The master of the sopas
[Diario de un dragón poco convencional]
[...] Tenía el mismo espíritu aventurero que una mosca Glossina, indeterminado. También tenía su misma dosis de malaje reconvertida en somnolencia fatídica, la ilusión de que le crecieran dos alitas transparentes que se replegaran sobre su abdomen y el hondo deseo de abrir los ojos al mundo y olfatear su podredumbre. Particular visión del paraíso. [...]
No pude resistirme y subrayé ese párrafo del libro, incumpliendo las normas básicas del préstamo bibliotecario. Pensé que me impondrían una sanción ejemplar cuando acudiera a devolverlo, pero no hubo oportunidad para tal cosa. Cuando el pasado sábado aproveché los primeros rayos de sol para salir a comprar el pan y acercarme al templo de la cultura de alquiler gratuito dando un agradable paseo, me encontré con una sorpresa molesta. Adornando la puerta de entrada, bajo el cartel giratorio de abierto, habían colgado mi foto y escrito un prohibido el acceso que me arrancó dos lagrimitas encendidas. No se habían molestado siquiera en retocarla con photoshop; las mismas ojeras que vestía el día que me hice el carné, con esa luz tan poco favorecedora de los fotomatones callejeros, lucían ahora públicamente negándome el paso.
Consternado y enfurecido a partes iguales, giré sobre mis patas traseras y emprendí la vuelta a mi guarida. Devoré el pan por el camino, más por ansiedad que por apetito, y me refugié en el hueco favorito de mi hamaca. Allí, sentado, no pude si no preguntarme una y otra vez: ¿qué hay de malo en que un dragón lea? Después de lamentarme amargamente por mi jodida suerte, me dio por pensar que ellos se lo perdían. Había organizado al detalle un club de debate literario con traducción simultánea al dragoélico y suficientes extintores para hacer de las más acaloradas discusiones pecata minuta. Incluso tenía pensado amenizar las tertulias alimentando la intelectualidad con la crema de zanahorias caramelizadas que mi madre me enseñó a hacer para ocasiones especiales. Receta sublime, secreto de familia, que espabilaba las neuronas bañándolas en el caldo gordo del jugo de las endorfinas. Ignorantes...
Para acabar de sacudirme el malestar y quitarme de las pupilas esa foto mía robada a traición, me preparé una sopa. No una sopa cualquiera. Cocí a fuego lento la sopa que sopapea a todas las sopas, la única e incomparable, the master of the sopas. La que selecciona las letras que mejor ilustran los pensamientos y las apresa en cucharadas silenciosas. La que sumerge en el sopor de la mosca tsé-tsé, confabulándose en siesta. Con el regusto en el paladar de su fuck off dejé que se me cayera la baba.
Querido dragón,
ResponderEliminarSi usted me hace un hueco en su hamaca y me invita a una de sus sopas, yo le dejo todos mis libros sin condiciones estúpidas ni plazos de devolución.
Beso en su mejilla de dragón.
Querida rkl -Mrs, tengo entendido-,
ResponderEliminarNo sabe cuánto le agradezco su ofrecimiento. Le pediré prestados los cuentos de nunca acabar y las novelas de velas no arriadas(mis prefes).
No hace falta que avise antes de venir a comer sopa: le encantará su sabor a "falta de hipocresía" y el secreto del chef, aroma de "en bajito todo suena más bonito".
Salgo a comprar una cuchara para usted, ¿qué talla le viene bien?
Besos dragónicos, darling, calentitos.
Querido dragón,
ResponderEliminarPara usted Mrs. o no. Lo que guste.
Estoy más que segura que me encantará su sopa. Le adivino un buen cocinero. La cuchara la prefiero tamaño mediano, ya sabe, en el punto medio está la virtud (o no).
¿Le gustaría conocer a Amigo Invisible con Chaleco Reflectante? Sospecho que se llevarían ustedes muy bien.
Le llevo novelas de velas no arriadas. Le van encantar. Puede usted subrayarlas todo lo que quiera. Los libros están para usarlos. El corazón también.
Dígame si es necesario que lleve crema para quemaduras por si se le escapa el fuego.
Besos, querido.