viernes, 31 de diciembre de 2010

Fin de año sin requiebros




El momento idóneo para la recapitulación; para el resumen esbozado en tinta blanca sobre fondo negro; para volver a trazar círculos que resalten con rojo sangre lo que quedó indeleblemente escrito en el corazón. No haré listados ni enumeraciones; ciento cincuenta tardes vestida de verde y plata este año dieron cuenta de cómo embistió la vida.


Quienes saben de mi predilección natural por el lenguaje taurino entenderán...


Hubo faenas de maestro que arrancaron olés de las entrañas, cornadas que hicieron peligrar la vida antes de dejar cicatrices en el alma, ciertas dudas sobre el sentido último de cargar la suerte y dar el todo por el todo en según qué momentos, muchos rezos y supersticiones en capillas recogidas ante estampitas de imágenes diversas.

Despliegues de capote y enganchones de muleta, lances de recibo, verónicas acunando la bravura, naturales ciertamente desmayados, ayudados por alto y por bajo, pases de pecho ajustados haciendo sonar los alamares y algún atisbo de pánico que obligó a tomar el olivo. Sonaron avisos, clarines y timbales, palmas de tango, pasodobles, ovaciones cerradas y silencios sepulcrales. Coyunturas para bregar. Trances para cuajar. Derrotes, tanteos y embroques.

Por todos los que habéis sido y estado este 2010, acompañándome y permitiéndome acompañaros en la vida, me quito la montera.



Feliz año nuevo.



P.D. Agradeciendo el guiño del de arriba al traerme a mi torero. Más que fiel a los cánones, soberbio en su elección.


miércoles, 29 de diciembre de 2010

Confabulaciones sin contenciones




El dragón alado
abandonó su guarida secreta
para reinventar el cuento.



Estaba cansado de frotar sus escamas contra las paredes de piedra buscando caricias. Hastiado de lanzar llamaradas que derretían el espejo que le reflejaba. Dubitativo: no sabía si cortarse la cola o dejársela larga, tanto daba si nadie podía apreciar la diferencia. La mañana en que no sonó el despertador se desperezó con alegría inusitada. Saltó de la cama con un ímpetu encomiable -provocando un discreto terremoto- y se lavó la cara con el agua por él entibiada para eliminar los tres kilos de lágrimas secas que adornaban sus ojos. Las dejó ir montaña abajo sin pensar en recogerlas para el trueque en el mercado: ésa era su principal fuente de ingresos. Se cotizaban caras las legañas de dragón entre las brujas y los cuentistas.


Aseado con esmero se preparó un buen desayuno. Nada de hormigas garrapiñadas ni pastel de setas pútridas con yogur mohoso. Chocolate con churros, un capricho salvaje. Se sentó en su hamaca favorita y encendió con un bostezo la chimenea y el primer cigarrito del día. Detuvo la mirada en las pilas de libros esparcidas por el suelo enmoquetado de su gruta; le gustaba andar descalzo y no supo montar las estanterías que compró en Ikea. Se preguntó si alguna vez esos condenados suecos incluirían instrucciones en dragoélico y un extintor de emergencia para apagar igniciones derivadas de blasfemias. Repasó lo escrito en sus cuadernos, pasando por alto el toque kitsch de los bordes apergaminados y sacudiendo los restos de ceniza: necesitaba encontrar a la dragona de sus sueños.



Antes de salir a surcar los anchos cielos, dejó puesto el lavavajillas y prendió dos varillas de incienso. Olía a cerrado en aquella cueva. Se acercó hasta el cibercafé más próximo, a escasos diez mil kilómetros, y se registró en la web de contactos míticos. Le costó dar con las palabras precisas para anunciarse: "Dragón en edad de merecer ofrece fuegos sin artificio además de artificiales que iluminen las noches estrelladas y calienten escamas ajenas al contacto con las propias. Edad: mayor de dieciocho centurias. Peso: el específico, en toneladas. Aficiones: corretear por veredas, cocinar a fuego lento, fotografiar a lente templada y volar con la imaginación. Absténganse locas por Dragó y obsesas draconianas." Subió su mejor foto -no era la fotogenia su mayor virtud- y resopló de alivio. Hecho. La exhalación involuntaria calcinó la conexión wi-fi que flotaba en el aire; le costó siete mil piedrólares contentar al encargado del antro en cuestión, pero los pagó con sumo gusto y salió a respirar el aire libre. Para aliviar también el peso de tanto piedrolar suelto, compró un portátil: mejor conectarse en su camarote-cueva. Con él bajo el ala derecha se dio una vuelta por Damasco y volvió a casa a preparar la comida.



Y entonces ocurrió. Una dragoncita solitaria disparó con su arco certero una bola de fuego y esparció sus palabras serpenteantes por el vacío infinito para que fueran a su encuentro. Hablaban el mismo idioma; leían y escribían el mismo cuento. Tenían ambos en la memoria un érase una vez que no acabó con perdices ni su rima. La oportunidad del presente y su regalo para que al colorín colorado le siguiera un este cuento ha comenzado.



De la fábula y la tentación,
contigo y sin contención,
en nuestro soñado cuento.


viernes, 24 de diciembre de 2010

Nochebuena en paz




Mi guitarra acústica se sincera:
anda prendada de una guitarra eléctrica.
Le arranco las palabras,
melodía de amor,
llevándola contra las cuerdas.


Tenemos la mala costumbre de creer que lo que encontramos atractivo en nosotros mismos es lo que resulta atractivo a los demás. No van por ahí los tiros. Los otros se fijan en lo que ni siquiera sospechamos y disfrutan con ello a pesar de nuestra ignorancia. Así, sin darse ninguna importancia, cuatro palabras concatenadas dan con la contraseña. Sin que quien las pronuncia sepa de su alcance, de su hondo calado en quien las escucha. Se abre la vida, con un par, a la quimera.


Es entonces cuando la guardia en el hospital de campaña improvisado en las cercanías de las trincheras -zona de guerra, recuerden- se antoja apetecible por más que hoy sea Nochebuena y mañana Navidad. Ondean banderas blancas, jirones de sábanas y sudarios, anunciando la llegada del redentor. Mi niño, con permiso.


Cierto que nunca bailamos en Auschwitz. El calor del infierno de los últimos inviernos se evapora ahora. Más cierto aún que, tras tantas batallas, esta paz recién estrenada sabe a gloria y huele al fin a napalm. A victoria.


Es tiempo de celebrar. Aquí, en atención a las circunstancias.

martes, 21 de diciembre de 2010

Solsticios sin calendarios





Oh sí, claro que sí,
un pitillo ahora
para contemplarla borrosa.
Tanto humo entre la bruma...



Nena, no estás loca de atar. Quizás más de amordazar. Tú dirás que las ranas no hablan. Yo responderé que las palabras requiebran a la hipoxia con un boca a boca silencioso.


