Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los mi cirujanos.
Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.
Miguel Hernández
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Si Moscú fuera un quirófano y Pekín una unidad de cuidados intensivos compraría dos pasajes para la eternidad, con su doble sentido y su única dirección. Si me pagaran siete chelines y seis peniques por adelantado, escribiría la historia de un asesinato en el cielo, narrado en primera persona y cometido en primer grado. Con su éter en frasco de vidrio, su pañuelo almidonado y su cianuro potásico zigzagueando en el champán. Así derramaría la tinta entre mis dedos, brotando de pluma ajena grabada con nombre propio.
Debilidad manifiesta, Mrs. Nancy Botwin
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