lunes, 30 de julio de 2012

Más magnesia




Lo bueno de las Olimpiadas, entre otras muchas cosas, es que se prestan a erigirse como metáfora de vida. Dejando a un lado el esfuerzo -no siempre recompensado- de los deportistas participantes, el posible espectador puede pasar de ellas olímpicamente o entrar por el quíntuple aro y regalarse con gusto un empacho televisivo de campeonato.


Aprovechando las últimas bocanadas de aires vacacionales, acepto ese órdago a juego repanchingada en el sofá y preparada convenientemente para la ocasión. Junto al tinto de verano y al paquete de tabaco he dispuesto una toalla para secarme el sudor y un bol con magnesia multifunción. Embadurnarse las manos con polvillo blanco facilita el agarre de la jarra helada, la sujección del cigarrito -por fortuna exento de controles antidopaje- y la escritura con tiza sobre la pizarra de la mesa. Se ahorra en tinta a expensas de encallecerse el dedo índice (no el tercero o corazón, destinado a fines de otra índole) pero merece la pena el sacrificio. Sarna con talco, no pica.


Así, al tran tran, he llenado la pizarra de anotaciones varias y parecidos razonables. Ahora sé que el uniforme de judo, creado por el Oso Yogi, no se llama kimono sino judogi. Que no es lo mismo ser esquimal o esquilmar sin miramientos que salir airoso de un esquimotaje. También que cuanto más pequeña es la pelota a golpear, más reflejos se necesitan para dar el toque de gracia al esférico.  Y, por supuesto, que ese grito del seleccionador nacional del ejército español, lanzado allá por 2006, fue premonitorio. Un visionario con su ¡Viva Honduras!


La parte negativa de este remolino de disfrutes se la lleva constatar que ya no tengo edad. Y quien dice edad, quiere decir resistencia, flexibilidad, potencia y capacidad. Yo, que fui llamada a batirme el cobre -nunca el oro ni la plata- en las más variadas disciplinas deportivas con cierto donaire (a saber: baloncesto, voleibol y gimnasia rítmica) me descubro oxidada y entumecida. Mis alardes en privado, tratando de demostrar lo contrario lanzando las mazas en el salón, se han saldado con la destrucción masiva de la cristalería de Bohemia y algún desconchón en el techo. Un desaguisado en toda regla.


Dicho lo cual, a sabiendas de que lo importante es participar, me quedo satisfecha. Y puestos a pedir medallas en los tiempos que corren, que nos den la del Cristo de los Milagros para salir de este impás de derrotismo patrio. Que hace falta más madera y menos chocolate del loro. Más magnesia, empero, y alguna esperanza a la que agarrarse.



viernes, 27 de julio de 2012

Madrid en vena




La palabra es un sacramento
de muy delicada administración.


La rebelión de las masas,
J. Ortega y Gasset



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Vuelvo, no voy a mentir, porque no me queda otra. Justo ahora, cuando empezaba a acostumbrarme a hacer de mi cuerpo un sayo a merced del viento y de mi capa jirón de verde bandera; se me acabaron el baño libre, la arena fina entre los dedos y el albedrío de los peces de colores bailándome el agua.  Dejo pendiente, queriendo decir que postergo ad eternum, recluir en la mazmorra del altillo el flotador de pato, las cremitas antiachicharramiento y la bolsa de la playa. No me encuentro con voluntad de meter en una caja a la mar y convertir este viernes en uno de ceniza, ruego comprendan.


Esta desconexión del mundo, necesaria para dejar sentir a los adentros el rugir de tripas y los bostezos en consonancia con el común de los mortales, vino acompañada de un no querer escribir que me hizo pensar poco y descansar mucho. Perder la vista en el horizonte y dejarse ir, reviviendo una de las sensaciones más placenteras que imaginar puedo, fue una maravilla. Cabalgar las olas en tierra firme tirando de memoria, del susurro de las palabras mágicas: let's go swim tonight, darling, una delicia. Ganar un par de kilos, en mi caso, más que saludable.


Curarán las palabras esta afonía temporal que aquejo por verme aún relucientes las escamas. Tiempo al tiempo.



sábado, 14 de julio de 2012

Pompas de dragón (VIII)




 Topping de fama caramelizada
[Diario de un dragón poco convencional]



Soy famoso. No como esos mindundis que salen en cualquier programilla de televisión y sólo son admirados por tres o cuatro millones de personas. Famoso de verdad, de fama internacional y ultraplanetaria. Interestelar, pecando de modesto.

Desde que salgo en la serie de televisión Juego de Tronas, no puedo dar dos zancadas por la calle sin que me pidan autógrafos a pata alzada, monedas de oro acuñadas con mi semblante y poses originales para fotografías vulgares. Cuando me rogaron que colaborara en el rodaje, en parte por mi fotogenia sin parangón y en parte por mi portentosa vis cómica en escenas de desnudos integrales,  no pensé que llegaríamos a ésto. Se ha convertido en un infierno. Hasta para tirar la basura orgánica tengo que atildarme.


