Entre cuevas de Luis Candelas y rejas que no cierran para cantar por celestiales. Con la vida y la muerte bordada en la boca. Luciendo los tatuajes del pasado traicionero de una tímida filibustera al abordaje. Esperando que al compás de unas palmas de tango, aunque tarde en llegar esa tarde muchas tardes, pague mi rescate un curapupas. Que las gotas se junten con las gotas y el barco quede hermoso y no se hunda. Fumando con la mano derecha mientras se cuece un arroz con bogavante.
¿Señora condesa?
El señor, que se ha alegrado extraordinariamente de que le despertase, acaba de expresarme, con lágrimas en los ojos, cuánto lamenta no poder acudir ni hoy a las cinco ni mañana a las cuatro al sitio donde él y la señora condesa saben. Dice que irá cualquier otra tarde, sin fijar fecha; pero, eso sí, suplica a la señora condesa que no se impaciente por muchas tardes que tarde en llegar esa tarde...
La verdad es que el señor tiene razón cuando dice que la condesa sólo se diferencia de un carabinero en que fuma con la mano derecha.
Enrique Jardiel Poncela.
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