domingo, 28 de enero de 2018

Yo soy yo y mis camelancias





Lejos un trino.
El ruiseñor no sabe 
que te consuela.

J.L. Borges


&


   He empezado a escribir un libro para mis hijos. Mi vida, mi biografía. Quiero que sepan quién soy, de dónde vienen -al menos al 50%-.
* Por si me muero o enfermo de gravedad antes de que puedan acumular suficientes recuerdos de ellos junto a mí (nunca se sabe).
* Por si acaso en algún momento de sus vidas se sienten solos o perdidos y no estoy a su lado (ojalá tenga el privilegio de acompañarles en su crecer).
* Por si, llegado el caso, siento vergüenza o reparo para hablarles de algunos temas (espero que no, pero todo puede ocurrir).


  Llevo escritas seis páginas y he llorado por un semestre. He dudado sobre si escribir en presente o en pasado; dado el cariz del libro lo leerán, calculo, en 2032-2034. He hecho un ejercicio por momentos doloroso para no ahorrarme detalles; hay pormenores que en realidad son pormayores  silenciados y casi olvidados con el paso de los años. Una no se siente cómoda contando según que cosas. He intentado organizar mi vida según un guión que trascienda la anécdota o la mera colección de datos. 


  Aseguro que no es fácil, máxime imaginando lo crítico que resultará el reducido público al que va dirigido. No es sólo que sepan dónde estudié o cómo conocí a su padre; es también que conozcan qué me emociona y qué me pone de los nervios. Lo difícil que fue tenerles. Lo que pienso de las drogas, del sexo y del rock and roll. Cómo creo en Dios. Por qué escribo. Qué y quiénes me han decepcionado. Qué sueño. Qué me aterra. Por qué estaría dispuesta a dar mi vida.


  Y todo esto, que ya me rondaba la cabeza desde que vi la película Mi vida sin mí de Isabel Coixet, ha terminado de romper gracias a Hombre Revenido. Su hilo sobre Kenzaburō Ōe  - aplaudido en todo mar conocido del uno al otro confín- fue el impulso que necesitaba para lanzarme. Amor que goza; amor que duele; amor que ama. Amor.


  Ese es el detalle, querido, que no puedo explicarle en otro sitio. Porque en esta apartada orilla, más pura la luna brilla y se agradece mejor. Y porque usted, estrella mediática con los pies en la rama, sabe que esta inspiración que me ha regalado es impagable.