Irán amontonándose las flores
cortadas, en los puestos de las Ramblas,
y silbarán los pájaros -cabrones-
desde los plátanos, mientras que ven volver
desde los plátanos, mientras que ven volver
la negra humanidad que va a la cama
después de amanecer.
Albada, J. Gil de Biedma
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No es sano pasarse la noche de pie derecho y que las horas marquen un rumbo siniestro. No lo es tampoco comerse una paella -con su primero y su postre- pasadas las cuatro de la madrugada y sentir impulsos salvajes de llamar a un 905 xxx xxx para romperle el tímpano a una espídica y descocada señorita chillando a través del auricular "Torcuato, coño. Torcuato". Ni entendería jamás la metonimia ni podría saber que la mejor pista -no dada- sería "nombre del escritor apellidado Luca de Tena".
Los renglones de Dios andan torcidos por varias razones; el abandono de los inefables cuadernos de caligrafía Rubio; la presión artificiosa ejercida desde los adentros por las sustancias de relleno (llámense siliconas, toxinas botulínicas o ácidos hialurónicos); la caída incomprensible de las parrillas televisivas del gran Coco, maestro gurú de masas con sus dicotomías necesarias para la supervivencia.
Como si los dados de este martes me empujaran a la casilla de La Posada en el juego de la oca, me entrego a la corriente de un río ausente y salto de pluma a pluma nórdica, abrigándome los fríos. Pierdo feliz el turno, por fin. Estoy en racha.
Paté de peta, Mrs. Nancy Botwin
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