Para preservar mi privacidad y poder menear la colita a mi aire fuera de la cueva y de las pantallas, he tenido que adoptar medidas extraordinarias. Las gafas de sol y el sombrero de ala ancha me parecieron en principio un camuflaje perfecto, pero por algún extraño motivo no fueron suficientes. Tuve que recurrir al maquillaje florido. Tras descartar los labios rojo fuego y el colorete a espuertas por sus pésimos resultados en aras de la discreción, encontré la solución idónea. Yema de huevo batida extendida a modo de mascarilla facial para parecer un dragón chino. El truco lo saqué de un libro, no tengo tanto ingenio. Al protagonista, un hombre de pelo en pecho regente de un tocador de señoras, le funcionaba.


Ahora puedo ir al Mercadona y usar el transporte público sin temor a que fanáticos del celuloide me arranquen de soslayo las escamas creyéndolas reliquias. Puedo dar paseos al atardecer por el centro histórico de cualquier ciudad sin que nadie perturbe mi paz bucólica. Puedo vivir tranquilo, de nuevo, siempre y cuando no olvide pasar por el taller de chapa y pintura antes de salir de casa y no se me ocurra ir a Chinatown o dejarme caer por el polígono industrial Cobo Calleja. Son limitaciones menores. Como tenel que hablal con la ele y cazal moscas con palillos. 



Dejo una foto de mis amigos de rodaje, dando fe de lo bien que lo pasamos cuando salimos al recreo después de tantos asesinatos, intrigas de palacio y cópulas salvajes. Y levanto aquí una queja, sin que se entere la productora, por lo incómodo de las sillas plegables en las que nos obligan a sentarnos. Por lo visto, según dicen, las tronas y los tronos se salían de presupuesto. Las sombrillas de playa, a las pruebas me remito, también.





viernes, 13 de julio de 2012

Cochinadas de viernes noche




La picadura del piojo no es la causante de la infección de tifus por sí sola. Son las heces que los piojos dejan sobre la piel las que rebosan bacterias Rickettsia. Cuando el humano se rasca las picaduras, extiende las heces por la herida, facilitando el acceso de las bacterias al interior del cuerpo. Por lo tanto, es posible reducir el riesgo de infección por tifus siguiendo normas de higiene y una correcta desinfección de las picaduras producidas.

 

Tifus, Wikipedia




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El fregadero se puede limpiar venciendo la huelga de celo del estropajo con buena voluntad y suficientes remordimientos, pero los libros de medicina no. Dan asquito sólo con leerlos. Lo de los atlas de anatomía, con esos cadáveres cosidos a retazos, sería para mirárselo. Las imágenes de los microorganismos, así en general, con tanta pata y tanto ojo, también. Suerte que sólo duelan en la vista y contraigan el estómago (en mayor o menor medida según la idiosincrasia personal). Si incluyeran olores, no me cabe duda, no habría quien resistiera. Lo que puede salir de un cuerpo humano es tremendo. No debo entrar en detalles.


Al problema de la náusea -ligerita y de fácil contención al menos en mi caso-, se le une el de una terminología amplísima y dificultosa. Por más años que una lleve con nombrajos imposibles en la boca, alguno siempre se atasca. Ácido tranexámico, mielinolisis central pontina, tetrahidrocannabinoles. Cruz Roja pronunciando la zeta de cruz y la erre de roja, con fluidez. Imposible. Se pongan como se pongan, especialmente los tiquismiquis de la Universidad de Stanford, la rickettsemia es y será siempre anemia de Risketos y la triquinosis, por extensión, ansiedad por devorar Triskis.


 La cosa es que, al final, una se acostumbra a todo. Porque cuando la desnudez ajena y la intimidad expuesta forman parte de tu vida, te vuelves menos "cagaorquídeas" (concepto acuñado por mi madre por unión del verbo cagar -tercera persona del singular, presente de indicativo- y el sustantivo orquídeas. No incluido en el diccionario de la R.A.E.). Los escrúpulos, que haberlos haylos, te los reservas para la conciencia. Y te vas a la cama poniéndole imaginación al tema; dispuesta a revolcarte entre el fango y en el limbo. Pensando, a qué negarlo, en cochinadas de viernes noche.


miércoles, 11 de julio de 2012

Semana rojo oscuro (casi negra)




Todos los días tienen los bordes afilados como una lata de atún
 y el cielo cuelga de un gancho de carnicero.



Héroes,
R. Loriga
 
 
 
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El carnicero que se mancha a diario las manos de sangre lo hace por supervivencia. Cada noche, obsesionado por eliminar  el rastro que se le mete bajo las uñas con agua y jabón, se araña la epidermis con un cepillo de cerdas. Todo vestigio de lucha, cuchillo en mano, se pierde al final del día por el desagüe mientras contempla sus dedos en carne viva.
 
