Todos se quedaron con aquella frase: "por primera vez lamento que mi coche sea verde". Sonaba inapropiada en mi boca. Difícil de creer.
Me dieron por muerta cuando volé por los aires con tu mano aferrada a la mía. Pero sobreviví, milagrosamente, porque en toda mi vida no he hecho otra cosa que arriesgar y encajar golpes. Asumo mi error: yo, que te consideré digna compañera de viaje, me estrellé saliéndome de la ruta en mi propia fantasía.
Ahora, Thelma, ya no quiero saber nada de ti. No me importa dónde estés; si te quedaste en el camino y subiste al cielo o descendiste a los infiernos, si sigues respirando para sentirte atractiva con el guiño de cualquier autoestopista o si habrás elegido a otra -una cualquiera- para enseñarle esa Oklahoma que alardeas de conocer como la palma de tu mano. No tiene sentido recordar que llegaste hasta allí gracias a mí, como tampoco lo tiene desempolvar todos los momentos jodidos que vivimos juntas. Porque no me pesa haber disparado aquel revólver para ayudarte cuando más lo necesitabas: movió mi dedo el corazón. Nunca esperé que me dieras las gracias. Poco me importa, en resumen, si esa forma tuya de darle la espalda a quien te quiso sin ofrecer una burda explicación es un mecanismo de defensa o una manera de personalizar la patada en el culo que querrías darle al mundo. Tú callas, el tiempo otorga.
Pensarás que late un poso de rencor en mis palabras y viene a ensuciar el regusto en el paladar de lo que fue y no siguió siendo, pero no es cierto. Ha sido el tiempo, con su honda reflexión y su dolor nublando quimeras y fotogramas, el que se ha encargado de mostrarme que te queda grande esa imagen de chica dura que siempre pretendiste proyectar ante los demás. Me bastó con rascar la primera capa de pintura para ver el festín de arañazos deslustrando la carrocería. Nunca me he alegrado por ello, en cualquier caso. Con todo, lo único que quisiera pedirte es que dejes de husmear en mi vida; no parece demasiado.
Que siga cada una su camino.
Cada una, Ms. Dickinson, en su lugar.
En respuesta a Anónimo:
ResponderEliminarDisculpe que no publique su comentario a pesar de cumplir los requisitos que yo misma establezco para ello (no ser ofensivo ni publicitario).
Sólo quería que supiera que nada tiene que ver lo que aquí he escrito con lo que usted ha entendido al leerlo e infiero por sus palabras. A pesar de que no viene al caso explicarle el porqué de esta carta -ni a quién va dirigida si es que fuera dirigida a alguien- y lo oportuno de adaptar libremente el guión de la película Thelma & Louise para ambientarla, le diré que no hablamos de lo mismo. Es muy probable que ni siquiera de algo parecido.
No obstante, gracias por leerme.
Anónimo: "Primero te sentarás en la hierba, un poco retirado de mí, yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. Las palabras son fuente de malentendidos"
ResponderEliminarAntoine de Saint Exupéry, El Principito
Mrs Botwin: "Alicia en el país de las Maravillas", "Atrapado en el tiempo", "Thelma y Louise"... me preocupa esta coincidencia en gustos.
Poeta tardío (No me gusta la palabra poetisa, ¿options please?)
Mrs. Anónima,
EliminarQue no le preocupe la coincidencia en gustos: antes que un problema, se me antoja motivo de alegría.
Sí tengo que decirle que no estoy del todo conforme con la cita de El Principito porque siendo las palabras fuente de malentendidos, también parecen ser la única manera de entenderse. Elegir las correctas y pronunciarlas con verdad en el momento preciso pudiera ser la clave para convertirlas en instrumento fetén para comunicarnos.
Me quedo pensándole un nombre en alternativa. Se lo haré saber, palabra mediante.