Ahora ya no puedes sostener la mirada de la Reina de las Amazonas.
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Ahora invento ardides para contener mi ira en tu presencia; sujeto mi lengua con hilos de seda cosidos al alma; espero paciente el cicatrizar de la última herida en la espalda.
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Ahora descubro a un impostor disfrazado de Aquiles.
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Ahora me preparo en silencio para la gran batalla.
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Planeo darte muerte sin honores.
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Mi corazón de guerrera busca con valentía su camino. Y en ese camino, aun sintiéndome presa del rencor y de la decepción, no cabe luchar contra ti. Porque tú no eres un auténtico guerrero.
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