Mira nena, aquí hay una cuestión: el concepto es el concepto. Ésa es la cuestión. Por ejemplo, tú eres una mujer con estudios. Yo no objeto nada al respective porque soy liberal. Y no soy de ésos que andan diciendo que sois todas más putas que las gallinas... aunque lo piense. Pero, ¿y el concepto, eh? ¡Amiga! A los hechos me repito.
Pazos, Manuel Manquiña
Airbag (1997)
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Algún día, no a mucho tardar, los salmones nadarán a favor de la corriente para desovar y encontrarán oportunidad de ver crecer a sus crías las escamas. Tal vez entonces, con suerte, los detectives se den por satisfechos perdiendo pistas y los faquires encuentren entre algodones la más cómoda de las posturas. Acaso, rizando el rizo, obtengan la nulidad matrimonial ojales y botones y se declaren en huelga de celo los papeles de regalo. Cosas más difíciles se han visto. Nada permanece.
Pero la única cuestión es el concepto. Y siendo rigurosamente flexibles, que el calor dilata lo suyo y lo nuestro estrechando las junturas, el único concepto es la cuestión. La que se repite en bucle y nos desarma hasta el desamparo mutuo; la que sabemos implacablemente cierta y pertinaz. Porque todo permanece.
También la décima de segundo más.
Los mil millones de instantes.
Cada una de las ráfagas de aire frío.
Las palabras que nos hacen girar hasta sacarnos del escondite.
Es que el paradigma de la cuestión es efímero y ambivalente a la par que curioso... pero si un faquir deja de gozar con el dolor... mal vamos.
ResponderEliminarBesos.
La cuestión no es si el faquir se acomoda con gusto entre algodones o si vamos mejor o peor, querido Elvis.
EliminarLa cuestión es el concepto.
Y con el concepto, nos guste o no, hay que tirar pa'lante.
Besos poco confusos.