Elevo a la enémisma potencia mi sagacidad para percatarme y dar cuenta del misterio. Busco pistas entre las huellas dactilares dibujadas en teclados y en el reflejo de espejos bruñidos por el tiempo. En lo cinematográfico: cada vez que Bob Hope besaba a Hedy Lamarr en Mi espía favorita a ella se le hacía una carrera en las medias. En lo literario, una golosina para gourmets en forma de rapsodia : "quizá la encuentre él tibia, tímida, infantil; fuera de estos muros hay otras amantes, hay tigresas, gatas sensuales, panteras lúbricas con las que ruge de placer, en un desenfreno de gemidos, de gimnasia erótica, y cuando todo ello acaba, siente que ha reinventado el mundo, está henchido de orgullo, henchido de fe en su propia virilidad. Pero ella goza con un goce más profundo, un goce mudo: se entrega, se entrega del todo, recibe religiosamente. Y en el silencio de las iglesias alcanza todo su apogeo, casi a escondidas, porque sólo necesita eso: su presencia, sus besos."


Las ranas no hablan, dirás. Yo responderé, apostada en la orilla. Desde mi libertad trabada con la tuya, en un boca a boca de palabras silenciosas.


sábado, 18 de diciembre de 2010

Ordeñando mapaches




Sí, no sé nada de Star Wars.
Sí, nunca aprendí a jugar al ajedrez.
Sí, las estrellas luchan a sangre y fuego.
Y sí, las contiendas se enrocan en mitología.



Todo lo que sé de los mapaches es que no es recomendable tener sus ojos si uno no es capaz de afrontar una fractura de base de cráneo con la misma alegría que le pondría a superar un catarrillo al uso. Nada de sus habilidades trepadoras ni nadadoras. De su necesidad de estar cerca del agua. De su cola anillada siempre en número impar.


Mientras hago repaso y completo mis deberes, las pérfidas musas se van de paseo. Mantengo la cabeza erguida con la misma voluntad que me acompañaba las largas noches de estudio. La misma que me sigue cual escolta privada cada noche de guardia. Alevosía de ésta, mi enfermería. Voluntad para que las yemas de mis dedos se mezclen con las claras antes de caer abatida y batirme en retirada. Para jugar a ser Reina de las Amazonas, incluso en la República.


jueves, 16 de diciembre de 2010

Preposiciones honestas



En el cuaderno de bitácora de Tirso de Molina
...

J. Sabina



Anda la poesía haciendo el trabajo de un Cupido que debió quedarse en paro o fue prejubilado. Pluriempleo éste de la justicia poética que sabe a mar salada, a sal amada. La rima que insinúa quiénes somos -nosotros, vosotras, nosotras- se regala un vestido travieso en sus transparencias y permite ver más allá sin renunciar a la discreción ni a la elegancia.


Por arte de birlibirloque o por un extraño embrujo, el contoneo de la prosa asonante resulta consonante y se le suma -en adición adictiva- un cara a cara que no deja lugar a dudas. Un cuerpo a cuerpo soñado, imaginado sin excusas ni tibiezas, deseado hasta rayar lo patológico y anhelado con cada inhalación.


Esnifando estamos, los unos y las otras, la espuma que dejaron las palabras en el mar. Ese cosquilleo de la danza acompasada y entregada de las mariposas en torno al ombligo. Tirando a la izquierda; huyendo del frío; al calor de la única luz que ilumina tanto como calienta. La del corazón.


Para ti. Por ti.

martes, 14 de diciembre de 2010

Bailando en binario



No deja de ser curioso
que Tirso de Molina
rime con
Naranjas de la China.



Comprobé esta misma tarde que mi corazón aguanta la friolera de 140 lpm sin dar señales de alarma. Debí desconectarla en sueños. Todo ocurrió sin previo aviso, como viene siendo costumbre últimamente.

Andaba yo tranquilamente haciendo la compra en el supermercado (ocho de la tarde, estado semicomatoso) cuando recibí una llamada mientras curioseaba por la sección de congelados. Creánme si les digo que seis letras en la pantalla del teléfono fueron suficientes. Leí su nombre, abrí el aparatito y me convertí en máquina de generar calor. En breve inciso aclararé que el hecho de que se derritieran hasta los helados me pareció lo de menos dada la situación.

Oír su voz e intentar retener el mensaje, eso era todo lo que tenía que hacer. Demasiado complicado. El corazón distrayendo con un palpitar desbocado. Dándole más emoción al asunto.

Al colgar, misteriosamente, estaba en otro pasillo. El carro se había llenado solo. Lo llevé hasta la caja con serias dudas de si era el mío o le había dado a alguien el cambiazo por confusión. El rojo pasión quemándome los ojos de esa Flor de Pascua me convenció. A pagar. Todo menos los besos, que no pasan por caja.

Por sus 120 este té-quila. Mañana más y mejor.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Los mismos espejismos




Es triste, pero jamás comprenderé las aspirinas efervescentes, los alcaselser y las vitaminas C. Jamás comprenderé nada efervescente porque una medicina efervescente no se puede tomar mientras efervesce puesto que parte de la pastilla se te pega al paladar y qué cosquillas, por lo demás totalmente desprovistas de propiedades terapéuticas. Si en cambio se la toma una vez ha efervescido ya no se ve para qué sirve que sea efervescente. He leído mucho los prospectos que acompañan a esos productos, sin encontrar una explicación satisfactoria; sin duda la hay, pero para enfermos más inteligentes.


En un vaso de agua fría o preferentemente tibia, Julio Cortázar


&


Tiempo para delinquir: porque sisar se parece a susurrar, robarte a probarte, hurtar a disfrutar. Distraer podría valer, también deja los nervios a flor de piel. Sin pedir permiso, con previo aviso. Convenientemente anotada en el cuaderno de viaje la advertencia y su petición amable. En el mismo cuaderno, un "quiero jugarme el tipo por ti y contigo" se come una página. Otra más para dar cuenta de la locura: escrito en cursiva el nuevo concepto acuñado en un estado de puertas y ventanas abiertas a las sonrisas, a los maullidos y a las poses felinas. Brillantotismo: dícese del brilli-brilli inexplicable que reluce en las manos después de pelar mandarinas. Abriéndose paso la obsesión: ¿cómo andará Jordania de cobertura? Mares de tinta en papeles desiertos. Efervescencia y cosquillas entre muchos nosotros. En este otro cuaderno, hoy, transcribo. Es de recibo. Si quiere denunciarme tendrá antes que besarme. También se lo digo, querido.



Don't stop dancing, Mrs. Nancy Botwin

jueves, 9 de diciembre de 2010

Tú, razón de mi corazón




Tus puestas de sol
en mis amaneceres.



miércoles, 8 de diciembre de 2010

Dieselman?




"Voilà, ma petite Amélie, vous n'avez pas des os en verre.
Vous pouvez vous cogner à la vie.
Si vous laissez passer cette chance, alors avec le temps,
c'est votre cœur qui va devenir aussi sec et cassant que mon squelette.
Alors, allez-y, nom d'un chien!"

Raymond Dufayel



&


Cuando lo que deseo abandona el disfraz de realidad imposible y se viste de realidad plausible me dejo llevar por la fantasía. Lanzo las campanas al vuelo.

