martes, 12 de marzo de 2013

Poesía al dente



  Si algún día te enfermas de palabras, como a todos nos pasa, y estás harta de oírlas, de decirlas. Si cualquiera que eliges te parece gastada, sin brillo, minusválida. Si sientes náusea cuando oyes "horrible" o "divino" para cualquier asunto, no te curarás, por supuesto, con una sopa de letras.   
  Has de hacer lo siguiente: cocinarás al dente un plato de espaguetis que vas a aderezar con el guiso más simple. Ajo, aceite y ají. Sobre la pasta ya revuelta  con la mezcla anterior, rallarás un estrato de queso parmesano. Al lado derecho del plato hondo colmado de espaquetis con lo dicho, pondrás un libro abierto. Al lado izquierdo, pondrás un libro abierto. Al frente un vaso lleno de vino tinto seco. Cualquier otra compañía no es recomendable. Pasarás al azar las páginas de uno y otro libro, pero ambos han de ser de poesía.  
  Sólo los buenos poetas nos curan la llenura de palabras. Sólo la comida simple y esencial nos cura los hartazgos de la gula.

Tratado De Culinaria Para Mujeres Tristes,
H. Abad Faciolince



&
 

Flacas del mundo por constitución desde la cuna, idiosincrasia  o fortuna: rebelaos conmigo. 


Reclamemos nuestro derecho a la delgadez, a ser estilizadas, a zampar sin engordar como si no hubiera un mañana sin rimar matemáticas y calorías. Proclamemos nuestra virginidad en dietas y regímenes para perder peso, nuestra oposición a todo lo que se adjetive como "ligero", nuestras felices mañanas despreocupadas por completo de la báscula. Nuestros armarios con ropa en buen estado desde hace más de una decada porque no variamos de peso. 

Recordémosle al mundo que existimos porque de todo tiene que haber en esta vida. Igual que hay cuerpos generosos, cuerpos excesivos y cuerpos inmensos, hay cuerpos recogidos, enjutos, livianos. Si nos sentimos con empuje, compartamos información básica con bastardos de medio pelo y mucha inquina o ignorantes sin ánimo de salir de su ignorancia que hablan por gastarla y no engordar con su saliva: aquellos que confunden dismorfobias con delgadeces deberían darse un repasito al DSM-IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) para aclarar conceptos y no continuar diciendo tonterías. Que utilizar la enfermedad como arma arrojadiza equiparándola al peor de los insultos debiera ser delito: por falta de humanidad, de respeto y del menos común de los sentidos. 

Ya puestas, ampliemos el alcance del mensaje a quien se dé por aludido: 

- A las tiendas de moda que cambian y bajan tallajes para que las mujeres entradas en kilos se sientan reconfortadas y salgan con un pantalón de la talla 38 que hace dos años era una 44. Absurda ilusión sostenida por un número que se ajusta como un guante al ideal de belleza impuesto por la sociedad pero basado en la falacia. 

- A las revistas, publicaciones varias y escritos de opinión que hacen referencia al peso de algunas mujeres: da vergüenza -propia y desde luego ajena- leer descripciones como "escuálida", "saco de huesos" o "cara chupada". Nadie aceptaría la descripción en términos opuestos, pongamos del tipo "gorda asquerosa a reventar", "masa infame de sebo" o "cara como un pan de tortas". Y está bien que no se acepte: la descalificación, venga del norte o del sur, del este o del oeste, es inaceptable en cualquier caso. Ese doble rasero construido con un mucho de vehemencia y un poquito de corrosiva envidia, pone de manifiesto la inseguridad de quien lo escribe sin reparos y denota una preocupación obsesiva por mirar a los demás comparándolos con uno. Con lo fácil que es vivir sin hacerse mala sangre y aceptando que cada uno, flaco o gordo, es como es...

- A las esquilmadoras de cajas de bombones que no han comprendido el concepto "nos los han regalado para todos" y abundan -con peligro de convertirse en plaga- en todos los hospitales. Porque no es de recibo que además de aguantar el mal carácter que provoca la dieta de la alcachofa, la disociada, la de la piña o la del Cristo del Muslo Fino tengamos que aguantar un discurso de vanidad elevada al cubo por tamaña fuerza de voluntad en el seguimiento estricto de la dieta acompañado de un atiborramiento de bombones con empacho de quitar el hipo. La maniobra "meterse al descuido los que quepan en el bolsillo y el que venga detrás, mala suerte" no solo se me antoja rastrera. Me parece, dicho en pocas palabras, inmunda. 


Lo políticamente correcto nunca ha sido lo mío, vaya eso por delante. Como enfermera, además, he atendido a un número suficiente de mujeres y hombres con desórdenes alimenticios como para no frivolizar con este tema.  Empezando por la anorexia nerviosa, siguiendo por la bulimia y terminando en la obesidad mórbida. Pero fuera de lo patológico de cualquiera de estas tres entidades, me resulta abusivo y hasta ofensivo que siga habiendo personas que juzguen a otras por su aspecto físico, otorgándole a la delgadez la misma connotación negativa que durante años se ha otorgado a la gordura. 

Ya es tiempo de pasar página. De uno y otro libro. Y de leer, para solaz de ansiedades y tristezas que hacen daño, mucha poesía. Que los buenos versos alimentan. Y, cocinados al dente, relampaguean en la boca como el mejor de los presentes.



4 comentarios:

  1. No lo digo mucho, pero tienes razón. Cuando el prejuicio se convierte en nuestra lengua materna... no es mal antídoto la poesía con espaguetis.

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  2. Desde mi 1.63 m de altura y mis 50 kilos de peso "pelaos" opino que tiene usted razón. Hartita estoy de que se me mire con desprecio cuando a media mañana todos mis compañeros de fatigas durante 8 horas cada día, se sacan de pieza de fruta y / o tortitas de arroz bajas en calorías (para luego comer cocido) mientras yo me meto un pincho de jamón entre pecho y espalda o medio paquete de galletas de chocolate ( y después como cocido igualmente).
    Pero todo este agravio, confío, nos será recompensado de alguna manera... en forma de tarta de hojaldre y manzana, espero.

    Mrs Anónima.

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  3. Si te ofende "escuálida" imagínate lo que sentimos los zurdos cuando nos tachan de "siniestros".

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  4. Discúlpenme todos por no responder como merecen:

    Al pasar página, y aún nadando en poesía, sobrevino el crac del 19.

    Dénse por besados.
    Saben que me alimentan sus palabras.

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