martes, 15 de febrero de 2011

Lagartijas del apocalipsis




Las aes luchan por su plural como lo hacen los cientos.
Por una ese suprimida sangran los fuiste, quisiste y soñaste.
Contra viento y marea se dejan la piel los cuanto más.


La mediocridad, con su filancia pegajosa que a todo trata de adherirse, acecha mis febreros no bisiestos. Huyo de ella y logro darle esquinazo aunque me persiga entre sonrisas cínicas y elogios lisonjeros; aspiro la mucosidad que llena los pulmones del mundo y abro de par en par las agallas para estornudar mi verdad con el sonido de fondo de La zona sucia en la que chapotea Mr. Vegas. No nos atrapa lo desalmado de un apocalipsis ajeno con sabor a sumisión. Arrastra la lluvia el miedo de las lagartijas a desprenderse de su cola.


Mientras, se espuman las mañanas renuentes al sopor y se abrigan las noches condescendientes al amor. Hay quien sabe jugarse la boca sin excusas. Los charcos se hicieron para saltar y salpicar, no para esconder cabezas de avestruz a contraluz.

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