Por las mismas razones que pasó a la historia el caballo del General Esparteros.
Por la prosodia aplicada a la tauromaquia.
Por la poesía echándonos un capote, rimando hasta en los andares.
Porque volvió mi torero desatando...
la cordura,
el silencio reverente del murmullo,
las tintas de los trileros.
Dicen otros que le quedaba grande la taleguilla, que peina ya alguna cana, que mantiene idéntico mirar que el que gastaba. Que se le heló la sangre en Aguascalientes y que luce, desde entonces, piel azteca. Dicen más de lo que entienden, creo yo, la mayoría. Dicen, bendiciendo lo mismo que maldicen.
Dice la que suscribe que emociona, acojona y conmociona. Que no se olvida. Que nunca decepciona.
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