lunes, 10 de diciembre de 2012

Tejemanejes circunstanciales




En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible. 

El derecho al delirio, 
Eduardo Galeano 


&


Salió de casa con un café tibio en el estómago, dos bostezos camuflados en los párpados y suficientes bolsas en las manos como para emprender un viaje sin retorno al Himalaya. A saber: basura (2), comida (1), devolución de préstamo (1), bolso-ancla de trasatlántico (1). Ya por fin en el rellano, tuvo que volver a quitarle las tres  vueltas de rigor a la cerradura de la puerta de entrada y maldecir con una jaculatoria aprendida en la cuna (Me cago en la madre que parió a Paneque, sic.) para enmendar lo grave del olvido. Encontró lo omitido por fatal descuido colgando en el respaldo de una silla y tiró de ello como alma que lleva de excursión a la feria al mismísimo diablo (bolsa número 6) haciéndole avanzar en medio del barrizal a regañadientes a golpe de tirón de rabo, pero deseosa de ver el efecto del algodón de azúcar enmarañándose entre sus colmillos. Contrastes, no cabe duda, que siempre merecen la pena.


Después tuvo tiempo de pensarlo todo mejor. Porque puede que hubiera sido más apropiado dar por bueno el olvido. Tal vez no fuera capaz de explicarle al personal la razón última de su elección sin caer en suspicacias. Tal vez, empero, no pudiera responder por qué no decantarse por el punto de cruz para bordar una manada de risueños osos portando globos de colores, unos bebés rollizos en pañales dormitando en el filo de la luna o unos patos acuáticos jugueteando entre charcos y nenúfares. Que catalogar dichas labores como mayúsculas horteradas puede herir y hiere muchas sensibilidades. Tal vez, acaso, hubiera resultado mucho más fácil enseñar la aséptica secuencia "dos del derecho y dos del revés" entretejida en su última bufanda, lanzar el proyecto gorro de lana a juego y dejarse de mandangas. Funcionalidad y artesanía son conceptos que no despiertan sospechas. 


Pero no. Ella había escogido qué ocuparía su tiempo a sabiendas. Lo que se traía entre manos era crear un objeto que reflejara un sentimiento. Algo parecido a eso dice la RAE que es el arte (2. amb. Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.) Y lo que de verdad quería arrancarse de los adentros -salvando lo puro y digno del pericardio y aledaños- era esa sensación elevada a categoría de grito: un rotundo y explícito "vosotros, los de arriba, me tenéis hasta la _ _ _ _ _". 


Por descontado, y para salvaguardar las buenas maneras, la noche alineó Júpiter con Saturno, Urano y Venus  y no quedó tiempo de andar anudando lanas. 
Por suerte, a pesar del qué diran y de las circunstancias, sus tejemanejes y sus sueños -amén de inocuos y entretenidos- le servían de terapia. 




5 comentarios:

  1. En cuestiones de Arte y pollas prefiero la abstracción. Esa hinchazón testicular tan asimétrica la encuentro demasiado realista para mi estómago.

    No le veo mucho futuro a la colección de consoladores de invierno de Pingüin-Esmeralda. Abrigar abrigan pero ¿vibran?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me acordé de usted en la cuna del arte renacentista y vibré con su recuerdo.
      Lo demás, en este momento, me la suda.

      Abstráigase conmigo: dése por besado.

      Eliminar
  2. Vengo a su casa a huir, darling. Enciendo su chimenea, uso su té y su tetera. No se asuste, soy yo quien duerme en su cama, ejerzo mi derecho a soñar. No revele a nadie mi paradero.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aquí está a salvo.
      Usted y quien venga de su parte.

      P.D. No se enfade si ve que no está su jersey de rayas azulverdemoradas: lo cogí prestado esta fría mañana de inicio del invierno para abrigarme el corazón con su calor. Que huele a usted, darling. Y me pinta en el corazón una sonrisa.





      Eliminar
    2. Sabe usted que - tratándose de su abrigo - hasta mi piel le presto.

      Eliminar

Invitados al baile