alguna duda, aquí te dejo mi electro.

Benditas guardias malas en tan buena compañía.



sábado, 10 de octubre de 2009

Muriendo de siesta


Una vez pasado el sentimiento de sorpresa, se sentía cansado. Uno se pasa toda la vida preparándose para algo. Primero se enfada. A continuación quiere venganza. Después espera.
El tiempo lo conserva todo, pero todo se vuelve descolorido, como en las fotografías antiguas, fijadas en placas metálicas. La luz y el paso del tiempo desgastan los detalles precisos que caracterizan los rostros fotografiados. Hay que mirar la imagen desde distintos ángulos y buscar la luz apropiada para reconocer el rostro de la persona cuyos rasgos han quedado fijados en el espejo ciego de la placa. De la misma manera se desvanecen en el tiempo todos los recuerdos humanos. Luego, en algún momento inesperado, nos llega un rayo de luz...


En el buzón de tiempo
cantan pájaros baladas de quizás,
pronósticos de lluvia.
Se corresponde la correspondencia
con el censo de miedos y corajes.
En el buzón de tiempo
las palabras se fraccionan en sílabas y llantos,
otras se juntan como peces
que huyeron de su orilla y algunas más
se reconocen en las navajas del silencio.
Tengo los pies desnudos para entrar en el siglo
el corazón desnudo y la suerte sin alas.
Vamos a no estrenarlo con quimeras exangües
sino con el dolor de la alegría.


Muriendo de siesta con dos buenos amigos. Sándor Márai y Mario Benedetti respectivamente.
Porque antes que nosotros lo dijeron otros mejor.

jueves, 8 de octubre de 2009

Pentesilea's puching ball



Ahora ya no puedes sostener la mirada de la Reina de las Amazonas.
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Ahora invento ardides para contener mi ira en tu presencia; sujeto mi lengua con hilos de seda cosidos al alma; espero paciente el cicatrizar de la última herida en la espalda.
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Ahora descubro a un impostor disfrazado de Aquiles.
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Ahora me preparo en silencio para la gran batalla.
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Planeo darte muerte sin honores.
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Mi corazón de guerrera busca con valentía su camino. Y en ese camino, aun sintiéndome presa del rencor y de la decepción, no cabe luchar contra ti. Porque tú no eres un auténtico guerrero.
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martes, 6 de octubre de 2009

Tiramisú de limón


La tarde consumió su luego fatuo
sin carne, sin pecado, sin quizás.
Por el renglón del corazón
cada mañana descarrila un tren.
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Disecando el oficio de soñar y el vicio de olvidar
han pasado los días como hojas de libros sin leer.
La pasión es una ruina.
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Me cansé del trajín de los caínes y los abeles,
con lo que eso duele, mire usted.
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Por no hablar del sentimiento, tiempo y compás,
el feeling es un lamento de Barrabás.
Almohada enamorada, del desalmado,
casi todo es casi nada, casi pecado.
Casi todo es casi nada.
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¿Por quién doblan las campanas?
San Fermín en vena,
la de Triana contra la Macarena.
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Joaquín Sabina.
P.D. Juntando versos desde el humo y resumiendo.

lunes, 5 de octubre de 2009

Perdiendo trenes bajo la lluvia


Pasa la vida; como un tren de cercanías lejanas; como un tren de mercancías de largo recorrido. A veces hay que cerrar los ojos y dejar que el pelo se agite con el viento, que no es si no el mismo aire de siempre removiendo los sentidos. Otras veces hay que taparse los oídos para que no se rompan los tímpanos con el pitido ensordecedor que avisa de algo: no efectuará parada. En cualquiera de los casos siempre llega un nuevo tren.
Sentada en el andén, en buena compañía, no puedo si no esperar la llegada del tren que al fin me lleve a mi destino. Cuando despierto entiendo que hace ya mucho tiempo que subí al tren. Disfruto entonces del paisaje y echo otro sueñecito. Sin miedo alguno a pasarme de estación.

sábado, 3 de octubre de 2009

El encantador de serpientes.



Entre el rescate y el remate no queda espacio para la realidad. No hay quien se salga de la norma de la vulgaridad y pueda levantar un paisaje de preciosos momentos. Será que hay cicatrices de no comprender o que no llegó la hora de encontrar. Apunta el cañón directo a la sien derecha y tiembla la mano poco diestra en su arrebato. Elimina en un instante la esperanza. Y así, comienza de nuevo el viaje hasta el infinito y más allá...


En el bosque, acecha la duda entre víboras que cambian de agujero y lechuzas ojipláticas. El viento susurra "are you tired of me my darling? Answer only with your eyes". Y, aún más lejos, al final de la curva que dibujan los robles, se abre paso el espejismo de un templo mágico. Contaban que fue profanado hasta el hartazgo. Sólo eran habladurías. Porque para poder entrar en él habría primero que encontrar el camino correcto dentro del laberinto que lo protegía y no desfallecer en el intento. A continuación, desear con toda el alma querer avanzar por su senda, sin prisa y sin pausa. Y más tarde, detenido el aspirante ante su puerta, encontrar la combinación secreta que permitiera adentrarse. Cuenta además la leyenda que, una vez en el interior, habría que vencer la furia de serpientes venenosas, resolver sortilegios endemoniados y estar dispuesto a perder la vida para vislumbrar el sagrado tesoro. Corazón e inteligencia creciendo juntos al unísono, en altura y profundidad, en el correr de los días del buscador de noble causa. Nunca nadie logró siquiera acariciarlo. Quienes afirmen lo contrario, MIENTEN.

jueves, 1 de octubre de 2009

Antropóloga al 96%



Mi antropología sufre un coma de pronóstico reservado con la polineuropatía propia del paciente crítico. Me cansé de luchar contra las ideas preconcebidas, las subjetividades y los habitus destructivos de profesoras con acento francés y dispuestas a todo menos a echar una mano.

No obstante, cito al antropólogo estructuralista Claude Levi-Strauss porque me reconozco en su opinión: "cansa el primitivismo de la television". Aunando saberes y abocándolos a la risa, dejo como muestra un botón:

- Yo he viajado, he visto otras culturas y eso te cambia.
- ¿Has estado en India?
- No, en Disneyland París. Cuando entras en casa del ratón Mickey algo por dentro te hace "click".


Pues eso. Que algún día habrá que volver a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología -si nos dejan- para, con el último aliento, hacerse con ese miserable y letal 4%. Buscando el "click" mental más que un nuevo título que adorne las paredes.