viernes, 31 de diciembre de 2010

Fin de año sin requiebros




El momento idóneo para la recapitulación; para el resumen esbozado en tinta blanca sobre fondo negro; para volver a trazar círculos que resalten con rojo sangre lo que quedó indeleblemente escrito en el corazón. No haré listados ni enumeraciones; ciento cincuenta tardes vestida de verde y plata este año dieron cuenta de cómo embistió la vida.


Quienes saben de mi predilección natural por el lenguaje taurino entenderán...


Hubo faenas de maestro que arrancaron olés de las entrañas, cornadas que hicieron peligrar la vida antes de dejar cicatrices en el alma, ciertas dudas sobre el sentido último de cargar la suerte y dar el todo por el todo en según qué momentos, muchos rezos y supersticiones en capillas recogidas ante estampitas de imágenes diversas.

Despliegues de capote y enganchones de muleta, lances de recibo, verónicas acunando la bravura, naturales ciertamente desmayados, ayudados por alto y por bajo, pases de pecho ajustados haciendo sonar los alamares y algún atisbo de pánico que obligó a tomar el olivo. Sonaron avisos, clarines y timbales, palmas de tango, pasodobles, ovaciones cerradas y silencios sepulcrales. Coyunturas para bregar. Trances para cuajar. Derrotes, tanteos y embroques.

Por todos los que habéis sido y estado este 2010, acompañándome y permitiéndome acompañaros en la vida, me quito la montera.



Feliz año nuevo.



P.D. Agradeciendo el guiño del de arriba al traerme a mi torero. Más que fiel a los cánones, soberbio en su elección.


miércoles, 29 de diciembre de 2010

Confabulaciones sin contenciones




El dragón alado
abandonó su guarida secreta
para reinventar el cuento.



Estaba cansado de frotar sus escamas contra las paredes de piedra buscando caricias. Hastiado de lanzar llamaradas que derretían el espejo que le reflejaba. Dubitativo: no sabía si cortarse la cola o dejársela larga, tanto daba si nadie podía apreciar la diferencia. La mañana en que no sonó el despertador se desperezó con alegría inusitada. Saltó de la cama con un ímpetu encomiable -provocando un discreto terremoto- y se lavó la cara con el agua por él entibiada para eliminar los tres kilos de lágrimas secas que adornaban sus ojos. Las dejó ir montaña abajo sin pensar en recogerlas para el trueque en el mercado: ésa era su principal fuente de ingresos. Se cotizaban caras las legañas de dragón entre las brujas y los cuentistas.


Aseado con esmero se preparó un buen desayuno. Nada de hormigas garrapiñadas ni pastel de setas pútridas con yogur mohoso. Chocolate con churros, un capricho salvaje. Se sentó en su hamaca favorita y encendió con un bostezo la chimenea y el primer cigarrito del día. Detuvo la mirada en las pilas de libros esparcidas por el suelo enmoquetado de su gruta; le gustaba andar descalzo y no supo montar las estanterías que compró en Ikea. Se preguntó si alguna vez esos condenados suecos incluirían instrucciones en dragoélico y un extintor de emergencia para apagar igniciones derivadas de blasfemias. Repasó lo escrito en sus cuadernos, pasando por alto el toque kitsch de los bordes apergaminados y sacudiendo los restos de ceniza: necesitaba encontrar a la dragona de sus sueños.



