"La vida está llena de sorpresas
y de protozoos del paludismo."
E. Jardiel Poncela
Dedicarle una entrada a Jardiel es darse gusto sin necesidad de tocarse. Una oportunidad para rendirle pleitesía con el único propósito de compartir su arte con el mundo y hacerle justicia (siempre poética). Un intento de llevarle al huerto; que no sólo de almendros resguardando de las lluvias a Eloísa vivió este hombre.
Porque Jardiel ensancha con sus letras la sonrisa. Destilan sus obras un 'no sé qué' que pellizca ese reducto de locura compartida (en peligro de extinción) y hace virar el pronóstico de la cruda realidad a un 'menos grave'. Reconforta. Teletransporta. He de confesar que me conquistó para los restos cuando leí de su mano la pregunta que jamás yo, por un doble componente de pudor y de temor a ser tomada por rarita, dejaría salir de mi boca: ese 'qué tendrán las alcachofas que después de comerlas hasta el agua sabe dulce'.
Por si leerle no fuera suficiente recompensa para los sentidos, hay además en su biografía datos que me han encandilado.
Uno de ellos, sin duda y con perplejidad, el del banquete-homenaje multitudinario que se organizaron mutuamente él y el novelista Bartolomé Soler para celebrar el triunfo de una de sus comedias. Jardiel se invitó a sí mismo. Acudieron sólo los dos y se sentaron cada uno en un extremo de la larguísima mesa; a los postres, ambos aplaudieron calurosamente el discurso de agradecimiento del otro. Iban vestidos de frac, la ocasión lo merecía.
Otro, que no desmerece en absoluto lo extraordinario del primero, el listado de amigos y enemigos que fue reuniendo en vida:
-En el lado de los tigres, alineación de lujo donde las haya, los señores García Lorca, Antonio Machado, Muñoz Seca, Ortega y Gasset, Gómez de la Serna y Jacinto Benavente.
- En el de los leones, entre rugidos con olor a naftalina, los otros señores: Valle-Inclán, Azorín, Gregorio Marañón, Jose Mª Pemán (Pelmán le puso de apodo Enrique) y los Hnos. Álvarez Quintero. También Mihura (el único con gracia pero acusado de plagio).
En honor a la verdad, no puedo recomendar un título en concreto para iniciarse en amoríos con Jardiel. Creo que es más sensato darse un paseo relajado por lo florido de su obra y dejarse engatusar por la que más curiosidad despierte. Porque no sucumbir a qué encerrarán Usted tiene ojos de mujer fatal, Espérame en Siberia, vida mía, Morirse es un error, El sexo débil ha hecho gimnasia, La tournée de Dios o Amor se escribe sin hache, es -para mí- poco menos que imposible.
Por lo demás, sólo resta dar cuenta de mi gratitud al mismísimo Jardiel si algo así se me permite. He de decir que, en gesto reverencial, no volverán mis pies a pisar la calle Augusto Figueroa de este Madrid suyo y mío sin detenerse ante el portón del número 25 y lanzar al aire una bocanada de humo en su memoria por hacerme llorar de risa. Sosteniendo el cigarro, para diferenciarme de un carabinero, con la mano derecha.
Les dejo, para saborearlos juntos, estos dos fragmentos:
Ruego al lector
Lector, lectora: algunos autores te ruegan que no prestes sus libros a nadie, porque, prestándolos, pones a tus amigos en condiciones de que no necesiten comprarlos, con lo cual el escritor sale perjudicado en sus intereses.
Yo, que tengo los mismos intereses que los demás autores, te ruego todo lo contrario, esto es: que prestes en cuanto lo leas el presente libro.
Como la persona a quien se lo dejes no te lo devolverá, tú te apresurarás a comprar otro ejemplar inmediatamente.
También ese segundo ejemplar debes prestarlo y adquirir un tercero y prestarlo; y adquirir otro más y prestarlo también...
Con tal sistema, a pocos amigos que tengas a quienes acostumbres a prestar libros, yo haré un buen negocio y te quedaré agradecidísimo.
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Finalmente, el 16 de marzo, comenzó un idilio que no debía acabar sino cinco semanas después. Al ponerme de pie en el suelo, tuve que agarrarme al flexible de la luz eléctrica para no caerme. Por cierto que, a consecuencia de aquello, arranqué en su totalidad la instalación.
Y como realmente seguir al lado de Ramona era tan perjudicial para mi salud como un espumoso de vitriolo, me fui para siempre.
Antes la dejé una carta sobre la mesita de noche. La carta era esta:
El 5 de copas.
¡Atajú!Tengo debilidad por "Cuatro corazones con freno y marcha atrás":
ResponderEliminarBREMÓN. —¿Pensáis que estoy loco, igual que en mil ochocientos sesenta? (Cogiendo
unos tubitos de ensayo de sobre la mesa.) Y, sin embargo... ¿veis estos tubitos de
ensayo? Pues contienen un alcaloide..., el del "alga frigidaris". Como todos los alcaloides, la "frigidalina" tiene un poder agresivo extremado y va más allá de las antiguas
sales. Esto no sólo conserva los tejidos, sino que los rejuvenece de tal manera, que
quien lo tome, cada año tendrá un año menos, hasta llegar a la juventud, luego a la
adolescencia, después a la infancia, y, por último, a la desaparición, a la muerte...
A ver si va a resultar ahora que Benjamín Button lo escribió Jardiel en su época de guionista en Hollywood.
Con Jardiel todo es posible, querido.
EliminarYo, que por la presente he hecho público mi estado de "fans" de Don Enrique, recuerdo haberme descojonado de la risa viendo sobre las tablas ese fragmento que usted cita.
Deberían incluir sus libros en el listado de medicamentos que cubre la S. Social. Su poder terapéutico contra las desdichas y sinsabores no tiene parangón.
Sabe que echo en falta sus letras. Las de leil y las de llolal. Bien lo sabe. Déme gusto, haga un poder.
Besos fuera de guión, Mr. Pazzos.
Muchas gracias por tan elegante y elogioso escrito sobre mi abuelo. Un saludo.
ResponderEliminarGracias a usted por tomarse la molestia de leerlo y sobre todo a su abuelo por regalársenos a través de las letras; le aseguro que no exagero ni un ápice cuando afirmo que me entusiasma. Un abrazo.
EliminarUna ronda de alga frigidaris para todos :-)
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