Existen cielos que yo jamás veré,
de blancas nubes con cuellos de cisne que parecen emerger
de la tierra como níveas flores.
Los he buscado de estación en estación,
llegué a Madrid, Nueva York y Estambul pero no llegué a una conclusión.
Ya se han confirmado mis temores.
Que duelen las horas en la oscuridad,
que fumo diez mil cigarrillos que sé que mi voz quebrarán,
que rezo y voy dibujando en ceniza una cruz,
que súbitamente caiga un rayo y se haga la luz.
Me pregunto dónde estarás,
me pregunto por qué no estás aquí.
Si me haces falta hoy que una guerra va a estallar,
dicen son tiempos de paz, pero sólo es lo que algunos llaman paz,
y sé que niña tienes miedo.
Sé que lo tienes, sé que yo lo tengo
y sé que las noches sin ti son un infierno.
Que nos parta un rayo, Rosenvinge & Vegas
&
Me pongo el uniforme y hago un esfuerzo por que otros encuentren en mis palabras, pronunciadas con prudencia, consuelo y esperanza. Cuidar de una persona que está en la cuerda floja es duro. Hacerlo sin descanso, más. Necesito librar: mañana es, a todos los efectos, sábado. El martes, domingo. Fin de semana improvisado por y para una servidora.
Me cambio de pijama y me descubro agotada e ilusionada a partes iguales. Mando seiscientos millones largos de besos encriptados y desenredo la maraña de mis temores.
Me quito todos los pijamas, me lavo los dientes y me voy a la cama. Se apagan las luces, se encienden los sueños.
La otra Suzanne L., Mrs. Nancy Botwin
Quizás algún día le cuente la historia de mi bisabuelo que murió por un rayo en circunstancias dignas de un bonito romance lorquiano.
ResponderEliminarQue nos parta un rayo, darling.
Revisando conceptos: el de "fulminación poética" no lo teníamos en la lista. Cuéntemelo, me mata la curiosidad.
ResponderEliminarQue nos parta un rayo y que nos pille con el corazón en diástole.
Supersticiones de enfermera, darling.
Si Federico hubiera conocido a Marcelo, mi bisabuelo, contemporáneo suyo, le habría dedicado el romace decimonoveno. Yo lo habría hecho.
ResponderEliminarPertenecía a familia noble pero se enamoró de la joven que limpiaba y ordenaba su casa porque también limpiaba y ordenaba su corazón. Josefa, mi bisabuela.
Fue alcalde de su pueblo. Dicen que muy querido, apodado "el alcalde de los pobres". Tenía muy buena relación con los gitanos nómadas que pasaban periódicamente por el pueblo. Les cedía siempre los cobertizos de las afueras del pueblo para acampar y pernoctar.
Mi abuelo sólo tenía dos años. Marcelo salió a la puerta de casa a leer el periódico. Un rayo - sin mediar palabra - decidió acabar con su vida. La noticia se extendió rápidamente. Los gitanos comenzaron a llorar su muerte.
En aquel momento, Doroteo, el hermano mayor de mi abuelo, volvía tras su jornada diaria en el campo. Al ver llorando a los gitanos se acercó a preguntarles:
- "El alcalde ha muerto".
Y cuentan en la familia que desde aquel momento Doroteo enloqueció y perdió la cordura para siempre.
Querida Mrs. rkl,
ResponderEliminarUna bonita historia que explica su capacidad de volar surcando los cielos hasta el lugar donde nacen los rayos para entretenerlos con poesía.
Elevo mis preces a Marcelo, su bisabuelo, para que nos envíe un rayo justiciero que nos pegue el corazón a otro corazón. Que siga siendo, donde quiera que esté, el alcalde de los pobres que no tenemos suerte en el amor.
Un abrazo, darling.