Finalizado el gran repique y con los pies más en el aire que en el suelo, empiezan los nervios. Se me llena la capa de inseguridades y me da vueltas la cabeza por soñar tanto despierta. Aterrizaje de emergencia. Paso a la cabina, me pongo algo menos sexy que el traje de heroína de cómic y vuelvo a casa. Preparo un café deskriptonizado y me refugio en la poesía que adorna las paredes: "Me quedan fuerzas". Un ticket de la compra sirve de chaise-longue para el psicoanálisis furtivo: ¿Manzanas a mí? No puedo resistirme. Escrito con buena letra, entre tres y tres mil veces. Entonces recuerdo que tampoco mis huesos son de cristal. Que más allá del Edén continúa el Jardín de las Delicias.

Reitera la voz en off...
¿A qué espera? Ande, vaya a por él.


P.D. Fotografía de Mrs. rkl, gracias darling.

lunes, 6 de diciembre de 2010

¿Merienda-cena?



Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela. Antes de morir, le reveló su secreto:
-La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé:
Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.

El libro de los abrazos, Eduardo Galeano


&



La que escribe y suscribe se adscribe a la duda que subraya ese quizá nosotros... Una duda infundada, o fundada sólo en el temor, que se entretiene esta tarde de lunes constituido y reconstituyente dándole vueltas a las palabras hasta dejarlas rendidas en la lona.


Tal vez sería más correcto decir que no escribo todo lo que soy por más que sea todo lo que escribo. De lo que me guardo: está deseando salir del escondrijo y ser compartido. A buen entendedor no le hace falta cucharilla, cuchillo ni tenedor.

Con las manos y un babero, Mrs. Nancy Botwin

sábado, 4 de diciembre de 2010

Retórica y erótica



"El Servicio de Inteligencia de Ítaca deja micrófonos escondidos entre la válvula mitral y los surcos que circunvolucionan y revolucionan los ensueños... Los afectados se muestran expectantes e ilusionados".


Apenas ha amanecido. El equipaje ya está recogido, con cada miedo mal doblado en la bolsa de la ropa sucia. En el bolsillo del pantalón puesto queda hueco para un visado que, al ser besado, abre fronteras. Las de Ítaca incluidas. Seguimos de viaje allá donde acaban los mapas.


Poco dadas a holgazanear, las moscas desayunan bien despiertas. Les gusta el té, aunque no tanto como los terrones de azúcar. Cuando se posan en la cucharilla recién salida de la boca, prueban el aguardiente que aún dormita en la saliva. Recuerdo tibio del incendio de una noche. Misma latitud, mismo instinto meridiano. Recién abiertos los ojos a la luz del nuevo día. Una servilleta se presta al juego: santo y seña para el viaje a los confines. Lo utópico se disuelve en lo atípico de un sonreir que no cuesta trabajo.


Un descanso, aquí y ahora, para repostar y apostar de nuevo. Una parada técnica para sincronizar latidos. Al asiento de atrás las dudas. En el de delante no caben: está lleno de ganas de interceptarnos.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Esnifando poeta




Rompo la línea habitual del blog y salgo por peteneras. Anoche Mr. Bunbury volvió a Madrid y yo acudí con ganas de oírle cantar y de acompañarle a voz en grito en cada verso. Tengo tanto de mi vida vinculado a sus letras musicadas que escucharlas en directo me emociona.

Aguanté sentadita las tres primeras canciones, pero el rock que corre por mis venas y que caldeó el ambiente inmediato de un gélido recinto (¿no hay calefacción en el Palacio de los Deportes?) me obligó a bailar en el sitio: poco más de diez centrímetros de "espacio vital" fueron suficientes.

Paso por alto su imagen excéntrica y provocadora, que creo no necesita, y me concentro en su forma de cantar lo que canta. El sentimiento que traspasa el umbral de lo íntimo y se disuelve en el aire cuando vibra en sus cuerdas vocales. Ante mis ojos, sube desnudo al escenario y explota: en dolor, en esperanza y dudas, en insurrección, en agradecimiento... En poesía de difícil factura.

No hago proselitismo barato: no busco adeptos a la causa, ya sobran. Sólo intento destapar lo velado bajo laca de uñas negra y un sombrero de cowboy adornado por una calavera. Transmitir lo que se mueve en mí cuando mis botas chocan contra el suelo, les siguen mis caderas y levanto la mano hacia él proclamando y ratificando lo que siento como propio. Porque este hombre, que cita la justicia poética en al menos tres de sus canciones, me despierta del letargo.

Les dejo, en suma y sigue, algunos fragmentos a vuela pluma;

Ya no hay nada que temer, ya no hay nada que enseñar, se precipita mi debilidad hacia la noche lenta del amor.

Ella me dijo adiós, no es posible el amor como una destrucción. Si hay incendios de mañana ya no hay lucidez sin esperanza. Por estar en cualquier parte, salvo aquí, fui un turista de la belleza. Las cosas que uno hace para vivir y no perder la cabeza.

Las olas que rompen en el arrecife parece que marquen un ritmo de vals.

Este mapa de incauto navegante... Este canto de sirena exclusivo...

No soy objetiva, lo sé. Este caballero es habitante de mi sangre desde entonces, recién pasada la adolescencia, hasta ahora. Y ahora, que el tiempo ha pasado, doy gracias porque, a su modo, siga dando lo que es.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Procacidades mimadas



Lo que me gusta de tu cuerpo...

Lo que me gusta de tu cuerpo es el sexo.
Lo que me gusta de tu sexo es la boca.
Lo que me gusta de tu boca es la lengua.
Lo que me gusta de tu lengua es la palabra.


Papeles inesperados, Julio Cortázar


&



Mi cuerpo, hechuras de bailarina; uno sesenta y siete metros, con transbordo largo en el ombligo. Cincuenta mil gramos atrincherados, reticentes a la suma, dispuestos a la batalla.

Mi sexo, paraje profanado en vías de restauración; un pasadizo secreto de paredes almohadilladas y suelos húmedos, que huele a misterio y se repliega en sí mismo. Laberinto del tropiezo y del acierto.

Mi boca, balanza de miel y hiel; puerta giratoria con entrada a la dulce gloria y salida a la amargura. Recámara humeante de balas de fogueo; paso obligado, similar al canadiense, para cada suspiro ahogado; desván de los silencios, enredadera del alma.

Mi lengua, mapa del instinto indómito; la que contenerse no puede si siente que quiere, la que lame en suave caricia si decide salir de su guarida. Impúdica, incoercible, infatigable.

Mi palabra, principio y fin del abismo.


Jugando con nieve y fuego, Mrs. Nancy Botwin

sábado, 27 de noviembre de 2010

Sin té la tertulia





Pensamientos deslavazados llaman a la puerta en esta noche de sábado. ¿Se puede? Cómo decirles que no, pónganse cómodos. Si que se está calentito aquí, comentan. A mí me lo van a decir, me digo sin palabras. Les ofrezco algo de beber, se recuestan en el sofá y empieza la charla.


El primero en hablar, el más sociable y dicharachero, es el pensamiento irónicamente divertido: cuenta la historia de un guardia civil destinado en Bilbao que se enamoró de una abertzale. Vaya papeleta. Discutimos acerca de los principios éticos que rigen en el amor, de las escasas vías de escape cuando se cae en sus redes. Entre risas y colores incipientes en las mejillas, destronando la palidez violácea que le pone cara a los 4ºC de este otoño, me arranco con un nuevo concepto: amortzale. Ni siquiera sé bien qué significa, pero suena tremendamente poético y encierra un poso de lucha a corazón abierto.


