domingo, 26 de febrero de 2012

Rescatando sirenas





"No soy marinero por vocación. Un día me eché al mar en una nave desvencijada con el cuerpo surcado por cicatrices. Cuando la costa no era más que una línea borrosa a mis espaldas y el estruendo de las olas al romper contra las rocas era tan sólo un recuerdo, decidí arriar velas. Aprendí a apreciar el sabor amargo del agua y a disfrutar de las formas espumosas que ésta crea al chocar contra el casco. En lugar de hacer de la calavera y las dos tibias mi enseña, me encerré en mi camarote con mi cuaderno de bitácora y pilas de libros ajados a la espera de vientos más propicios.

 
Pero se que no es buena esta soledad que me cala los huesos. Por ello he levado anclas y me dejo arrastrar por la corriente. Desconozco dónde me llevará ni si me guiará hasta tierras donde mis palabras y mis silencios sean entendidos. Temo igualmente haber perdido la capacidad, si acaso alguna vez la tuve, de comprender otro lenguaje que el murmullo de las olas.


Mientras tanto viajo apoyado en la barandilla, mirando con mi catalejo a los barcos que atracan, parten, encallan o naufragan, y me pregunto si esa vida está hecha para mí. A veces envidio la insensatez de aquellos que se inmolan, embistiendo contra las rocas o lanzándose al vacío, en pos de una quimera en la que quiero creer y no creo. Pero no puedo evitar ser como soy, con mis defectos y mis defectos.


Hasta aquí este mensaje en una botella. "



Gracias por pagar mi rescate.

sábado, 25 de febrero de 2012

Debilidad manifiesta





Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a  los   mi  cirujanos.


Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.


Miguel Hernández


&



Si Moscú fuera un quirófano y Pekín una unidad de cuidados intensivos compraría dos pasajes para la eternidad, con  su doble sentido y su única dirección. Si me pagaran siete chelines y seis peniques por adelantado, escribiría la historia de un asesinato en el cielo, narrado en primera persona y cometido en primer grado. Con su éter en frasco de vidrio, su pañuelo almidonado y su cianuro potásico zigzagueando en el champán. Así derramaría la tinta entre mis dedos, brotando de pluma ajena grabada con nombre propio.



Debilidad manifiesta, Mrs. Nancy Botwin


miércoles, 22 de febrero de 2012

Demoliciones internas




Pagaré con sangre, sudor, lágrimas y una chequera enclenque, pero que se los lleven ya. Que se borren de mi esbozo de sonrisa, que desaparezcan; como los cadáveres de los asesinatos; como los restos calcinados de los incendios; como los escombros de las demoliciones. Dando paso a algo distinto, sin historia pero con futuro.

Que tras tantos años de convivencia se muden de mis entrañas y aniden en el vertedero; como los amigos que se van sin decir adiós siquiera; como los fantasmas que martillean el corazón y repiquetean en la conciencia; como las promesas incumplidas. Y sobre todo como el dolor: tan inútil que asusta.

Así pues, que sea. Ahora que emprendí el camino y eché a andar; cuando ya no sirve volver la vista atrás y hacerse cruces. Cuando, bien lo sé, no queda otro remedio.


Ética y odontología,  Mrs. Nancy Botwin


domingo, 19 de febrero de 2012

De ranas y damas




Que fue en esa playa tan carioca
el espantoso pedo de coca
el que impulsó a la copulaçao
en esos días de gestaçao.

A consecuenza de la prisinha
nos olvidamos la camisinha
e por fiar del cochino Ogino
ya no te vino...



Inés, Los frenillos


&



Con tres grados más de temperatura ambiente y una banda sonora envolvente no hay rana ni dama a la que no se le descongele el corazón. Si a ésto se le añade la visión de cualquier documental de naturaleza, esa fuente de sabiduría de metraje idóneo para la siesta que camufla porno duro bajo el epígrafe de "reproducción salvaje", es más que probable que, de facto, la rana levante el anca y demuestre que no es manca. Que la dama se preste a la cama y se olvide del pijama. Todo ello, empero, emitido en el limbo temporal en que la sangre duda entre irrigar los órganos vitales o la emergente vitalidad de lo carnal.

