lunes, 17 de junio de 2013

Cántala otra vez, Rita




 You must remember this
A kiss is just a kiss, a sigh is just a sigh.
The fundamental things apply
as time goes by.

[Debes recordar esto,
un beso es sólo un beso, un suspiro sólo un suspiro.
Las cosas fundamentales suceden
conforme pasa el tiempo.]



B.S.O. Casablanca (1942)



&



Por las vacas ambidextras; por los peces con bufanda; por las cebras filatélicas; por las cabras escapistas. Si es así como quiere brindar Rick Blaine, amén.
 
Sobrevuelo Casablanca y me da por pensar en esas cosas que se mantienen constantes conforme pasa el tiempo. Aunque una prefiriera que cambiasen. Aunque toda la vida haya tratado de cambiarlas. Sé bien que todo lo sobredimensiono, que todo lo retuerzo hasta dejarlo prácticamente seco. Que no soy más que una lavadora humana que todo lo centrifuga. Cada vez con menos ruido, sí, pero también cada vez con menos suavizante. Sale la ropa gastada y hasta de cuando en cuando hecha jirones. Otras, a qué andarme con medias tintas, directamente raspa sobre la piel, escuece. Araña.

Porque yo nunca he tenido el poderío de Ilsa Laszlo ni ganas de pedirle a nadie que no sepa tocar el piano que se explaye entonando mi canción. Déjalo Sam, estoy tentada de decirle, no tengo tanta paciencia; déjale su espacio a Rita para que la cante otra vez. Hoy, mañana, siempre. Hasta que se le ahogue la voz en la garganta y deje de poner el alma entera en cada copla.


Sobrevuelo Casablanca y sé que un beso es sólo un beso, pero sabe distinto el de amor que el de traición y ambos, de ser suficientemente intensos, pueden resultar inolvidables. Igual que un suspiro no es más que un verso mudo que promete sin dar pistas. Pero más allá de París y sus jardines,  las cosas fundamentales no debieran jamás depender del azar, sino del tesón, la constancia y el hondo anhelo. 


Hay prendas que es mejor llevar al tinte, me repito.



martes, 4 de junio de 2013

Temporada de alacranes




Cuando siento que voy a vomitar un conejito me pongo dos dedos en la boca como una pinza abierta y espero a sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como una efervescencia de sal de frutas. Todo es veloz e higiénico, transcurre en un brevísimo instante. 
***
Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas. 


 Julio Cortázar
(Carta a una señorita en París/ Instrucciones para llorar)


 &


Media primavera en un sinvivir, esperando con ilusión  el comienzo de la temporada de patos o, en su defecto, la de conejos; ensayando con pasión hasta bordarlo el auténtico grito de guerra ("dispárame a mí, a mí, a mí"); rebuscando en madrigueras, localizando charcas en largos paseos por el campo. Todo para terminar comprobando que la única temporada que dura todo el año y nunca anda de capa caída es la de los alacranes.


Porque siempre hay aguijones listos para incrustarse en epidermis ajenas e inocular su veneno con los consabidos agravantes de premeditación, nocturnidad y alevosía. En el desierto de Atacama y en la periferia de Madrid. En todas partes hay alacranes escondidos bajo las piedras del camino, esperando el momento idóneo para fundirle los plomos a su presa, neurotoxinas fatales mediante. Alguna especie poco conocida destaca por su espíritu aventurero y se cuela con facilidad en la mochila del paseante, haciéndose bola junto a la cantimplora, para después tomar posiciones en el armario del dormitorio o en la taquilla del trabajo y atacar en el momento más inesperado, de preferencia por la espalda y a traición. Que lo de menos, llegado el caso, es el dolor físico y el carácter letal de la picadura y lo de más la extrañeza inexplicable de haberla sufrido sin tan siquiera intuirla.


En tales circunstancias, asumiendo que vivimos rodeados de alacranes,  sólo hay tres opciones razonables: 
a) Recibir el aguijonazo y morirse de un patatús. Concluir con un solemne "aquí paz y después gloria",
b) Encajarlo y sobrevivir para pasar a la acción y tomarse la revancha sin ética ni poética,
c) O tratar de mantenerse a distancia, al menos de sus nidos, y en caso de contacto inevitable tirar de diplomacia. Se admite también, por pura supervivencia, recurrir a la hipocresía. 

La otra opción, la que no se admite por ser contraria a toda lógica de preservar la vida, es la de esforzarse en olvidar el ataque despiadado y pelillos a la mar. Porque un alacrán puede fallar, pero si ataca una vez atacará ciento. Sin atisbo de remordimiento. 


En mi opinión y tirando de experiencia, recomiendo la opción c. No porque me seduzca de lo lindo, sino más bien por descarte. Si te cruzas con un alacrán y le sonríes -aunque le detestes-, te interesas por su vida -aunque escucharle te apetezca tanto como saborear una mierda pútrida de vaca- y le haces creer que es único -aunque sea otro del montón- no te dará problemas. Puede que después los tengas tú con tu propia conciencia, pero ya se sabe que la conciencia es elástica. Todo sea por poder seguir disfrutando de los patos y de los conejos. De la primavera que viene de frente y sin argucias. De Cortázar. De la vida.