Más tarde, hilándose palabras y emociones, es el pensamiento agorero el que interviene. La mirada triste y descreída, ligeramente angustiada. Se justifica innecesariamente por venir a colación. Oigo palabras sueltas que no termino de comprender: escucho que cuenta algo de Corea del Norte. Después se detiene en "el paso de la oca", que nada tiene que ver con ir de puente a puente y sí con dejarse arrastrar por la corriente y esboza lo oscuro de "la marcha de las antorchas". Sobrecogedor; tanto como la clasificación de la población en ciudadanos ejemplares, oscilantes e incorregibles. Cuando al fin escucho la palabra gulag, empiezo a comprender que pertenecer a la brigada nº 1 de verduras no es ninguna bicoca. Cómo está el mundo, queridos...


Animados por saber que aún quedan reservas de vino, siguen comentando. Por mi parte, apuro la segunda copa y lío con solvencia dejando libre mi lengua para pegar hebra en lugar de goma arábiga. No tiene ninguna relación, pero llamó mi atención: el ánsar indio vuela a más de nueve mil metros, por encima del Everest -donde casi no hay oxígeno-, para migrar del Tibet a India. Enlazo sin ceder el paso en mi particular rotonda de neuronas y motoneuronas. El último hombre que puso su pecho desnudo en mi pecho, con un ímpetu colosal, declamaba mirándome a los ojos:

Si me quitas el oxígeno, moriré.
Si me quitas el ceodós, no podré respirar más.
Si detienes mi máquina de amar, pararás mi sangre.

Le doy a mi voz impostada un toque teatral, observo la ausencia de parpadeos y siento el silencio. No les dije, aclaro, que mi pecho no estaba desnudo, que lo que le estaba haciendo a ese hombre era literalmente un placaje y que de placentero no tuvo nada. Nada salvo escucharle y desear que ese hombre fuese otro hombre, que no estuviera realmente loco y que, de darse las premisas anteriores, también mi pecho estuviese descubierto como el suyo.

Puesto que empiezo a ver miradas ausentes, melancolía y bostezos disimulados a duras penas, informo de las normas de la casa. Duerman donde puedan e intenten no roncar. Desde y hasta el momento que estimen oportuno. Quédense con lo poético, les digo. El resto no lo podemos cambiar, hay que vivir con ello. Y sin ellos, ninguno, me voy a la cama. Me abrazo a la ausencia que duerme a mi lado y, juntos, reinventamos el poema: golpe a golpe, verso a verso, beso a beso.


Un guiño para quien sepa leer entre líneas. Sensual y descarado.


viernes, 26 de noviembre de 2010

Lavanda & Sacher




Este diálogo, por más que conversen tres personas, merece ser leído. Sé que es largo; recomiendo a quien empiece que siga hasta el final. Siempre me pareció una maravilla, espero lo disfruten.


Carlos y Fernando entran en la biblioteca y se fijan en un letrero sobre el mostrador: Tutti Tudela.

[Fernando]: (Tose)

[Tutti]: (Estaba de espaldas, buscando algo en una estantería. Se vuelve hacia Fernando) Acompáñenme, les voy a hacer unas fotocopias. (Los tres avanzan por un pasillo) Les voy a dar una tarjeta mía para que la entreguen a Suárez Vela. Tiene una plantación de lavanda inglesa, pero ya no la explota. Se compró una bodega en Mendoza; el vino es mejor negocio. Igual le va a tener que pelear el precio porque es muy agarrado... Yo lo conozco muy bien. Es mi ex marido.

[Carlos]: ¿Por qué le dicen Tutti?

[Tutti]: No. No me “dicen”, me llamo así... En Uruguay no tenemos nombres prohibidos como ustedes (dice con retintín).

[Carlos]: Yo tengo un amigo que le pusieron Peñarol.

[Tutti]: Yo soy Tutti porque a mi mamá le gustaba mucho la música clásica (dice, dirigiéndose a Fernando, aunque éste no ha cruzado aún palabra con ella). Lo que más le gustaba, le enloquecía, eran los ‘tutti’ de las orquestas, cuando tocan todos al mismo tiempo y a todo trapo (Fernando asiente). Nací sin avisar y mi mamá estaba sola, y se puso nerviosa cuando le preguntaron qué nombre me quería poner... y le salió “Tutti”. Y después mi padre la quería matar, pero ya estaba puesto. (Carlos y Fernando se ríen).

[Fernando]: Es muy simpático.

[Carlos]: ¡Le va muy bien!

[Tutti]: (Tutti vuelve al tema que les ha reunido) Aunque la esencia de lavanda sea muy buena, siempre conviene mezclarla con partes mínimas de otros aceites, porque eso es lo que le da potencia. Tengo un libro de química industrial donde está todo muy bien explicado. Se lo puedo prestar, pero con la condición de que me lo devuelva (hay un cierto coqueteo en la mirada de ella)... porque no es mío, es del instituto.

[Fernando]: Muchas gracias. Tomo nota de lo que me sirve y se lo traigo. Y si hay algo que no entiendo, le pregunto. Veo que usted sabe mucho de perfumes.

[Tutti]: Sí... casi tanto como usted de mujeres (dice, sonriendo).

(Fernando se queda perplejo ante el comentario de Tutti, y ella se explica)

[Tutti]: Con una sola mirada, muy discreta, me examinó de arriba a abajo, y creo que no le pareció nada mal lo que veía. ¿Me equivoco?

[Fernando]: (sonríe) O usted es muy sabia o mi mirada está perdiendo la discreción. Tal vez porque no esperaba encontrarme con alguien que despertara en mí un inequívoco sentimiento de lujuria.

[Tutti]: Usted también es una presa que una mujer sin prejuicios estaría muy dispuesta a conquistar...

[Carlos]: (en tono irónico) Si quieren sigo yo con las fotocopias y ustedes se van a tomar un café o algo...

[Tutti]: A mí me quedan unos cuantos prejuicios... Este momento no debe pasar de ser un intercambio muy agradable de elogios eróticos. Puro coqueteo entre dos personas con mucha experiencia.

[Fernando]: Experiencia no implica conocimiento... (negando con la cabeza) Yo no sé nada de mujeres.

[Tutti]: Y eso es una mentira elegante... Un caballero no habla de ciertas cosas.

[Fernando]: Las pocas mujeres que conocí en mi vida, las admiré, las observé, intenté descifrarlas... Nunca dejaron de ser un misterio. Nunca dejaron de sorprenderme. Pero lo único importante es disfrutar de su presencia. (Tutti se derrite) No me di cuenta enseguida, pero... un tiempito después aprendí a escucharlas, a valorar los silencios, las miradas; esos momentos en los que parece que no pasa nada y pasa un mundo... Aprendí a respetar su intuición, su inteligencia... y aprendí a amarlas.

[Tutti]: (muy impresionada por el discurso de Fernando) Le quiero advertir que el nivel de mis defensas está bajando peligrosamente... No se pueden decir esas cosas así, como si nada.

[Carlos]: Yo me voy... espero en el coche.

[Fernando]: (deteniendo con la mirada a Carlos, se dirige a Tutti) Llevo cuarenta años casado con la misma mujer, y le soy fiel.

