"Si hombre y mujer aspiran a algo más que a su descomposición en un ente híbrido, amorfo y confuso, deberían reencontrarse, más allá de las volubilidades de la historia, con su verdadera condición, ahora olvidada, de seres íntegramente -y no sólo físicamente- sexuados, y, a partir de ahí, teniendo en cuenta la evolución metasocial de la conciencia humana y las circunstancias del momento, redefinir las funciones sociales e individuales, no para adaptarse mejor a una dinámica social distorsionada, sino precisamente para reorientarla de forma acorde con sus naturalezas específicas: el resultado no puede ser otro que el reconocimiento de una generosa superioridad recíproca en la que lo masculino y lo femenino, asumiendo sus diferencias y aceptando sus límites respectivos, sean polos que se ofrecen mutuamente aquello de lo que el otro carece en un diálogo recurrente de superaciones sucesivas. "
A. López Tobajas
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Quiero pensar que cumplo los requisitos imprescindibles del día en curso, ser mujer y trabajadora, para poder opinar libremente -desde la inequívoca posición que otorga la primera persona del singular- sin ínfulas de resultar en modo alguno dogmática. Porque cada 8 de marzo me veo en la misma situación: tirando de reservas cerebelosas por tratar de mantener el equilibrio entre la defensa a ultranza de la igualdad entre hombres y mujeres (en cuanto a derechos, quiero decir) y el blindaje de lo que nos diferencia y, entiendo, nos enriquece por vía de la complementación.
En el mundo, empezando el recorrido en las mismísimas antípodas y terminándolo por la casa de mis vecinos de bloque con parada en todas las estaciones, no es ni ha sido fácil ser mujer. Lo cual no significa necesariamente que sí lo sea ser hombre. Como no es mi intención hacer ahora un repaso de lo logrado por mujeres de armas tomar y corazón intrépido en beneficio del resto de las féminas, creo que con agradecérselo -sinceramente- es suficiente. Sin embargo, me escaman las actitudes de algunas mujeres que abogan por la equiparación "a lo que cueste" y construyen su discurso desde el "nosotras más y mejor que vosotros". No es sólo que no comprenda la necesidad de la destrucción del otro para lograr la posición propia, sino que siento que ese camino no es el mío. Es una cuestión de principios: prefiero que seamos compañeros antes que enemigos íntimos.
Para no perderme, cosa que me ocurre con facilidad pasmosa, desoigo las teorías que circulan al respecto: la mayor parte de ellas repletas de perífrasis dignas de literatos iluminados por opioides y palabras grandilocuentes -por lo común vacías- alejadas de la realidad más cotidiana. O, lo que es lo mismo, sitúo el periscopio en el centro geográfico de los 65 m2 de esta mi casa que es lo que mejor conozco. Porque aquí, donde de forma voluntaria y meditada vivimos dos en compañía, ondea la bandera de la paz y del respeto mutuo. Que si tú estás cansado, yo hago la cena. Que si yo tengo el día flojo, tú pasas la aspiradora. Que los dos nos levantamos a las 06:15 h y traemos a casa sueldos casi similares. Y yo plancho mejor, cierto, pero tú instalas antivirus y desinstalas programas como nadie. Complementariedad, qué cosa más bonita, y mucho amor, que es precioso (¡qué carajo!). Lo demás, lo que escapa a nuestra pequeña burbuja, también existe pero está más lejos. Debiera bastarnos con este pacto a dos bandas que marca quién para qué, cuándo y cómo. Sin sacrificios que muestren el día de mañana escarificaciones ni se presten al más vil de los reproches. Esa es nuestra libertad, la de vivir con generosidad el uno para el otro.
Así que hoy, querida lectora/ querido lector, me felicito y te felicito.
Porque estoy segura de que ves el dibujo de Mordillo y sonríes sin crisparte ni retorcerlo hasta el absurdo. Y porque sabes que en lo que viene siendo la cosa de vivir, cuelga el cartel de "seguimos trabajando en ello".
Interpretación freudiana del chiste de Mordillo: La chica no iba a cejar en el empeño hasta que le pitasen un penalty. ¿A quién me recordará eso?
ResponderEliminarEso digo yo...
Eliminar¿Qué asociaciones mentales peculiares operan en aquellos cerebros con desequilibrio de neurotransmisores por exceso de proteínas de pollo (asado)?
La Universidad de Stanford ya ha empezado a trabajar en ello. En poco tiempo (démosles un plazo de nueve meses) publicarán su trabajo de investigación estrella: "El pollo asado le da alas a la vida".
Besos perdonándole la tarjeta roja. Que yo a usted no le expulso ni aunque me insulte.