Bajo la lluvia de esta otoñal primavera los tomates se afanan en saber a bambú.
Se recatan los pies, pudorosos de andar desnudos por ahí, entre charquitos intermitentes.
Se confunden asteroides y tiroides, se disparan las hormonas con balas de fogueo.
Ingentes cantidades de gentes saltean a su modo un revuelto de tibiezas.
Mañana la maleta sólo incluirá un biquini: ese de "por si las moscas".
Pero hay quien tampoco se resigna al conformismo.
Aprovechan el contacto con el suelo para coger impulso.
Y después, se sienten en el cielo en cada salto.
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