[Tutti]: No soy chismosa. No es necesario que me mienta.

[Fernando]: No le estoy mintiendo. Nunca me obligué a serle fiel a mi mujer. No es una norma o ‘pacto’ a respetar. Con Lili, con mi mujer, siempre dijimos que, si alguien se cruza con alguno de los dos... mala suerte. Pero sin mentiras. Estamos juntos porque queremos, nadie nos obliga. Nos obliga a ser leales... Ninguna de las mujeres que conocí después de Lili le puede ganar... Las miro, las puedo admirar; me puede asombrar encontrarme a alguien como Tutti Tudela, porque yo estoy abierto a lo que sea, a lo que pueda pasar... Pero no hay caso. (sonríe, casi con resignación) Lili Gana. Lili ganará siempre.

[Tutti]: (visiblemente emocionada) Tengo la sensación de que, cuando habla de mujeres, está hablando de una sola mujer.

[Fernando]: (entre un pequeño ataque de tos) Sí... puede ser, sí.

[Carlos]: Debo advertirle, mi querida Tutti, que el discurso de mi amigo es una gran mentira, (Tutti mira, seria, a Fernando) magistralmente armada para seducir mujeres hermosas como usted.

[Tutti]: (dirigiéndose a Fernando) Me gustaría mucho conocer a su mujer. Quiero dejar de ser discreta por una sola vez y contarle todo lo que usted me dijo... ¿Ella lo sabe?

[Fernando]: (pensativo) No... Nunca se lo dije, pero Lili... Qué se yo... Nunca se le escapa nada.

[Tutti]: Dígaselo.

[Fernando]: No sé si puedo... Por ahí... se lo escribo...

[Tutti]: Eso también estaría bien. Pero hágalo pronto... Esa mujer no se merece que la hagan esperar tanto.


Lugares Comunes, dirigida por Adolfo Aristarain en 2002.


jueves, 25 de noviembre de 2010

Huyendo del frío




Éste es el único regalo que pediré en mi carta de este año. Un libro: Entre cartones de Raquel Bullón Acebes. La escribiré en un folio blanco, con pluma e ilusión. Tanta como la de la autora, mimando cada detalle y cuidando cada palabra. No llevo comisión, es sólo que me conmueve.


Tenía guardada una plantilla de esas que incluyen los folletos de juguetes en la contraportada, pero me quedé sin ella cuando en abril decidí dejarla cumplimentada en la mesa del despacho de mi Jefe de Servicio. Firmada, of course. Me pareció que ocho meses serían suficientes para que encontrara mi "regalo": manómetros, más de uno para todos. Pensé que quizá recurrir al humor surrealista podía lograr lo que no conseguí razonando, justificando e insistiendo hasta el hartazgo. Y funcionó. Me llevé la regañina de la Jefa de Enfermeras y, tras ella, el guiño pirata del jefazo omnipotente. Llegaron a buen puerto mis ansias y solté del amarre mis risas, no necesariamente en ese orden. Hay que arriesgar, no queda otra.


Querida Raquel: algún día tendré su libro entre mis manos y será mi ansiolítico de sábado noche. Gracias por el esfuerzo, por compartir quién es usted y por abrigar mi corazón ahora que llega el invierno.


Durmiendo entre cartones, Mrs. Nancy Botwin

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Látex por los suelos




Érase una vez una rata que entró en una peluquería...


Diecisiete centímetros de cuerpo seguidos de veinte de cola y una aventura a su medida, al amparo del destino.

Se jugaba un escobazo en la cabeza. Traumatismo craneoencefálico ratonil severo: al hoyo.

Tal vez fenecer ahogada en el lavabo a manos de una aprendiz de estilista con fobia a los roedores, empeñada en lavar sin miramientos todo su pelo en conjunto. Mejor por partes, por experiencia: especial atención a los delicados bigotes.

Si lograba pasar inadvertida para el común de los humanos, era probable que encontrase los ojos fijos del gato de la Sra. Begoodíes. Siempre el pelo sedoso y limpio, cuidado. Qué ganas de ponerle el cascabel aún a riesgo de llevarse un arañazo...

Pero le pudo un pecaminoso instinto diferente a la lujuria: debajo del carrito de las mechas, con sus platas, estaba su droga. Oscuro objeto de deseo. Se reconocía adicta a los rizos con sabor a queso.


Para Jarita, por su frescura y sus ganas de jarana. Aceptado el duelo.


domingo, 21 de noviembre de 2010

¿Sin relojes?





Sunday (Times),

08:25 Me visto. Vaqueros, botas rojas de agua, camiseta blanca, trenca azul marino. No me quito las medias de compresión. Cierro la taquilla, echo a lavar el uniforme, me despido.

08:30 Salgo a la calle: buenos días aire libre, qué frío. Calefacción y música altas, un cigarro. Antes de aparcar la noche y el coche paso por "Susi". Pan caliente y bollos recién hechos. Ascensor: vaya cara, le doy la espalda al espejo.

09:05 Casa. Al fin. Tiro la ropa en la mecedora, fuera medias. El pijama parece recién sacado del congelador. Un café descafeinado para entrar en calor y un cruasán frente al ordenador. Miro el blog, el "no blog", el correo y El País.

10:10 Cama. Dientes. Férula. Agua. Libro. Persiana hasta abajo. Luz de la mesilla. Despertador, 16:10 h.

15:55 ¿¿?? Domingo, saliente, casa. Mínima ubicación temporo-espacial. Así despierto habitualmente. Hambre. Comida de mamá (gracias). Sofá y TV: Harry Potter y no sé qué cuantitos. ¿Sueño otra vez? No, por favor, clemencia. Enumero en una lista lo que debería hacer si venzo la pereza. Domestic works, qué remedio.

17:00 Enciendo el ordenador. Sólo mirar una cosa.

17:30 Clic en suspender equipo. Qué ganas de tocar la guitarra.

18:20 Ya, no puedo retrasarlo más: lo de siempre y lo que todos. Limpiar suciedades de superficies diversas. Arreglar el desagüe del fregadero sin el título de fontanería. Doblar, guardar, tirar, ordenar. De fondo algo divertido: Los frenillos. Pop de los 80 que prohibirían en el 2010. Un poco de vidilla.

21:10 Relax. Aprobar al equipo después de "suspenderlo": contestar con gusto a los invitados al baile, retocar nuevas fotos (blanco y negro, sombras, realces, recortar, guardar, exportar), ver dos videos. Pasar por el no blog: tres minutos y apagar corriendo. Pases: 2.222, inquietante.


22:05 Escribir. Mezclar, liar, prender. Secuencia de por sí relajante. Pensar en acabar para darme una ducha. Agua templada en la piel. Desconectar. ¿Plan? Preparar la cena y dar cuenta de ella: pollo asado con limón, arroz, yogur y mandarina. Probar con la TV, a ver si hay algo interesante. Llamar por teléfono. Leer: último capítulo de La tía Mame, muy apetecible. Confiar en que no me den las cinco de la mañana despierta. Mañana debería madrugar (despertador a las 10:15 h). Sonreir, sabiendo que soñaré...



