viernes, 24 de diciembre de 2010

Nochebuena en paz




Mi guitarra acústica se sincera:
anda prendada de una guitarra eléctrica.
Le arranco las palabras,
melodía de amor,
llevándola contra las cuerdas.


Tenemos la mala costumbre de creer que lo que encontramos atractivo en nosotros mismos es lo que resulta atractivo a los demás. No van por ahí los tiros. Los otros se fijan en lo que ni siquiera sospechamos y disfrutan con ello a pesar de nuestra ignorancia. Así, sin darse ninguna importancia, cuatro palabras concatenadas dan con la contraseña. Sin que quien las pronuncia sepa de su alcance, de su hondo calado en quien las escucha. Se abre la vida, con un par, a la quimera.


Es entonces cuando la guardia en el hospital de campaña improvisado en las cercanías de las trincheras -zona de guerra, recuerden- se antoja apetecible por más que hoy sea Nochebuena y mañana Navidad. Ondean banderas blancas, jirones de sábanas y sudarios, anunciando la llegada del redentor. Mi niño, con permiso.


Cierto que nunca bailamos en Auschwitz. El calor del infierno de los últimos inviernos se evapora ahora. Más cierto aún que, tras tantas batallas, esta paz recién estrenada sabe a gloria y huele al fin a napalm. A victoria.


Es tiempo de celebrar. Aquí, en atención a las circunstancias.

1 comentario:

  1. Querida Mrs. Botwin,

    Todo cambia en función del ángulo desde donde se mire. Lo que para unos es un redentor, para otros no es más que un pobre mendigo en busca de la salvación. Pero en esta historia quién salva a quién. Es recíproco.

    En cualquier caso, bendigo las leyes de la termodinámica, que nos permiten afrontar la mejor primavera de nuestras vidas.

    No hace falta que le diga que soy suyo incondicionalmente. Ya lo sabe.

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