Antes de salir a surcar los anchos cielos, dejó puesto el lavavajillas y prendió dos varillas de incienso. Olía a cerrado en aquella cueva. Se acercó hasta el cibercafé más próximo, a escasos diez mil kilómetros, y se registró en la web de contactos míticos. Le costó dar con las palabras precisas para anunciarse: "Dragón en edad de merecer ofrece fuegos sin artificio además de artificiales que iluminen las noches estrelladas y calienten escamas ajenas al contacto con las propias. Edad: mayor de dieciocho centurias. Peso: el específico, en toneladas. Aficiones: corretear por veredas, cocinar a fuego lento, fotografiar a lente templada y volar con la imaginación. Absténganse locas por Dragó y obsesas draconianas." Subió su mejor foto -no era la fotogenia su mayor virtud- y resopló de alivio. Hecho. La exhalación involuntaria calcinó la conexión wi-fi que flotaba en el aire; le costó siete mil piedrólares contentar al encargado del antro en cuestión, pero los pagó con sumo gusto y salió a respirar el aire libre. Para aliviar también el peso de tanto piedrolar suelto, compró un portátil: mejor conectarse en su camarote-cueva. Con él bajo el ala derecha se dio una vuelta por Damasco y volvió a casa a preparar la comida.



Y entonces ocurrió. Una dragoncita solitaria disparó con su arco certero una bola de fuego y esparció sus palabras serpenteantes por el vacío infinito para que fueran a su encuentro. Hablaban el mismo idioma; leían y escribían el mismo cuento. Tenían ambos en la memoria un érase una vez que no acabó con perdices ni su rima. La oportunidad del presente y su regalo para que al colorín colorado le siguiera un este cuento ha comenzado.



De la fábula y la tentación,
contigo y sin contención,
en nuestro soñado cuento.


viernes, 24 de diciembre de 2010

Nochebuena en paz




Mi guitarra acústica se sincera:
anda prendada de una guitarra eléctrica.
Le arranco las palabras,
melodía de amor,
llevándola contra las cuerdas.


Tenemos la mala costumbre de creer que lo que encontramos atractivo en nosotros mismos es lo que resulta atractivo a los demás. No van por ahí los tiros. Los otros se fijan en lo que ni siquiera sospechamos y disfrutan con ello a pesar de nuestra ignorancia. Así, sin darse ninguna importancia, cuatro palabras concatenadas dan con la contraseña. Sin que quien las pronuncia sepa de su alcance, de su hondo calado en quien las escucha. Se abre la vida, con un par, a la quimera.


Es entonces cuando la guardia en el hospital de campaña improvisado en las cercanías de las trincheras -zona de guerra, recuerden- se antoja apetecible por más que hoy sea Nochebuena y mañana Navidad. Ondean banderas blancas, jirones de sábanas y sudarios, anunciando la llegada del redentor. Mi niño, con permiso.


Cierto que nunca bailamos en Auschwitz. El calor del infierno de los últimos inviernos se evapora ahora. Más cierto aún que, tras tantas batallas, esta paz recién estrenada sabe a gloria y huele al fin a napalm. A victoria.


Es tiempo de celebrar. Aquí, en atención a las circunstancias.

martes, 21 de diciembre de 2010

Solsticios sin calendarios





Oh sí, claro que sí,
un pitillo ahora
para contemplarla borrosa.
Tanto humo entre la bruma...



Nena, no estás loca de atar. Quizás más de amordazar. Tú dirás que las ranas no hablan. Yo responderé que las palabras requiebran a la hipoxia con un boca a boca silencioso.


Elevo a la enémisma potencia mi sagacidad para percatarme y dar cuenta del misterio. Busco pistas entre las huellas dactilares dibujadas en teclados y en el reflejo de espejos bruñidos por el tiempo. En lo cinematográfico: cada vez que Bob Hope besaba a Hedy Lamarr en Mi espía favorita a ella se le hacía una carrera en las medias. En lo literario, una golosina para gourmets en forma de rapsodia : "quizá la encuentre él tibia, tímida, infantil; fuera de estos muros hay otras amantes, hay tigresas, gatas sensuales, panteras lúbricas con las que ruge de placer, en un desenfreno de gemidos, de gimnasia erótica, y cuando todo ello acaba, siente que ha reinventado el mundo, está henchido de orgullo, henchido de fe en su propia virilidad. Pero ella goza con un goce más profundo, un goce mudo: se entrega, se entrega del todo, recibe religiosamente. Y en el silencio de las iglesias alcanza todo su apogeo, casi a escondidas, porque sólo necesita eso: su presencia, sus besos."