Diario de Botwin, Nancy.



sábado, 20 de noviembre de 2010

El velo del murciélago





Escribir un poema se parece a un orgasmo:
mancha la tinta tanto como el semen,
empreña también más en ocasiones.


Tardes hay, sin embargo,
en las que manoseo las palabras,
muerdo sus senos y sus piernas ágiles,
les levanto las faldas con mis dedos,
las miro desde abajo, les hago lo de siempre
y, pese a todo, ved: ¡no pasa nada!


Lo expresaba muy bien Cesar Vallejo:
"Lo digo y no me corro".
Pero él disimulaba.


A veces, Ángel González



&


Pasaban las once de la noche cuando se arrodilló ante mí para anotar la petición en su libreta: "quiero un orgasmo, tráigalo sin prisa". Y lo trajo, calentito; él era el camarero, yo sólo pedí un postre.

Seguirán los cielos empalmados si bailan cada noche los murciélagos rozando con sus alas las estrellas. Dispuestos a dejar caer su velo, ahuyentando con su danza la ceguera.


Resbalando mi tinta, Mrs. Nancy Botwin.

jueves, 18 de noviembre de 2010

De elipsis y sicalipsis



El día en que cambiaron las reglas del juego yo debía estar, como hoy, saliente de guardia; demasiado somnolienta y aturdida para aprenderlas. Me quedé en Sicilia, 1925, donde Las chicas de oro no necesitaban grandes escotes y tacones de vértigo para resultar atractivas. Es más, la mujer que hacía de ello su mejor arma entre aquellas cuatro damas, resultaba la más tonta y la menos deseable, al menos a mis ojos.


Sé que los tiempos han cambiado. Tanto, que una no puede definirse como sicalíptica y confiar en que alguien lea renunciando a la elipsis, sin confundir ni fragmentar. Tanto, lamentablemente, que hay que saber venderse y esperar al mejor postor.


¿Qué juego es éste?
¿Quién marca sus reglas?
Me siento zahorí buscando agua en el desierto; guerrera temerosa de quitarme el escudo y tener que parar las flechas directamente con mi pecho; sirena nadando al límite de sus fuerzas en un mar peligroso y abierto, atestado de tiburones y filibusteros.


Un hombre hecho y derecho, joder. Un marinero dispuesto a sacarme de esta isla o a perderse en ella conmigo. ¿Es pedir tanto? Supongo que sí; eso, como otras tantas cosas, ya no se estila. Cambiaron las reglas del juego, pero no va conmigo hacer trampas para ganar la partida.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mi vergüenza torera





"En el toro hay que tener vergüenza torera:
antes que perderla,
prefiero tomar otro camino".


L. Mazantini


[[Aquel que con razones más que justificadas para aliviarse, intenta por todos los medios hacer las cosas bien -incluso arriesgando su propia vida- tiene vergüenza torera. ]]



No sé si la tengo o no.
Sé que toreo poco.
Que si decido salir a la plaza me juego la vida.
Sé a qué huele la muerte.
No es metáfora.


Mrs. N. Botwin

martes, 16 de noviembre de 2010

Será un placer...





Apresúrese pequeña, están todos esperando.
No se vista. Por esta vez nadie se sorprenderá de que se presente desnuda. Sé que no puede verme, apenas distingue aún claros y sombras. Tampoco entenderá el sentido último de mis palabras hasta dentro de muchos años. ¿Nadie le habló de mí en este tiempo? No importa; ahora tenemos que ocuparnos de usted y de su recién estrenada existencia.


Me presentaré, querida.
Soy Mrs. Nancy Botwin, su hada madrina. Encantada de su llegada y aliviada porque su primer respirar haya resultado sencillo. Deje que la acune entre mis brazos y quédese dormida. En lo sucesivo, tendrá que cerrar los ojos para encontrarme. No está de más que vaya practicando. No llore, le aseguro que es mucho más sencillo de lo que parece.


La misión que me ha sido encomendada es peliaguda. Debo velar porque la realidad que le rodea desde este momento no consuma su imaginación. Es por eso, precisamente, por lo que me colaré en sus sueños de puntillas. Sólo en su duermevela y en su plácido descanso le contaré lo que aprendí. Existen otros mundos, maravillosos, a los que viajaremos juntas. Espacios invisibles y secretos que harán de nuestra mutua compañía una delicia. Usted, dulce niña, lo lleva cosido en su nombre. No intente revolverse, le aseguro que también cosido al alma.



Le adelanto que tomaremos té en la merienda; ya no hay quien confeccione sombreros de fieltro pero sí quien inhale el mercurio de los termómetros, buscando que se desate la locura. Lucharé por protegerla del desencanto y el aburrimiento: conversaremos acerca de todo lo paradójico y pasearemos entre gatos de sonrisa amable. Es probable que en algún momento tengamos que desaparecer sin previo aviso: así se las gasta la malvada Reina de corazones. No se preocupe, el conejo blanco nos mostrará, siempre, el camino de regreso.


Que no le cuenten otros cuentos, usted ya tiene el suyo.
Sea bienvenida, entre besos, al país de los sueños.

Para Alicia.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Más turbación, separadito




Me trago un "curso" que no hay por dónde coger, Reiki para personal sanitario. Acudo por agradar a una amiga, madrugón incluido, y salgo con los chakras implorándome piedad. Mejor cerrados -estado éste del que no tengo conciencia- que abiertos de par en par a merced del hatajo de incongruencias que salen por la boca del gurú. Encantado, dicho sea de paso, con que la cadena de televisión Cuatro dé cobertura al disparate para su posterior difusión.


La cosa empieza con una breve introducción de la tradición cultural de la técnica que justifica, per se, la idoneidad de su aplicación en cualesquiera circunstancias. Sin contraindicaciones ni posibles efectos perjudiciales. Con el objetivo, al alcance de la mano, de lograr un estado de completa armonía, de felicidad. Así de fácil. No exige concentración ni esfuerzo mental, eso son prejuicios de la mente racional: basta con que la energía fluya. ¿Qué energía? La del universo. ¿En qué hay que creer? En nada. ¿Quién lo puede aprender y practicar? Todos. Unos cuantos datos de estudios científicos y una selección de testimonios lo avalan. Dicho lo cual, sin peros, pasamos a la práctica. Cerramos los ojos para "conectar con el Universo" y estamos en disposición de canalizar. Las manos por aquí y por allá permiten que la energía se libere, regenerándonos y eliminando todos nuestros bloqueos. Después toca limpiar el aura, como si estuviésemos barriendo y, cómo no, dar las gracias.



¿Qué siento? ¿La nada absoluta? No, no sería sincera. Siento preocupación: mi hospital ha sido víctima de la pandemia mundial New Age. Estábamos preparados para la gripe A, no para ésto. Siento también pena: cómo puede ser que todo el mundo se trague el rollo sin cuestionarse nada. Y, por si fuera poco, tomo conciencia -una vez más- de lo que ya traía sabidito de casa: el silencio, el calor protector de otra piel en la propia y dejar de vivir corriendo, relajan. Más que el ruido ensordecedor, el frío de la autodefensa y la velocidad de la luz desintegrando nuestras almas antes que nuestros cuerpos. Eso, tremendo descubrimiento, estresa. No quiero dar el "Salto Cuántico"; con el nivel I voy sobrada.


