¿Que cómo llegué yo a semejante extremo, me preguntáis? ¿Yo, una persona sin convicciones políticas declaradas; cuya ambición desde la infancia era tocar a Mendelssohn en el contrabajo, o tal vez bailar de puntas en las grandes capitales del mundo?
El caso es que todo comenzó hace dos años. Me acababan de licenciar -por motivos médicos- del ejército a consecuencia de ciertos experimentos científicos efectuados sobre mi persona sin yo saberlo. Concretamente, a unos cuantos compañeros y a mí nos habían alimentado con pollo relleno de ácido lisérgico como parte de un programa de investigación para determinar qué cantidad de LSD puede ingerir una persona antes de que intente echarse a volar sobre el World Trade Center. Como la puesta a punto de armas secretas es de suma importancia para el Pentágono, la semana anterior me habían disparado un dardo cuya punta empozoñada me hizo hablar y comportarme igual que Salvador Dalí. Los efectos secundarios acumulados acabaron por afectar a mi percepción, y cuando ya no fui capaz de discernir la diferencia entre mi hermano Morris y dos huevos pasados por agua, me licenciaron.
Una terapia de electroshocks en el Hospital de Veteranos contribuyó a curarme, aunque los cables se cruzaron con los de un laboratorio de psicología conductista, por lo cual yo y una compañía de chimpancés representamos El jardín de los cerezos en perfecto inglés.
Perfiles,
Woody Allen
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Andaba resolviendo uno de esos problemas matemáticos de trenes que salen de algún sitio, avanzan porque no les queda otra y se encuentran en un punto kilométrico que nunca coincidirá con el previsto, cuando se dio cuenta de que aquello no conducía a ninguna parte. Fin de la historia.
Decidida a ver qué había de nuevo por los fondos abisales de secano, se lanzó al aire sin gafas de buceo ni neopreno. La inmersión, pese a las dificultades, fue provechosa. Salió de allí con unos pocos tigres, tres piedras preciosas y un par de cabras que, segura estaba, darían mucho juego transcurrido el tiempo necesario teniéndolos en remojo. Entonces decoró el abeto con bolas de colores venciendo alegremente la pereza y fumó la resina que se ofrecía -sutil- entre destellos monocromáticos. Solucionados con nota los insomnios venideros hasta la próxima Navidad, durmió a pierna suelta. Cosas que pasan cuando, al fin, se atan cabos.
Inmersiones de secano, Mrs. NB
Decidida a ver qué había de nuevo por los fondos abisales de secano, se lanzó al aire sin gafas de buceo ni neopreno. La inmersión, pese a las dificultades, fue provechosa. Salió de allí con unos pocos tigres, tres piedras preciosas y un par de cabras que, segura estaba, darían mucho juego transcurrido el tiempo necesario teniéndolos en remojo. Entonces decoró el abeto con bolas de colores venciendo alegremente la pereza y fumó la resina que se ofrecía -sutil- entre destellos monocromáticos. Solucionados con nota los insomnios venideros hasta la próxima Navidad, durmió a pierna suelta. Cosas que pasan cuando, al fin, se atan cabos.
Inmersiones de secano, Mrs. NB
Espero que tu tren de vida te arrastre a un destino mejor que el tren de Bankia.
ResponderEliminarhttp://youtu.be/Pyp3jylc9JE
Me pilla haciendo el equipaje: me llevo una cajita con nueve dados mágicos y lo necesario para escribir. Este tren de azares no se me escapa.
ResponderEliminarBesos en el andén.