Las ranas no hablan, dirás. Yo responderé, apostada en la orilla. Desde mi libertad trabada con la tuya, en un boca a boca de palabras silenciosas.


sábado, 18 de diciembre de 2010

Ordeñando mapaches




Sí, no sé nada de Star Wars.
Sí, nunca aprendí a jugar al ajedrez.
Sí, las estrellas luchan a sangre y fuego.
Y sí, las contiendas se enrocan en mitología.



Todo lo que sé de los mapaches es que no es recomendable tener sus ojos si uno no es capaz de afrontar una fractura de base de cráneo con la misma alegría que le pondría a superar un catarrillo al uso. Nada de sus habilidades trepadoras ni nadadoras. De su necesidad de estar cerca del agua. De su cola anillada siempre en número impar.


Mientras hago repaso y completo mis deberes, las pérfidas musas se van de paseo. Mantengo la cabeza erguida con la misma voluntad que me acompañaba las largas noches de estudio. La misma que me sigue cual escolta privada cada noche de guardia. Alevosía de ésta, mi enfermería. Voluntad para que las yemas de mis dedos se mezclen con las claras antes de caer abatida y batirme en retirada. Para jugar a ser Reina de las Amazonas, incluso en la República.


jueves, 16 de diciembre de 2010

Preposiciones honestas



En el cuaderno de bitácora de Tirso de Molina
...

J. Sabina



Anda la poesía haciendo el trabajo de un Cupido que debió quedarse en paro o fue prejubilado. Pluriempleo éste de la justicia poética que sabe a mar salada, a sal amada. La rima que insinúa quiénes somos -nosotros, vosotras, nosotras- se regala un vestido travieso en sus transparencias y permite ver más allá sin renunciar a la discreción ni a la elegancia.


Por arte de birlibirloque o por un extraño embrujo, el contoneo de la prosa asonante resulta consonante y se le suma -en adición adictiva- un cara a cara que no deja lugar a dudas. Un cuerpo a cuerpo soñado, imaginado sin excusas ni tibiezas, deseado hasta rayar lo patológico y anhelado con cada inhalación.


Esnifando estamos, los unos y las otras, la espuma que dejaron las palabras en el mar. Ese cosquilleo de la danza acompasada y entregada de las mariposas en torno al ombligo. Tirando a la izquierda; huyendo del frío; al calor de la única luz que ilumina tanto como calienta. La del corazón.


Para ti. Por ti.

martes, 14 de diciembre de 2010

Bailando en binario



No deja de ser curioso
que Tirso de Molina
rime con
Naranjas de la China.



Comprobé esta misma tarde que mi corazón aguanta la friolera de 140 lpm sin dar señales de alarma. Debí desconectarla en sueños. Todo ocurrió sin previo aviso, como viene siendo costumbre últimamente.

Andaba yo tranquilamente haciendo la compra en el supermercado (ocho de la tarde, estado semicomatoso) cuando recibí una llamada mientras curioseaba por la sección de congelados. Creánme si les digo que seis letras en la pantalla del teléfono fueron suficientes. Leí su nombre, abrí el aparatito y me convertí en máquina de generar calor. En breve inciso aclararé que el hecho de que se derritieran hasta los helados me pareció lo de menos dada la situación.

Oír su voz e intentar retener el mensaje, eso era todo lo que tenía que hacer. Demasiado complicado. El corazón distrayendo con un palpitar desbocado. Dándole más emoción al asunto.

Al colgar, misteriosamente, estaba en otro pasillo. El carro se había llenado solo. Lo llevé hasta la caja con serias dudas de si era el mío o le había dado a alguien el cambiazo por confusión. El rojo pasión quemándome los ojos de esa Flor de Pascua me convenció. A pagar. Todo menos los besos, que no pasan por caja.

