miércoles, 25 de mayo de 2011

Colirios de crudeza



Con la sangre entibiada... 

Primero te frotas los ojos y piensas, con incredulidad, si el mar se ha regalado al fin a Madrid. Si la arena bajo los adoquines y éstos a su vez bajo el asfalto, se habrá conchabado con el sol; mayúsculo en su plaza.   Si el calendario le da la razón de una vez por todas a mayo, tan florido en ilusiones, tan hermoso en voluntad de libertad. Si ese cuento de 68 páginas, de minifaldas Al Vent y flequillos apuntados, habrá sido reescrito con tinta real de actualidad en papeles virtuales. 

También del espejismo se vive.   
 
El oasis de conciencia colectiva -la poesía tomando las calles-, se queda en chirimiri. La misma mierda, distinto disfraz (muchas gracias por colaborar). Nada de palmeras, sombras frondosas ni manantiales de aguas claras. Ni el lago azul ni los cisnes. Una cantimplora y un pañuelito en la cabeza para afrontar la travesía por el desierto. Lo que queda entre las dunas está muy lejos de lo que una vez quiso ser: las esterillas que  amortiguaron el peso de la discusión de macroeconomía sirven ahora para hacer yoga en un escenario único. Los criterios de inclusión, ese cualquiera que esté hasta las pelotas de esta indignidad de país y sus representantes, pasan ahora por la absurda censura de las aes y las oes para llegar a la arroba. Neutralidad suiza de plexiglás que me produce urticaria.

Colirios de crudeza humedecen mis pupilas.
Los pájaros, las ratas del aire.
Las gaviotas, eternamente de Neruda.


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