Escuchar a una mujer que se bebe la vida sin remilgos, relamiéndose. Comprenderla en su remolino de certezas: de Jankelevitch a Rilke, de Heidegger a Dios. Consolarla, si es que algo así fuera posible, en la inmensa lucidez de su vivir.
En algún lugar de su alma, dice, se ha enamorado de mi.
En algún lugar de la mía, me digo, me he enamorado de ella.
...
Tiro por el desagüe todas las cursilerías, deshaciéndome a la par de mis fruslerías. En edad de merecer, acepto este presente de náuseas matutinas y sonrío pese a saber que obedecen a causas más que peregrinas. Desayunarse un café con leche, perfecto. Acompañarlo de la visión de un globo ocular humano estallado, mal. Nada más he de anunciar.
Me declaro celosa de lo íntimo. Guardesa de lo que escribo. De mis giros incomprensibles y mis referencias varias. Difumino la línea, de por sí tenue, que separa lo cotidiano de lo extraordinario: por gusto. Y aún creyendo que sólo yo me entiendo, cada día me sorprendo.
No necesitamos mirarnos a los ojos para que se nos junten las letras. Y en ellas, el corazón.
Darling,
ResponderEliminarEn mi juego de volar con las letras tiene usted clase preferente- ventanilla, por supuesto - y el as de corazones escondido en la manga para ganar cualquier partida.
En algún lugar de mi alma digo: me he enamorado de usted, querida, y de sus giros incomprensibles y de los comprensibles también.
Querida:
ResponderEliminarMe lleva usted por tierra mojada.
Qué frescas las gotas de lluvia resbalando por mi cara!
Gracias por el refresco
Kurtz
Queridos,
ResponderEliminarMrs,
Lo semejante atrae a lo semejante.
Mismo rumbo, mismas alas.
Abrazo entre tés y viceversas, darling.
Mr,
Qué refresco también en sus palabras: bruma de amaneceres, brisa de anocheceres.
Póngale a estos besos la temperatura adecuada.