Dejo como muestra un botón, no vayan a pensar que mi imaginación es tan poderosa. Página 30 del manual. Nadie sabe quién lo edita. Lo firma, por copyright, John Curtin.


Todo Amor

Una técnica de sanación emocional, que toma el formato de taller intensivo de fin de semana de auto descubrimiento.

Todo Amor trabaja en profundidad a nivel emocional, produciendo con frecuencia una "catarsis" que puede liberar traumas del pasado, dolor emocional, modificar conductas actuales, etc. Todo taller es supervisado por una psicóloga, un profesor de Todo Amor y varios ayudantes.


P.D. Tres matices; (a) me quedo con Freud y Einstein, (b) sé que no soy la única, (c) me descojono: que fluya la energía, que fluya...

¿La "o" con un canuto?




Existen cielos que yo jamás veré,
de blancas nubes con cuellos de cisne que parecen emerger
de la tierra como níveas flores.

Los he buscado de estación en estación,
llegué a Madrid, Nueva York y Estambul pero no llegué a una conclusión.
Ya se han confirmado mis temores.

Que duelen las horas en la oscuridad,
que fumo diez mil cigarrillos que sé que mi voz quebrarán,
que rezo y voy dibujando en ceniza una cruz,
que súbitamente caiga un rayo y se haga la luz.

Me pregunto dónde estarás,
me pregunto por qué no estás aquí.

Si me haces falta hoy que una guerra va a estallar,
dicen son tiempos de paz, pero sólo es lo que algunos llaman paz,
y sé que niña tienes miedo.

Sé que lo tienes, sé que yo lo tengo
y sé que las noches sin ti son un infierno.


Que nos parta un rayo, Rosenvinge & Vegas



&


Me pongo el uniforme y hago un esfuerzo por que otros encuentren en mis palabras, pronunciadas con prudencia, consuelo y esperanza. Cuidar de una persona que está en la cuerda floja es duro. Hacerlo sin descanso, más. Necesito librar: mañana es, a todos los efectos, sábado. El martes, domingo. Fin de semana improvisado por y para una servidora.


Me cambio de pijama y me descubro agotada e ilusionada a partes iguales. Mando seiscientos millones largos de besos encriptados y desenredo la maraña de mis temores.


Me quito todos los pijamas, me lavo los dientes y me voy a la cama. Se apagan las luces, se encienden los sueños.


La otra Suzanne L., Mrs. Nancy Botwin


jueves, 11 de noviembre de 2010

Otro día sin llover





Desperté pensando: si un personaje de ficción tipo El Zorro pagase mi rescate, ¿pasaría a ser yo La Zorra? La pregunta fue retórica y el plural mayestático. Es comprensible que, en esas circunstancias, prefiriera silenciar las alarmas. Mejor dormir otro ratito...

&

Volví por la tarde a disfrazarme de enfermera y me costó más de lo acostumbrado. Recurrí al humor para vencer la náusea de cuidar con esmero a quien me tildó, por escrito y sin respeto, de inhumana e insensible al dolor. Ojalá existiera la inyección que hace inmune el corazón: me convertiría en yonqui de esa vacuna y la mezclaría con mi adorado fentanilo. Antiálgicos y antinostálgicos en vena, please. Aún así aguanté el tipo, no crean. Sólo salieron de mi boca dos o tres "sutiles" comentarios irónicos: si me hubiera mordido la lengua me la habría amputado. El resto, muchos, los pensé pero en el fondo sentí lástima de ese hombre que no sabe dar las gracias y no conoce ni de lejos la humildad. Hasta aquí pueden leer, hasta aquí puedo escribir.


&


Me llevo a la cama The Possibilities de Mr. Micah P. Hinson y el calor del tequila corriendo por mis adentros. No puedo más con ese Zzzz ni con el pijama.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Lunática & acústica




"Ni con el mayor esfuerzo de la imaginación podía considerarse dulce y encantadora a la señora Burnside, aunque desde luego era anciana, y supongo que Dios, en su infinita sabiduría, pensó que era adecuado hacerla madre, aunque a menudo he rozado la blasfemia al preguntarme el porqué. Por su físico parecía una nevera de General Electric y era como un cruce entre Calígula y una cacatúa. La señora Burnside tenía unos ojillos como cuentas de cristal y una imperiosa nariz aguileña, la piel cetrina y mal aliento. Usaba una severa peluca negra y un almidonado vestido del mismo color y pasaba el día a oscuras en un salón, con las manos rechonchas -en las que se incrustaban sucios anillos de diamantes- entrelazadas sobre su rechoncho regazo. Era una mujer sombría y taciturna, pero cuando quería sabía conversar sobre varios asuntos: a) sus gloriosos antepasados, b) lo desagradecidos que se estaban volviendo los negros, c) los yanquis, d) lo indigno que era todo el mundo excepto la propia señora Burnside, y e) la lamentable condición de sus intestinos. Aunque por lo general se limitaba a expresar su desaprobación con los labios apretados y a lanzar miradas con sus pérfidos ojos negros, como si fuera un loro malvado".

La tía Mame, Patrick Dennis



&


Del libro del mayordomo japonés que leí una noche en voz alta con acento chino. Imaginando entonces risas, miradas y manos entrelazadas. Lanzando ahora -con denuedo- una plegaria insomne a un Dios que sólo sabe responderme encogiéndose de hombros mientras deja que suene Wrote a song for everyone.

El abrazo revelado: Mavis Staples y Jeff Tweedy tras cantar en acústico y a dúo. Más que emotivo ese 'wrote a song for truth... and I couldn't even talk to you'.

El abrazo escondido: el que no necesita tantas pistas.

Nuestras lunas y mis lunes. Mrs. Nancy Botwin

domingo, 7 de noviembre de 2010

Duelos & Simulacros




Cada vez que nos dan clases de amnesia
y nos conminan a borrar la ebriedad del sufrimiento,
me convenzo de que mi región no es la farándula de otros.


El olvido está tan lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda.


En el fondo el olvido es un gran simulacro:
nadie sabe ni puede, aunque quiera, olvidar.
Un gran simulacro repleto de fantasmas,
esos romeros que peregrinan por el olvido
como si fuese el Camino de Santiago.


El día o la noche en que el olvido estalle,
salte en pedazos o crepite,
los recuerdos atroces y de maravilla
quebrarán los barrotes de fuego:
arrastrarán por fin la verdad por el mundo
y esa verdad será que no hay olvido.



Ese gran simulacro, M. Benedetti




&



La vida, con su dolor, no es simulacro. Lucho estos días por olvidar un cuento. Una historia preciosa de un recio marinero que surcando los anchos mares quedó fascinado por el canto de una sirena. Narré por aquí sus mágicas aventuras, pero no llegué a escribir el final: de eso se encargaron otras manos. Ahora las mías se afanan en arrancar esa última página que deja el corazón en duelo. Porque un relato tan bello, rebosante de amor, no merece acabar con un asesinato a sangre fría.


Que nadie se tome la molestia de exculparme; yo misma me acuso.
¿Mi delito? Defender con mi vida la justicia poética.
¿Mi condena? Esta libertad sin beso que la trabe.
Que ningún juez declare mi inocencia.


