La palabra es un sacramento
de muy delicada administración.
La rebelión de las masas,
J. Ortega y Gasset
&
Vuelvo, no voy a mentir, porque no me queda otra. Justo ahora, cuando empezaba a acostumbrarme a hacer de mi cuerpo un sayo a merced del viento y de mi capa jirón de verde bandera; se me acabaron el baño libre, la arena fina entre los dedos y el albedrío de los peces de colores bailándome el agua. Dejo pendiente, queriendo decir que postergo ad eternum, recluir en la mazmorra del altillo el flotador de pato, las cremitas antiachicharramiento y la bolsa de la playa. No me encuentro con voluntad de meter en una caja a la mar y convertir este viernes en uno de ceniza, ruego comprendan.
Esta desconexión del mundo, necesaria para dejar sentir a los adentros el rugir de tripas y los bostezos en consonancia con el común de los mortales, vino acompañada de un no querer escribir que me hizo pensar poco y descansar mucho. Perder la vista en el horizonte y dejarse ir, reviviendo una de las sensaciones más placenteras que imaginar puedo, fue una maravilla. Cabalgar las olas en tierra firme tirando de memoria, del susurro de las palabras mágicas: let's go swim tonight, darling, una delicia. Ganar un par de kilos, en mi caso, más que saludable.
Curarán las palabras esta afonía temporal que aquejo por verme aún relucientes las escamas. Tiempo al tiempo.
La cola del dragón cuando se moja se convierte en aleta de sirena.
ResponderEliminarPerfecto resumen, querido.
EliminarSurcando aires y mares me siento en casa.
Besos, también en vena.
Volverán las uves al calendario y la sirena tirará al mar.
ResponderEliminar