viernes, 8 de abril de 2011

Paracaídas ausentes




El catecismo me enseñó, en la infancia, a hacer el bien por conveniencia y a no hacer el mal por miedo. Dios me ofrecía castigos y recompensas, me amenazaba con el infierno y me prometía el cielo; y yo temía y creía.


Han pasado los años. Yo ya no temo ni creo. Y en todo caso, pienso, si merezco ser asado en la parrilla, a eterno fuego lento, que así sea. Así me salvaré del purgatorio, que estará lleno de horribles turistas de la clase media; y al fin y al cabo se hará justicia.


Sinceramente: merecer, merezco. Nunca he matado a nadie, es verdad, pero ha sido por falta de coraje o de tiempo, y no por falta de ganas. No voy a misa los domingos, ni en fiestas de guardar. He codiciado a casi todas las mujeres de mis prójimos, salvo a las feas, y por tanto he violado, al menos en intención, la propiedad privada que Dios en persona sacralizó en las tablas de Moisés: No codiciarás a la mujer de tu prójimo, ni a su toro, ni a su asno... Y por si fuera poco, con premeditación y alevosía he cometido el acto del amor sin el noble propósito de reproducir la mano de obra. Yo bien sé que el pecado carnal está mal visto en el alto cielo; pero sospecho que Dios condena lo que ignora.



Teología 1, Eduardo Galeano



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¿Quién cuenta las nubes sabiamente y quién inclina los odres del cielo, cuando el polvo se funde en una masa y los terrones se pegan entre sí? ¿Cazas tú la presa para la leona y aplacas el hambre de sus cachorros, cuando se agazapan en sus guaridas y están al acecho en la espesura?


¿Has caminado por el fondo del océano?


Job, capítulo 38



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Esa noche me puse en sus manos: temblando sobre el suelo frío, desnuda ante mi miedo, perdida en su dictado. Traspasé mi propio límite, las fronteras intangibles de mi propia voluntad y mi conciencia, y me entregué a él. Sin palabras y en silencio.


El equilibrio es más que el estado de un cuerpo cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente. Es la caída frustada y el ascenso ignorado. O ninguna de ellas. O ambas. O la duda inmisericorde devorándonos un anochecer cualquiera.



El pH de mis lágrimas, Mrs. Nancy Botwin



2 comentarios:

  1. Estimada mrs:

    Qué bonito es denudarse, y perder la conciencia de uno mismo! El verdadero descanso del guerrero debe ser muy parecido a ese estado de "no ser".

    El equilibrio es imposible, como canta la canción.

    Besos a su gusto y forma.

    Kurtz

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  2. Querido Kurtz,

    Dominical y "pirata" saboreo sus besos. Esos que sin ser, son.

    Desequilibrada. Apasionada. Incrédula y confiada. Así le envío los míos.

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