Fuimos enviados especiales,
cantantes circunstanciales.
Optimistas con suerte.
En órbita.
Amantes espaciales.
Devotos estacionales.
Invitados de la muerte.
"Crónica de un desastre manifiesto y anunciado"
Pero qué guapos son todos, ellas con sus mechas incapaces de prender y ellos con sus pañuelos prendidos en la solapa. Les gobiernan las vidas una capitalidad pretendida y capitalizada, un alcalde fondón y asquerosito (el maestro dixit) y la estela de un Pisuerga venido a monsergas antes que a juergas.
Atrincherados en la zona sucia, a salvo del rumor serpentino en lenguas precoces y procaces, dentro de un perímetro señalizado por carteles ignorados, combatido el aroma a intimidad con toneladas de indiscretas azucenas. No es insoportable nuestra pena. Sobrevivimos con el menú básico que nos ofrece el servicio de habitaciones: leche, galletas y a nos -corazón mío, a nos-. Derrochamos el gel sobre el desaprovechado wengue. Sin reprocharnos el despilfarro.
La cámara no logra captar con nitidez la humedad absoluta. El suelo resbala como lo hacen las ruedas sobre la lluvia. Creo que va a empezar a llover y yo querré mirarte en el espejo; entre las hojas y los troncos devastados de los Alatriste reverterium. Nos devolverán las grietas de papel en la pared el reflejo de las voces, de vuvuzelas humanas, de zulúes devorando la paz de un vecindario.
La cámara no logra captar con nitidez la humedad absoluta. El suelo resbala como lo hacen las ruedas sobre la lluvia. Creo que va a empezar a llover y yo querré mirarte en el espejo; entre las hojas y los troncos devastados de los Alatriste reverterium. Nos devolverán las grietas de papel en la pared el reflejo de las voces, de vuvuzelas humanas, de zulúes devorando la paz de un vecindario.
Dejo la cofia sobre la mesilla y el plano para llegar al barco pirata sobre un mañana.