Hoy la vida fue tos: poco productiva y demasiado irritativa en ese tobogán que es mi estado anímico. Aunque en otros tiempos lo llamé montaña rusa, por sus continuas subidas y bajadas -ambas vertiginosas y necesarias- creo que la metáfora del tobogán es ahora más apropiada. Porque sólo me deslizo en la caída y me supone un esfuerzo trepar por la escalera para lanzarme de nuevo. El Dragon Khan, siempre estropeado, ha perdido su atractivo en favor de los columpios del parque. Menos intenso. Más sosegado. Aburrido. Está bien para los niños, pero los adultos no logran descargar: no hay catecolaminas que provoquen el chillido ni endorfinas que desemboquen en dulce bienestar. No hay nada más que el recuerdo lejano y borroso de cuando el tobogán nos parecía fantástico. Hasta emocionante.
Adiós
Hace 4 años
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