La princesa que cabalga entre la cirrosis y la sobredosis acude al almacén dando bandazos para jugar a los dados: descubre miradas atentas que se empujan y sonríe pensando en que la sinceridad es enemiga del ganador. Esa tibia reflexión no hace sino dilatar el pasado y el porvenir. Busca un pistolero de sangre caliente que se la juegue como un valiente y pierda la cabeza haciendo el trabajo debajo de su falda. Pero no sabe quién es él. Entre el humilde demi-plie y el desafiante relevé se la juega. Salen dos seises. La cosa está hecha, encendida la mecha.
Adiós
Hace 4 años
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