Ronda en lo inmediato un paraguas que lejos de proteger de la lluvia se dedica a recogerla cuidadosamente para después verter su frío contenido de una sola vez en la cabeza.
Hay además un día de sol radiante y unos ojos contemplándolo sin protección; ignorantes de que ese sol que calienta también quema. Las úlceras corneales van a dejar secuelas de por vida.
Un firme propósito para la próxima tormenta: saber de antemano que terminaré empapada. Y otro más para los días soleados: no perder de vista las gafas de sol.
Así están las cosas.
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