La otra sirena varada*, Mrs. Nancy Botwin
(* cuando no tengo barca, remos ni guitarra)

jueves, 4 de noviembre de 2010

Estaciones y refugios




Lances de recibo con el miedo apretando más que la taleguilla. El primer adorno en esta verónica y cuarto de palabras ajenas que siento como propias. Abrochando el capote en la cadera, haciendo bailar al compás los machos y los alamares de mi pecho en este pase.


Hoy dejé venirse a la vida de lejos, citándola desde el burladero. Resoplando antes de salir al ruedo para clavar las zapatillas en la arena. Hasta la boca de riego, con el corazón encogido y la verdad por delante.



Existe una identidad entre el amor y el arte,
en ninguno de los dos cabe la voluntad.

Juan Belmonte



El pronóstico es reservado. El estado también.
Más que escueto el parte médico.

Desde la Enfermería, bajo los efectos de la dulce sedoanalgesia inhalada, sólo quiero pensar en todas las tardes de gloria que me trajeron hasta aquí.


Va por ustedes.

Refugios y estaciones





Ya no sé si merecerá la pena partir hacia otro lugar.
Ya no sé si con esta lluvia eterna no me habré acostumbrado a la humedad.
Yo que creí ser amable con la luna encontré su palidez allí en mi hogar.
(En mi propio hogar)
Ya no sé si esta vez todo está dentro de mí
y ya no puedo escapar.


Decidí que no hay nada que perder, sale un tren hoy antes del anochecer.
Probaré a ser otra persona; probaré a morir un poco y volveré.
Y me acercaré hasta aquí sólo para ver las arrugas arañadas en la piel.
Y poder comprobar todo lo que cambió
y todo lo que sigue igual y que así seguirá.
(Poder comprobar)
Todo lo que cambió y todo lo que sigue igual,
condenado a no cambiar.


Volveré a las noches sin dormir
(y las noches sin pensar)
y las noches sin soñar
(y las noches sin sentir)
Una vez más.


Seronda, Nacho Vegas


&


Al volver a casa, sonó esta canción mientras conducía. Las nueve de la mañana, aún sin dormir. Encendí un cigarro, pensé en estos meses y sentí. No hay nada más difícil que olvidar aquello que uno no quiere dejar atrás. Las noches, la luna, el mar...

Sabes quién soy: sigo viva.
Sé quién eres: puedes con ésto y con más.

Un abrazo.

martes, 2 de noviembre de 2010

¿Folla perenne? Mar espumoso





Las consecuencias [de ser consecuente] son inevitables

...

La fé es un grave sufrimiento,
es como amar a un extraño en vano
que no se presenta por mucho que
uno llame desesperado.

¿Por qué siempre conviene alegrar a la gente?
También, de vez en cuando,
está bien asustar un poco.

Tuyo es, sólo, lo que no tiene dueño.
Olvidas poco a poco todos tus sueños
y recuerdas el amor....inalcanzable.


La juventud no te acompañará
los próximos mil años.
Fiel a las imágenes eternas
pero constante en la contemplación;
dispuesto, como siempre, a la acción,
al sacrificio y la recompensa.


Mr. Enrique Bunbury



[Mrs. Nancy Botwin]
Bailén 33 esquina Calle de la Morería.
Ahí dejo el dato, el gato y una vida.
Me quedan 5.



lunes, 1 de noviembre de 2010

De-tenerte (en mis brazos)




El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales le diferencia sea más el sentimiento que no la razón. Más veces he visto razonar a un gato que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado.


Del sentimiento trágico de la vida, Miguel de Unamuno



&


Querida ansiedad;


Usted aparece por aquí sin previo aviso. Con su venida, se revuelve el aire en torbellino y se abren oquedades entre las paredes del estómago y los ventanales de la conciencia. Si no le cierro la puerta en las narices, debe saberlo, es sólo por cortesía. Y, la verdad, porque tampoco serviría de nada dejarla en el rellano: obstinada como es, treparía por el tejado y se colaría en mis aposentos a través de la chimenea. Me irrita sobremanera la insistencia con la que acostumbra a presentarse en esta casa. Pero no es eso lo peor. Sin duda, es aún más mortificante que, una vez dentro, se dedique a observarlo todo, fisgoneando, para comenzar a enumerar una tras otra y en voz alta mis carencias. Por no discutir, le sigo en su tournée -dos pasos a la zaga- y voy anotando en mi cuaderno. Aquí falta esto, allá lo otro, ¿no está aquello demasiado vacío? Sus chillidos aprietan mis letras, se enoja el trazo que deja de ser firme y pasa a ser colérico.


Completadas las tres primeras páginas, usted comienza a sonreir, satisfecha. Sus ojos se desvían al reloj y después al calendario, estallando en sonora carcajada. Malévola y perversa, capciosa. No me gusta su risa en mis oídos ni su mirada carroñera en mis pupilas, por más que amablemente le ofrezca un té toda vez finalizado el cómputo al detalle de mis lagunas y sus profundidades. ¿Con franqueza? Estoy deseando que se marche. Ya, le ruego.


Una vez se haya retirado, serviré mi propio té. Lo haré con mano aún temblorosa y tendrá a bien derramarse, poniéndolo todo perdido. Prenderé un fósforo de mi cajita; encenderé un cigarro; quemaré su dictado escrito de mi puño y letra. Necesito que se consuma mi congoja entre las llamas.


Arda usted, ansiedad.

Usted y todas las ansiedades, una tras otra.


Musitando palabras, amor. Mrs. Nancy Botwin

domingo, 31 de octubre de 2010

Striptease de lamélulas




Concepto: soy una seta.
Ubicación: un bosque cualquiera.
Temporada: otoño.


Crezco sin proponérmelo, en este hueco pequeño y sombrío que me brindó la tierra. La humedad relativa, tan alta como la luna, me es grata. Me encanta la lluvia, calma mi sed. Los árboles bailan su propia danza, invocándola: se desnudan sin pudor, mostrando su verticalidad imponente. En seductor gesto, dejan que las hojas se alejen para siempre, emprendiendo su particular viaje a ninguna parte. Un lento posarse de nuevo en el suelo hasta fundirse en él sin prisa. Sueño con que, en su azaroso descenso, alguna acaricie el ala de mi sombrero rozando levemente mi himenio.


Dicen los champiñones que soy solitaria, pero es mentira. Lo que pasa es que saben que no cambiaría mi bosque por cualquiera de sus oscuras cuevas, ni mi esponjoso manto por su hacinamiento en duros estantes. La melancolía que dispersan mis esporas es lo que les tiene confundidos. Ellos no saben formar corros de brujas ni dibujarse sobre la tierra en hileras serpenteantes. Tampoco tienen vulva ni escamas, envidia cochina. Por más cultivados que sean, les suena a disparate que hable de trompetas de muerto, lenguas de vaca, cabezas de fraile o bolas de nieve. Y no quiero imaginar qué piensan cuando empiezo abreviando en phalloides y termino completando: Amanita.


Vivo tranquila, quietecita. Lo propio de una seta.
Riéndome de mi apariencia venenosa. Sabiéndome comestible...


Saludos desde el bosque.