Por sus 120 este té-quila. Mañana más y mejor.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Los mismos espejismos




Es triste, pero jamás comprenderé las aspirinas efervescentes, los alcaselser y las vitaminas C. Jamás comprenderé nada efervescente porque una medicina efervescente no se puede tomar mientras efervesce puesto que parte de la pastilla se te pega al paladar y qué cosquillas, por lo demás totalmente desprovistas de propiedades terapéuticas. Si en cambio se la toma una vez ha efervescido ya no se ve para qué sirve que sea efervescente. He leído mucho los prospectos que acompañan a esos productos, sin encontrar una explicación satisfactoria; sin duda la hay, pero para enfermos más inteligentes.


En un vaso de agua fría o preferentemente tibia, Julio Cortázar


&


Tiempo para delinquir: porque sisar se parece a susurrar, robarte a probarte, hurtar a disfrutar. Distraer podría valer, también deja los nervios a flor de piel. Sin pedir permiso, con previo aviso. Convenientemente anotada en el cuaderno de viaje la advertencia y su petición amable. En el mismo cuaderno, un "quiero jugarme el tipo por ti y contigo" se come una página. Otra más para dar cuenta de la locura: escrito en cursiva el nuevo concepto acuñado en un estado de puertas y ventanas abiertas a las sonrisas, a los maullidos y a las poses felinas. Brillantotismo: dícese del brilli-brilli inexplicable que reluce en las manos después de pelar mandarinas. Abriéndose paso la obsesión: ¿cómo andará Jordania de cobertura? Mares de tinta en papeles desiertos. Efervescencia y cosquillas entre muchos nosotros. En este otro cuaderno, hoy, transcribo. Es de recibo. Si quiere denunciarme tendrá antes que besarme. También se lo digo, querido.



Don't stop dancing, Mrs. Nancy Botwin

jueves, 9 de diciembre de 2010

Tú, razón de mi corazón




Tus puestas de sol
en mis amaneceres.



miércoles, 8 de diciembre de 2010

Dieselman?




"Voilà, ma petite Amélie, vous n'avez pas des os en verre.
Vous pouvez vous cogner à la vie.
Si vous laissez passer cette chance, alors avec le temps,
c'est votre cœur qui va devenir aussi sec et cassant que mon squelette.
Alors, allez-y, nom d'un chien!"

Raymond Dufayel



&


Cuando lo que deseo abandona el disfraz de realidad imposible y se viste de realidad plausible me dejo llevar por la fantasía. Lanzo las campanas al vuelo.

Finalizado el gran repique y con los pies más en el aire que en el suelo, empiezan los nervios. Se me llena la capa de inseguridades y me da vueltas la cabeza por soñar tanto despierta. Aterrizaje de emergencia. Paso a la cabina, me pongo algo menos sexy que el traje de heroína de cómic y vuelvo a casa. Preparo un café deskriptonizado y me refugio en la poesía que adorna las paredes: "Me quedan fuerzas". Un ticket de la compra sirve de chaise-longue para el psicoanálisis furtivo: ¿Manzanas a mí? No puedo resistirme. Escrito con buena letra, entre tres y tres mil veces. Entonces recuerdo que tampoco mis huesos son de cristal. Que más allá del Edén continúa el Jardín de las Delicias.

Reitera la voz en off...
¿A qué espera? Ande, vaya a por él.


P.D. Fotografía de Mrs. rkl, gracias darling.

lunes, 6 de diciembre de 2010

¿Merienda-cena?



Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela. Antes de morir, le reveló su secreto:
-La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé:
Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.

El libro de los abrazos, Eduardo Galeano


&



La que escribe y suscribe se adscribe a la duda que subraya ese quizá nosotros... Una duda infundada, o fundada sólo en el temor, que se entretiene esta tarde de lunes constituido y reconstituyente dándole vueltas a las palabras hasta dejarlas rendidas en la lona.


