Volvía a casa y la encontraba en la cocina, embadurnada de harina y con las manos en la masa. Le ayudaba a deshacerse del delantal, de su suciambre -mezcla indeleble de suciedad y cochambre- y dejaba que fuera ella quien emulsionara las medias palabras con los ligueros manchados de tinta. Suculento menú bajo su falda. Hambre, sin mantel, sobre la mesa.
Ella, que teñía con azul de metileno el blanco de las natas y respetaba el rojo de las fresas. Por principios. Ella, que rompía lo níveo de su piel inmaculada con tatuajes de andar por casa o por la jungla. Ella, que ya no necesitaba probar todas las salsas para darles el punto. Y aparte, con suspensiva intimidad, su coma.
Ligueros preñados de tinta, Mrs. Nancy Botwin
Querida, mrs:
ResponderEliminarMe ha abierto usted de nuevo el apetito de tinta, fresca, rebozada o condimentada con sus sabrosas salsas.
Siga usted enseñando levemente sus tobillos...los ligueros ya forman parte de nuestra imaginación.
Besos y fresas
Kurtz
Que se alimenten también las fantasías,
ResponderEliminarfaltaría más.
Napados con napalm mis besos, Mr. Kurtz.