Y eso que aún no llegó la primavera...



miércoles, 15 de febrero de 2012

Pompas de dragón (VI)




Autorretrato
[Diario de un dragón poco convencional]



Soy razonablemente feliz: es la primera frase que dije cuando conocí a mis compañeros de trabajo a la hora del café. Pensé, porque todo lo tengo estudiado, que no sonaba a dragón "chulito de playa" ni tampoco parecía implorar compasión. Y sobre todo pensé que no me harían demasiadas preguntas por ser nuevo, respetando mi intimidad; me equivoqué. La vida del recién nombrado Super Agente 86 Alado -A86A en clave, sin S de Super para evitar suspicacias- despertó el interés de todo el mundo al instante. La gente que estrena un dragón en su entorno pierde el decoro en un pestañeo. No sólo preguntan si tienes hijos o te gusta el fútbol: quieren saberlo todo. Si te gusta comer niños o te resultan indigestos, cuándo aprendiste a volar, cómo te las apañas para arrimar escama. Con lo que me gustan a mi las sutilezas, el descubrirse poquito a poco...


Estaba "recién aterrizado" (broma entre dragones manida donde las haya) cuando me asignaron el Caso Miso. Un enredo turbio entre mandamases internacionales que tras una noche de desenfreno conjunta se regalaron mutuamente bombones envenenados. No puedo dar más detalles. Se evitó una guerra y eso basta. Lo cierto es que mientras visitaba todas las bombonerías en un radio de 29.000 km -área cero- me sorprendió ver una invasión de carteles de San Ventolín adornados con corazones. ¿Habrá una incidencia alta de asmáticos que se pirren por el chocolate?,  ¿nebulizarán el producto con salbutamol sin suplemento en el coste?, me pregunté. Quise comprarlos para probar, que no se diga que los dragones somos tiquismiquis, pero se salían de mi exiguo presupuesto. Desolado, como no podía ser de otra manera, avancé sin rumbo por la calle. Me detuve frente a una floristería, ante la visión magnífica de una abeja entrada en carnes que apoyada en una gardenia me decía con sus cinco ojitos: cómeme. Estaba también allí: el mismo cartel de San Ventolín y los mismos corazones.


Tiene que ser por las alergias a los pólenes, me dije para mis adentros y resonó el eco. Me olvidé así de la abeja, del Ventolín, de su santidad, y hasta del caso (Miso). Me fui a casa pensando en mi dragoncita, en las ganas que tenía de rascarle la puntita de la cola y viceversa. Había olvidado que trabajaba esa noche (era Guardiana de Castillo) y que no estaría esperándome con un asado de puercoespín de chuparse las garras. Fuck, gruñí: me sentía romántico. Con una noche más que agradable, siete bajo cero y vientos de componente noreste, decidí salir al porche. Encendí la hoguera de un estornudo y me puse a dibujar pensando en ella. También le compuse un poema con guiños a la estadística básica con R, sabía que ella apreciaría el gesto cómplice. E incluso, antes de dormirme, tarareé nuestra canción favorita:  "Si el milagro de los penes y las preces consiguiera darnos de cenar [...] Si volvieran los dragones a poblar las avenidas de un planeta que se suicida. Si volvieran los dragones...".





domingo, 12 de febrero de 2012

Trivialidades categóricas






Vístete de enfermera, corazón,
que estoy malito.
Juégate un polvo al trivial del amor,
me llevas de ventaja dos quesitos.


