Si quieren las cuchillas deslizarse por el hielo, acariciándolo.
Si quieren los brazos desnudos simular el inicio del vuelo.
Si quiere la mirada enfocar el horizonte etéreo, aceptando lo intangible.
Si puede la voz callar.
Si el triple axel tiene una recepción limpia
y si en el giro final la cabeza se mantiene erguida,
entonces, es para darse por satisfecho.
La valoración de los jueces es lo de menos. No importa la impresión artística; tampoco la técnica. Después de tantas horas de entrenamiento, lo que sí importa es salir a la pista disimulando el esfuerzo, el frío y los nervios. Manteniendo la sonrisa en todo momento.
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