Tal vez sería más correcto decir que no escribo todo lo que soy por más que sea todo lo que escribo. De lo que me guardo: está deseando salir del escondrijo y ser compartido. A buen entendedor no le hace falta cucharilla, cuchillo ni tenedor.

Con las manos y un babero, Mrs. Nancy Botwin

sábado, 4 de diciembre de 2010

Retórica y erótica



"El Servicio de Inteligencia de Ítaca deja micrófonos escondidos entre la válvula mitral y los surcos que circunvolucionan y revolucionan los ensueños... Los afectados se muestran expectantes e ilusionados".


Apenas ha amanecido. El equipaje ya está recogido, con cada miedo mal doblado en la bolsa de la ropa sucia. En el bolsillo del pantalón puesto queda hueco para un visado que, al ser besado, abre fronteras. Las de Ítaca incluidas. Seguimos de viaje allá donde acaban los mapas.


Poco dadas a holgazanear, las moscas desayunan bien despiertas. Les gusta el té, aunque no tanto como los terrones de azúcar. Cuando se posan en la cucharilla recién salida de la boca, prueban el aguardiente que aún dormita en la saliva. Recuerdo tibio del incendio de una noche. Misma latitud, mismo instinto meridiano. Recién abiertos los ojos a la luz del nuevo día. Una servilleta se presta al juego: santo y seña para el viaje a los confines. Lo utópico se disuelve en lo atípico de un sonreir que no cuesta trabajo.


Un descanso, aquí y ahora, para repostar y apostar de nuevo. Una parada técnica para sincronizar latidos. Al asiento de atrás las dudas. En el de delante no caben: está lleno de ganas de interceptarnos.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Esnifando poeta




Rompo la línea habitual del blog y salgo por peteneras. Anoche Mr. Bunbury volvió a Madrid y yo acudí con ganas de oírle cantar y de acompañarle a voz en grito en cada verso. Tengo tanto de mi vida vinculado a sus letras musicadas que escucharlas en directo me emociona.

Aguanté sentadita las tres primeras canciones, pero el rock que corre por mis venas y que caldeó el ambiente inmediato de un gélido recinto (¿no hay calefacción en el Palacio de los Deportes?) me obligó a bailar en el sitio: poco más de diez centrímetros de "espacio vital" fueron suficientes.

Paso por alto su imagen excéntrica y provocadora, que creo no necesita, y me concentro en su forma de cantar lo que canta. El sentimiento que traspasa el umbral de lo íntimo y se disuelve en el aire cuando vibra en sus cuerdas vocales. Ante mis ojos, sube desnudo al escenario y explota: en dolor, en esperanza y dudas, en insurrección, en agradecimiento... En poesía de difícil factura.

No hago proselitismo barato: no busco adeptos a la causa, ya sobran. Sólo intento destapar lo velado bajo laca de uñas negra y un sombrero de cowboy adornado por una calavera. Transmitir lo que se mueve en mí cuando mis botas chocan contra el suelo, les siguen mis caderas y levanto la mano hacia él proclamando y ratificando lo que siento como propio. Porque este hombre, que cita la justicia poética en al menos tres de sus canciones, me despierta del letargo.

Les dejo, en suma y sigue, algunos fragmentos a vuela pluma;

Ya no hay nada que temer, ya no hay nada que enseñar, se precipita mi debilidad hacia la noche lenta del amor.

Ella me dijo adiós, no es posible el amor como una destrucción. Si hay incendios de mañana ya no hay lucidez sin esperanza. Por estar en cualquier parte, salvo aquí, fui un turista de la belleza. Las cosas que uno hace para vivir y no perder la cabeza.

Las olas que rompen en el arrecife parece que marquen un ritmo de vals.

Este mapa de incauto navegante... Este canto de sirena exclusivo...

No soy objetiva, lo sé. Este caballero es habitante de mi sangre desde entonces, recién pasada la adolescencia, hasta ahora. Y ahora, que el tiempo ha pasado, doy gracias porque, a su modo, siga dando lo que es.