 
El matarife que decapita gallos al alba se niega tres veces a sí mismo y cierra el pico, obligado, en cada toque de diana. Cuando asume que no es multimillonario ni lo será nunca, procede a deslizar la afilada hoja con mano firme y gesto rutinario. Bajo el mono impermeable, el gorro aséptico y las botas de media caña, luce su propia cresta a modo de homenaje exculpatorio. 
 
 
La enfermera que comprime la femoral disecada sin tiempo para enguantarse, siente el latido ajeno y tenue bajo sus dedos ensangrentados cada segundo de los quince minutos que tarda en detenerse la hemorragia arterial. Contempla la metaformosis del charco líquido en una amalgama de fibrina y evoca, por daltonismo, montones de crisálidas saliendo del letargo.
 
 
A todos, indistintamente, les crujen las rodillas, el esfínter anal y la conciencia de clase cuando escuchan que los vampiros, metidos a políticos y reunidos en el congreso de los diimputados, anuncian nuevas sangrías. Y les asalta la duda de si sería más conveniente colgarlos de un gancho y despiezarlos, degollarlos sin tiempo para últimas voluntades o dejar que se exanguinaran entre dolorosas convulsiones antes de guardarlos en el congelador y esperar para servirlos, como plato único, en la extraordinaria comida de Navidad.
 
 
Ataúdes de hielo y mucho ajo, recomiendan los expertos.
Y una estaca atravesándoles el corazón, si lo tuvieran.
 
 
 

lunes, 9 de julio de 2012

Maneras de latir




Un chaval pide monedas
para echar a la jukebox
y ha puesto quince veces
Should I stay or should I go
...

Pulgas en el corazón,
C. Rosenvinge



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Pensó que no pasaría nada por hacerse la manicura, subirse a unos tacones y adornarse las pestañas con dos gramos de rimmel. Que su sola presencia, en calidad de amiga, no vendría a remover el pasado aquella noche después de tantos años. Pero se equivocó.


Tras el cuarto desplante, y para no dar la nota entre el gentío, subió al ático desafiando el vértigo en busca de aire puro. Bebió con prisa para dejar hueco en la petaca previendo que una riada de lágrimas de hiel acabaría arrivando y fumó, por no poder escupir a la luna, para entender qué cojones estaba pasando. Apostada en los tejados de Madrid, se dejó querer por la luz de un faro en tierra; las palabras de su acompañante zigzagueando entre sus silencios vinieron a deslumbrarle la memoria. Tal vez, para él, ella siempre sería la chica más sexy del barrio. Qué sinsentido culparla por ello, haciéndola responsable de existir. Qué injustificado, después de un sí quiero acompañado de un ven conmigo a celebrarlo.


De vuelta de las calles, con la urgencia de quitarse el vestido, el maquillaje y el mal sabor de boca, se sentó en el suelo a respirar por primera vez en siete horas. Se felicitó por no haber llorado, por haber sido capaz de comportarse. Porque fue duro, jodidamente difícil, no tomar ninguna decisión. Estarse quietecita y resguardarse en un rincón.


Que más que irse o quedarse, le hubiera gustado desvanecerse en el aire. O, en su defecto, poder abrazarle sin sentirse pecaminosa tentación.



&


No sé si estoy en lo cierto, lo cierto es que estoy aquí.
A lo mejor no es decente.

Maneras de latir.






viernes, 6 de julio de 2012

La sombra del coyote es alargada



[YOU] 


Lúbrica polinesia de lunares
en la pulida mar de tu cadera.

Trópico del tabaco y la madera
mecido por las olas de tus mares
...



Geografía humana
A.González



&
 

[OFF] 


Si te quieres en verano divertir
fúmate un cucuruchito de hachís.

Enfermerita no te acuestes a dormir
sin fumar tu cucurucho de hachís. 



 El Manisero
 A. Molina por Mrs. NB






[ME]


Un día escribes que has salvado una vida y te pasas los dos siguientes azotándote por sonar tan pretenciosa.  Y sí, es verdad que estabas allí en el momento preciso para hacer lo adecuado, pero no era eso lo que querías decir. No te sientes de puta madre; es más, cada minuto que pasa piensas si hiciste lo correcto. Si te propasaste, una vez más, en tus competencias. [Porque tú, enfermerita manisera, no eres médico. Hay decisiones que no debes tomar, que no puedes tomar. Ni siquiera legalmente. Te puedes meter en un lío. Pocos médicos te respaldarán si la cagas. ¿Cuántos darían la cara por ti? Mejor no saberlo. Pero si es lo correcto, lo que hay que hacer, échale un par y sigue haciéndolo. Ok? Ok] 

Los aguajes del oficio vienen de serie.
Como esta vena mía de payasa.
Como las ganas de recorrer la lúbrica polinesia, bailando entre sus lunares.