El día en que cambiaron las reglas del juego yo debía estar, como hoy, saliente de guardia; demasiado somnolienta y aturdida para aprenderlas. Me quedé en Sicilia, 1925, donde Las chicas de oro no necesitaban grandes escotes y tacones de vértigo para resultar atractivas. Es más, la mujer que hacía de ello su mejor arma entre aquellas cuatro damas, resultaba la más tonta y la menos deseable, al menos a mis ojos.
Sé que los tiempos han cambiado. Tanto, que una no puede definirse como sicalíptica y confiar en que alguien lea renunciando a la elipsis, sin confundir ni fragmentar. Tanto, lamentablemente, que hay que saber venderse y esperar al mejor postor.
¿Qué juego es éste?
¿Quién marca sus reglas?
Me siento zahorí buscando agua en el desierto; guerrera temerosa de quitarme el escudo y tener que parar las flechas directamente con mi pecho; sirena nadando al límite de sus fuerzas en un mar peligroso y abierto, atestado de tiburones y filibusteros.
Un hombre hecho y derecho, joder. Un marinero dispuesto a sacarme de esta isla o a perderse en ella conmigo. ¿Es pedir tanto? Supongo que sí; eso, como otras tantas cosas, ya no se estila. Cambiaron las reglas del juego, pero no va conmigo hacer trampas para ganar la partida.
Quisiera pensar que aún no es tarde para fletar un bote, remar hasta la orilla y no encontrar la isla desierta.
ResponderEliminarNancy, te sobran hechuras para exigir lo que deseas, pero asume que las cosas importantes de este mundo se protegen a sí mismas; no se pueden violar porque están ocultas bajo el velo de lo trivial, a salvo de los cerdos que se comerían las perlas. Ese marinero deberá tener los ojos abiertos o, inevitablemente (y gracis a Dios), pasará de largo. Suerte, guerrera.
ResponderEliminarEl transcurrir del tiempo me ha demostrado que la realidad es mucho más compleja de lo que aparenta ser, que ya es mucho. Tratamos de filtrar los acontecimientos a través de un tamiz construido a partir de pre-juicios, tratamos de esquematizar, sintetizar, aplicamos el método inductivo constantemente y cuando dirigimos nuestra mirada hacia el exterior intentamos amoldar la realidad a nuestra mirada y no al revés. Como seres humanos no podemos evitar esta tendencia a la “compartimentación” de la realidad, a la “discretización”, cuando si lo real pudiera expresarse en forma de función matemática sería una función continua y no discreta. Probablemente esta forma de proceder se haya fijado en nuestro código genético porque en un tiempo y espacio lejanos nos confirió algún tipo de ventaja evolutiva. Esta tendencia que es a la vez una condena y una bendición nos suele llevar a establecer dicotomías que obvian la complejidad del entorno que nos rodea y de las interacciones que establecemos con nuestros semejantes.
ResponderEliminarIntentar refutar una hipótesis me parece más honesto que intentar confirmarla aunque requiera más esfuerzo. Y a la larga es más enriquecedor independientemente del resultado final.
G.L.
A la atención de Rey Cuervo,
ResponderEliminarTambién yo quisiera pensarlo. La isla no está desierta, eso es seguro.
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Querido aspirante-liante;
¿Hechuras? Bonita palabra.
Si ha de ser así, que sea. ´
Gracias guerrero.
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Mr. Grokus,
Bailar, bailar, bailar...
Un descanso para la mente, siempre dispuesta a pensar. Infatigable, excepto cuando le puede el corazón.
Pásese por casa esta noche. Le invito a cenar. Cuanto menos hablemos, mejor ¿no cree?
El brindis, con tequila y en silencio, de nuevo hasta su playa. Tan lejana. Tan cercana.
A la deriva.
ResponderEliminarVapuleado por las olas.
Sin horizonte.
Hace tiempo que no pongo pie en tierra.
Tengo una botella de tequila
y sal en los labios.
¿Se viene?
Kurtz
Kurtz, querido,
ResponderEliminarPor supuesto.
No se hable más.