Ya eyaculé, J. Sabina


&



Dénme un queso multicolor y les arrastraré de la mano al jodido psicoanálisis, sentenció el ratón. Estaba en su casa, en su consulta llena de agujeros, cuando me sometí por voluntad propia al tercer grado y empecé a rememorar en voz alta las coordenadas del lugar del pecaminoso encuentro: se llevó la porción azul. "Geografía carnal y pirata" dijo el maestro moviendo con garbo los bigotes. Describa el espectáculo, me dijo: me costó más bien poco recrearme en la cremallera bajando, el vestido de seda resbalando,  la lengua ardiendo. "Gran capacidad de ensoñación", apuntó. Adiós a la pieza rosa. "¿Le dijo alguna vez te quiero?", me preguntó. Sí, respondí, aunque eso sea historia. A la mierda el amarillo.

[Aquí hicimos un descanso. Me permitió fumar y se dio tambien él gusto. (Los ratones fuman de continuo, por lo general en pipa). Se le veía contento, como si le agradara su trabajo, su diván y el tufillo que rezumaban las paredes.]

Entonces comenzó a divagar: la mente señorita -carraspeó para pulir su voz engolada- es a veces un libro abierto. ¿Lee usted? y me miró sin detener la vista para seguir explicándose. Todos leemos. Puede que incluso se atreva con la poesía. ¿Escribe, quizás? Me figuro que sí, pues encuentra cierto placer a exhibirse. ¿Regaló entonces a su amante con palabras soberbias? "Quesito marrón para Super Ratón". Así me birló el quesito el hijo de puta, sin darme siquiera tiempo para reaccionar. El naranja lo perdí por méritos propios: los tiempos del motor (admisión, compresión, explosión y escape) siempre fueron para mí altamente evocadores.

Me quedaba sólo el verde. Mi Kamchatka cromático, un quesito en el que hacerme fuerte y resistir. Tuve que jugar sucio y recurrir a mis artes de enfermera. Fue el subconsciente, entiéndanlo.

 
 

viernes, 10 de febrero de 2012

Superm(a)rcados





De boca a boca 
y muerdo porque me toca.


A. García Villarán


 
&


Lo mejor de los supermercados, además de que permiten conducir carros descarriados sin limitaciones de velocidad y escalar estanterías para rescatar el último bote de la repisa más alta (sin pies de gato pero con ojos felinos), es la variedad. Acostumbro a organizar mal la compra, dándoles a las lechugas y a las fresas el gusto del colchón mullido de un libro y el peso de un edredón lácteo semidesnatado de varios litros. Después de desvirgar el entramado de rejilla con los primeros artículos, empieza a valer todo.  El juego pasa por encestar y mantener un equilibrio básico que evite el desparrame superior (laterolateral) y el aplastamiento irreversible (terminoterminal) de los productos más delicados. Tras noventa minutos de avituallamiento, más o menos excelente según el volumen y la intensidad del borborigmo, pasar por caja es un mero trámite antes de darle a la nevera una acreditación "triple A" con amplios márgenes para futuras caducidades.


Disertaciones aparte, de la última visita al supermercado me vine con un librito que sabe a delicatessen. El perfecto gentleman, de Phineas Mollod & Jason Tesauro, es una guía de consulta actualizada para hombres aspirantes a ser llamados caballeros y un cuento -trabajado, original y cómico- para mujeres con superávit de humor e imaginación. Lo recomiendo en su edición de bolsillo, asequible para casi todos los ídem, y para su lectura simultánea con algún volumen de mayor exigencia (Borges o Shakespeare podrían valer).


Supermercados que invitan a marcar los labios en camisas ajenas y a ensuciar los libros con subrayados erótico-festivos de tinta roja: "Por cierto, una mirada larga y lúbrica vale por mil mete y sacas. Basta con la simple constancia de poder haberlo hecho; reafirma tu autoestima sexual y cobra en la moneda de la fantasía". Ahí dejo el dato, el mordisco y la intención.



lunes, 6 de febrero de 2012

La reválida del Licenciado




‘Los agujeros negros son los pilares de la galaxia.
Sin ellos, todo se derrumbaría’.


