martes, 24 de abril de 2018

The PAJARRACO experience





 Al sur del condado de Turlington, en el este de Irlanda,
 hay un cementerio exclusivo para boxeadores. 
[...]
Se les entierra con el bocado puesto y la guardia alta, 
protegiendo la mandíbula,
 por lo que pueda venir. 


Pelea en paz, 
Fernando León de Aranoa


&


   Me veo en la necesidad de desplumar al pajarraco; de subir el tono y desfogarme. Voy a hablar claro.

  Twitter es una red social a la que yo llegué tarde -mi retraso cronológico por el mental de tantos otros usuarios-, que nació en 2006 con la primavera de San Francisco. Once años y billones de mensajes después, en 2017, la cosa cambió; no tanto porque yo me estrenara en este invento, sino porque se duplicó el número de caracteres disponibles para comentar los asuntos de la vida (así, en general). Por lo visto, ya antes habían introducido la posibilidad de acompañar las letras con imágenes, vídeos y otras cosas de ver y no de leer. 400 millones de usuarios a nivel mundial en 2018. Quien quiera saber más que tire de Wikipedia. 

  A lo que yo iba, en realidad, es a contar mi experiencia (un semestre, no creo que vaya a aguantar mucho más). Suerte la mía que nadie lee este blog y, a mis ojos, es el cuaderno de la mesilla de noche en bonito, sin tachones y con foto.

* Lo primero de todo es el número de idioteces que se publican: así, a ojo, el 95% del total. De ese 95%, calculo que un 25% es gracioso, otro 25% no está mal y el 50% restante es una mierda pinchada en un palo seco. Sin aspavientos. Opiniones personales que no aportan nada, gustos individuales que para uno están muy bien pero para los demás no tienen sentido. Datos sin interés ninguno o material que ya está accesible en otros lugares de la red.

* Lo segundo es el tremendo ejercicio de contención que una tiene que hacer para no caer en la continua provocación y responder con exabruptos a mensajes de gentes que ni siquiera conoces pero que te tocan los cojones a dos manos con sus opiniones y comentarios. Generalizaciones, descalificaciones gratuitas, imposición de pareceres sin argumentos  ni conocimientos, etc. Calentamiento global es esto, no la cosa del medio ambiente. 

* Lo tercer-cuarto es pa'mear y no echar gota: los followers y los Tuitstar. El número de followers, de gente que sigue lo que tú vas publicando, es la madre del cordero. A más seguidores, más fama. Da igual que la consigas por decir obviedades, por robárselas a quien las dijo antes que tú pero es menos visible  o por repetir la misma frase tonta en cada uno de tus comentarios (sello personal, sí, pero de arcada seca). ¿Tienes a tropecientos mil palmeros dispuestos a reírte cada nueva gracia? Enhorabuena, ya eres un influencer. Un Tuitstar. La hostia en verso. Reverencias y pleitesía por salvar a la humanidad con tus inestimables aportaciones. Verdaderos referentes del siglo XXI.

* En quinto lugar, obviamente, por qué sigo usando Twitter. Pues, francamente, por puro masoquismo. He de decir que aunque leo a mucha gente sigo a poca y me siguen aún menos. Entre toda la muchedumbre, siempre hay quien se salva de la quema. Gente que destaca por su sensibilidad, por su moderación, por su saber hacer; gente que escribe cosas chulas o comparte fotografías bonitas. Gente que, de cuando en cuando, logra rozarte el corazón y emocionarte. Pero esas personas, que suponen el 1% del 5% que teníamos perdido desde el cuarto párrafo, son la excepción que pone a prueba la regla. El resto (4%) son pura contradicción. 

*** Para completar este vómito regurgitado de pío píos indigestos, solo me queda añadir una última reflexión. Me pregunto qué necesidad es esta de vivir continuamente conectados. Por qué necesitamos ese reconocimiento ajeno que no parece nunca suficiente. De dónde nace ese vivir para fuera por no mirar para dentro. Por qué sabemos más de  los otros que de nosotros mismos. Qué se esconde tras esa necesidad de ridiculizar al otro o de identificarse con él. 

En definitiva;
Muchos gusanos. Pocos nidos. Avidez de carroña. 
Plumajes ignífugos, impermeables, ininteligibles.
Huevos hueros. Alas de plexiglás. 
Pájaros de cuidado.   
Y algún destello de lo que viene siendo volar.


@mrs_botwin