La verdad es que
grietas
no faltan.
Hay una sola grieta
decididamente profunda:
decididamente profunda:
la que media entre la maravilla del hombre
y los desmaravilladores.
y los desmaravilladores.
M. Benedetti
&
Y en cada grieta acecha Dios, que dejó escrito Borges.
Vaya por delante que no me lo propongo. Que cuando despierto cada madrugada tomándole ventaja al sol, no me hallo en condiciones para el más hondo pensamiento ni para ninguna cosa distinta de la pura y dura supervivencia que exige la vigilia. Me basta con mantener abiertos los ojos y dejarse a la vida venir entre bostezos sin oponerle mucha resistencia. Y es precisamente por eso que lo que me ocurre se me antoja sorprendente.
Con una constancia que para sí quisieran quienes se apuntan al gimnasio y a razón de varias veces por semana (de tres a cinco, para ser exacta) me descubro redirigiendo la mirada al cielo y saludando -más por imperativo del alma que por mera cortesía- a los que desde hace tiempo considero "mis chicos". El poeta y el músico. Ángel González y Antonio Vega. Ellos, generosos siempre, se prestan al juego de arrancarme una sonrisa y otean desde su posición privilegiada en busca de hueco. Es así como, día a día, dejo aparcado el vértigo en zona verde y encaro lo que venga con mejor disposición de ánimo.
Hace tiempo, porque una es previsora, les comenté la posibilidad de sumar un nuevo miembro al grupo. Sólo para tantear. Pidieron referencias. Bastó con oir su nombre para acceder y considerar que contar con él, con su bondad y su inteligencia, sería un regalo. Desde el pasado domingo, son tres. Con la llegada de José Luis Sampedro se han puesto cómodos y han montado un saloncito acogedor con un gran ventanal abierto al mar. También han decidido por unanimidad que allí dentro siempre sea primavera u otoño y que, como única norma a respetar, se hable sólo al compás que marque el corazón y en bajito.
Que quieren que les diga: a mí lo de ahí arriba me parece una delicia. Una suerte de santuario del verso y de lo esencial. Un sitio para disfrutar del recreo palabra sobre palabra. Un oasis de paz y lucidez en medio de la feroz selva. Algo tan especial, ellos tres, que sólo puedo darles las gracias por dejarse acariciar desde tan cerca.
Hágame un sitio en su reclinatorio y permítame compartir santoral.
ResponderEliminarNo hace falta que lo pida. Ya se lo había hecho, antes incluso de saber que me crujirían las rodillas llevándole la delantera al alma en señal de respeto.
EliminarUn día (ya sabe querido, de estos o de aquellos) empezaremos a darle al santoral un poco de enjundia, de sabor y de ternura: empezando por la fecha que usted guste y, como ya es tradición entre nosotros, alternativamente. Mano a mano.
Besos en busca y captura: de usted y de mi mes de abril robado.