Julio de la Rosa




 &





Voy a soltarlo sin paños calientes ni tragos para los muy machos: el último disco de Mr. Bunbury, aplaudido por la crítica y vendido tanto como los anteriores, es una castaña pilonga. Ya lo he dicho. La incondicionalidad, en los treinta y, sin posos previos de fanatismo, no está garantizada. Y desde luego, es inevitable la decepción si tras Las Consecuencias llega ésto; un desquite, un renuncio. Un gesto descortés, una pedorreta  a la poesía en toda regla. Pongan en una línea -no debe llamarse verso- "sombra y luz" y en la siguiente "cara y _ _ _ _ ". Pueden elegir entre avestruz, testuz o punto de cruz...


... & raya;  su paso por  La Riviera (no Maya) me abrió los ojos. [Voz en off: te subes ahí después de llenar cuatro días consecutivos, prometes un concierto muy especial y haces lo mismo, calcado, que antes de ayer]. Están cronometrados los pasos de baile, los guiños al público, las inflexiones de la voz, el micrófono en la cadera y -cómo no- el discurso. Hasta los puños van al milímetro: los lanzados sobre el ring-escenario, los apretados sobre la cabeza. Muy profesional, que diría el gran Manquiña: eso es innegable. Ni un pero a la interpretación vocal y musical (los coros son otro cantar). Pero ¿qué fue de la naturalidad?, ¿qué del dejarse llevar?, ¿qué del olvidarse del guión y vivir de verdad la música? Eso que antes de la crisis se llamaba pasión.



Pasión sí, y fe ciega ésta mía, por pura ingenuidad. Se me olvida que el arte es negocio, que la palabra es poder, que el teatro es fantasía. Se me recuerda -jodida voz en off- que somos rebeldes de pastel, boxeadores con equipación Quechua, equilibristas con superglue en las plantas de los pies. Un balanceo nulo  que precede, voy al grano, al balance negativo. Mr. Bunbury no sólo me adeuda 49.90 € (desgloso: 38.50 de la entrada, 1.90 del bus y 9.50 del mini de cerveza) sino que queda pendiente de aprobar el examen de reválida.


Tiempos de crisis, ya se sabe.


Enfermera diplomada (Máster en Justicia Poética), Mrs. NB


  

jueves, 2 de febrero de 2012

Enlatados Botwin: oferta.





Deja que la elocuencia de mis libros,
sin voz, transmita el habla de mi pecho
que pide amor y busca recompensa,
más que otra lengua de expresivo alcance.

 
Del mudo amor aprende a leer lo escrito,
que oír con ojos es amante astucia.


W. Shakespeare
 

 
&

 
Pronostico, aquí y ahora, que el Nobel de Literatura recaerá allá por el 2017 ó 18 en el ínclito Javier Marías. Para entonces saltarán las primeras alarmas: los niños sabrán teclear a velocidad ultrasónica pero no escribir a mano. El adiós a los bolígrafos, precedido por el ocaso de las plumas tiempo ha, nos llenará entonces de nostalgia; pero nadie se llevará las manos a la cabeza y habrá incluso quien dé por bueno el trueque en aras de la evolución.


Condenados estamos al enlatado, como las sardinas; a conservar en memorias ajenas lo que no cabe en las nuestras, a reducir los espacios de almacenaje, a comprimir los saberes y rescatarlos a su debida cuenta permitiendo que estiren las piernas antes de encerrarlos de nuevo. A acumularlos como un fin en sí mismo, sin saber muy bien qué hacer con ellos. A perder la identidad del manuscrito; del respeto -o la ausencia de él- por la ortografía, por los márgenes, por los espacios.


Me anticipo y sirvo en su jugo los enlatados Botwin: sin aditivos, colorantes ni conservantes.
Producto artesanal que no cotiza en bolsa, sino en vida.