Pensamientos deslavazados llaman a la puerta en esta noche de sábado. ¿Se puede? Cómo decirles que no, pónganse cómodos. Si que se está calentito aquí, comentan. A mí me lo van a decir, me digo sin palabras. Les ofrezco algo de beber, se recuestan en el sofá y empieza la charla.
El primero en hablar, el más sociable y dicharachero, es el pensamiento irónicamente divertido: cuenta la historia de un guardia civil destinado en Bilbao que se enamoró de una abertzale. Vaya papeleta. Discutimos acerca de los principios éticos que rigen en el amor, de las escasas vías de escape cuando se cae en sus redes. Entre risas y colores incipientes en las mejillas, destronando la palidez violácea que le pone cara a los 4ºC de este otoño, me arranco con un nuevo concepto: amortzale. Ni siquiera sé bien qué significa, pero suena tremendamente poético y encierra un poso de lucha a corazón abierto.
Más tarde, hilándose palabras y emociones, es el pensamiento agorero el que interviene. La mirada triste y descreída, ligeramente angustiada. Se justifica innecesariamente por venir a colación. Oigo palabras sueltas que no termino de comprender: escucho que cuenta algo de Corea del Norte. Después se detiene en "el paso de la oca", que nada tiene que ver con ir de puente a puente y sí con dejarse arrastrar por la corriente y esboza lo oscuro de "la marcha de las antorchas". Sobrecogedor; tanto como la clasificación de la población en ciudadanos ejemplares, oscilantes e incorregibles. Cuando al fin escucho la palabra gulag, empiezo a comprender que pertenecer a la brigada nº 1 de verduras no es ninguna bicoca. Cómo está el mundo, queridos...
Animados por saber que aún quedan reservas de vino, siguen comentando. Por mi parte, apuro la segunda copa y lío con solvencia dejando libre mi lengua para pegar hebra en lugar de goma arábiga. No tiene ninguna relación, pero llamó mi atención: el ánsar indio vuela a más de nueve mil metros, por encima del Everest -donde casi no hay oxígeno-, para migrar del Tibet a India. Enlazo sin ceder el paso en mi particular rotonda de neuronas y motoneuronas. El último hombre que puso su pecho desnudo en mi pecho, con un ímpetu colosal, declamaba mirándome a los ojos:
Si me quitas el oxígeno, moriré.
Si me quitas el ceodós, no podré respirar más.
Si detienes mi máquina de amar, pararás mi sangre.
Le doy a mi voz impostada un toque teatral, observo la ausencia de parpadeos y siento el silencio. No les dije, aclaro, que mi pecho no estaba desnudo, que lo que le estaba haciendo a ese hombre era literalmente un placaje y que de placentero no tuvo nada. Nada salvo escucharle y desear que ese hombre fuese otro hombre, que no estuviera realmente loco y que, de darse las premisas anteriores, también mi pecho estuviese descubierto como el suyo.
Puesto que empiezo a ver miradas ausentes, melancolía y bostezos disimulados a duras penas, informo de las normas de la casa. Duerman donde puedan e intenten no roncar. Desde y hasta el momento que estimen oportuno. Quédense con lo poético, les digo. El resto no lo podemos cambiar, hay que vivir con ello. Y sin ellos, ninguno, me voy a la cama. Me abrazo a la ausencia que duerme a mi lado y, juntos, reinventamos el poema: golpe a golpe, verso a verso, beso a beso.
Un guiño para quien sepa leer entre líneas. Sensual y descarado.
¿Se puede tener envidia de la ausencia?
ResponderEliminarKurtz
Querido Kurtz,
ResponderEliminarSupongo que poderse, se puede, pero no se debe... En cualquier caso, ya sabe que aquí no hay reglas.
Un beso.
Querida Mrs. Botwin,
ResponderEliminarSin duda me quedo con el primer pensamiento.
El segundo me remite a un estado de desorientación, de falta de referencias claras, de cierta impotencia. Corea del Norte, el gulag... son arquetipos claros y evidentes que comparten la misma esencia con una realidad global quizás no tan clara y evidente: el mundo se ha convertido en un gigantesco y sutil gulag, los seres humanos se clasifican entomológicamente en función de su utilidad, la pobreza y el sufrimiento cada vez son considerados más como el justo castigo a la ineficacia.
En tiempos como los actuales quizás la única vía de escape clara esté situada más allá de la realidad, en el reverso de la misma. Refugiarse en las entrañas de la bestia, sin perder la perspectiva de lo que sucede en el exterior, sin renunciar por completo a la justicia poética: “Las causas por las que más merece la pena luchar son las causas perdidas”
Des-materializarse en forma de ausencia y así compartir espacio y tiempo. Me gusta mucho su reflexión Mr. Kurtz.
Mi querida Nancy,
ResponderEliminarMe quedo con lo poético. Ya sabe, con ello sí podemos dormir.
Si me lo permite añado nueva norma de la casa: Prohibido posar sobre la cama a personas, animales o cosas apoéticas.
Besos sobre la cama, darling.
Estimados comentaristas:
ResponderEliminarComparto el lado oscuro de la realidad con vosotros.
Es fácil caer el el desánimo cuando piensas en lo que podríamos ser, y lo que somos como sociedad, especie natural, o como queramos llamarlo.
Siempre nos quedará la poesía, la camas llenas, y Marte...
Gracias por su comentario MR. Grokus
Kurtz
Querido Grokus,
ResponderEliminarHay vías de escape dentro de la realidad. Surgen cuando se eliminan las imposturas, voluntaria o forzosamente. Es jodido en ambos casos.
Cuando las cosas se ponen feas por aquí, me curo las heridas con palabras. Ajenas y propias.
Las de ahora, sin ir más lejos: si existiera verdadera justicia poética no me abrazaría a la ausencia.
...
¿Baila?
Querida Mrs. rkl,
ResponderEliminarGracias por su poesía: ansiolítica, hipnótica y tantas veces analgésica.
Nos queda "Todo Amor" ¿recuerda? y, si falla, la esperanza.
Besos en pijama, darling.
Escapar a través de la palabra que cura y desnuda.
ResponderEliminarNo dude sobre la existencia de verdadera justicia poética. Dude sobre todo lo demás.
Un beso.