sábado, 31 de diciembre de 2011

Picnic de Nochevieja

 
 
 
 
Cenicienta se pasó por el sindicato antes de fumarse el cigarrito del descanso: señores míos, dijo dulcemente, me adeudan la friolera de doce mil euros y no veo intención de pago. Pero allí no había nadie, sólo un cartel sobre la mesa del despacho que, con faltas de ortografía, anunciaba: "Estamos en Gerencia tomando el piscolabis navideño".
              
           
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Cuando Peter Pan no pudo llevarse a la boca su bread de cada día, quiso cambiarse de nombre. En el registro le propusieron Vino y, desde entonces, dormita con un tetrabrick entre los brazos en la estación de metro de Sol, junto a lo que antaño fue una hamburguesería Wendy. De rutina amanece nublado, que no es poco.


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El gato con botas pidió presupuesto a su zapatero de siempre para que le pusiera tapas. Ante lo desorbitado del precio del arreglo probó en "Recauchutados Mariano: soluciones de tercera mano". Le requisaron las botas por ser rojas y se llevó, de propina, una multa por pasear por los tejados sin pagar el correspondiente impuesto de desgaste.

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Los tres cerditos, con la casa a medio construir y un enjambre de andamios afeando el paisaje, se pusieron manos a la obra. Cuando al fin acabaron los arreglos, se presentó allí el lobo dispuesto a la feroz demolición. Terreno rústico no edificable, ponía en la orden de desahucio.


 

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Feliz 2012, queridos;
dénse por invitados a la cena en el bosque,
por descontado.



jueves, 29 de diciembre de 2011

Camelancias intensivas





Año Noveno


No hay ningún misterio.
La inspiración no existe.


Cuanto más alto lances la pelota,
mayores serán los aplausos.


[Diez años foca en un circo]
Julio de la Rosa
 
 
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Tira de la manta.


Morderé tu anzuelo.
Resbalaré entre tus manos.
Boquearé por ti.


No lo hagas por los aplausos.
Hazlo por el pescado.
 
 
[Camelancias intensivas]
Mrs. Nancy Botwin


domingo, 25 de diciembre de 2011

Crisis en Laponia



[Y la galleta de la fortuna me susurró al crujir...
Your intuition is thrilling]



sábado, 24 de diciembre de 2011

Caminito del mar mío





Entonces,

A eso de la hora del té, ya estaba hecha un manojito de nervios: el vestido estirado sobre la cama, los zapatos de charol inmaculados, el pelo sedoso -bien desenredado- dispuesto para caer suelto. A los quince minutos, tal vez exagerando, descolgaba el abrigo del armario de la entrada y lo ponía en la silla, al lado. Dispuesta a esperar lo que se presuponía serían tres cuartos de hora y acababan por ser tres horas, sin cuartos, de un ansioso no hacer nada.

Después venía la purpurina picando a rabiar en las mejillas, el peinado de las dos trenzas laterales que tiraban como demonios, el brillo en los labios enmascarando el sabor del turrón de chocolate. Y aún después, entre el apartarse para no molestar y el colaborar por orden parental, un poner la mesa para quince y un chocar divertido por el pasillo estrecho haciendo malabares con suculentos manjares.


Ahora,

El reloj de la cocina marca de nuevo la hora del té.  El fregadero, atestado de platos sucios, lanza primero un grito de socorro y a continuación refleja una mueca de ausencia.  Los pañuelos arrugados se desparraman por la encimera, como los regalos recién envueltos y las tres croquetas que sobraron de la cena.  Frías, como la ilusión.


Preferiría, como si el pensamiento pudiera motivar una realidad distinta, no tenerse que levantar para currar mañana. Poder coger el teléfono y llamar, haciendo suya la excusa de la felicitación navideña, para decir que aún se puede. Hacer lo que hacen las mujeres: adornarse para brillar con luz propia. Dormir, engendrar, llorar.


Siempre Jamás,

Vamos a hacer un poder, me digo.



jueves, 22 de diciembre de 2011

Lenguaraz y pirata




Recuerdo que me llevaron a un rancho desierto donde unas cuantas chicas hipnotizadas me forzaron a ingerir alimentos orgánicos, para intentar luego grabarme en la frente el signo del pentagrama con un hierro de marcar. A continuación asistí a una misa negra, en la cual acólitos encapuchados y adolescentes entonaban las palabras "Oh, cielos" en latín.

Recuerdo asimismo que me hicieron tomar peyote y cocaína, e ingerir una sustancia extraída de cactos hervidos, y mi cabeza empezó a girar sobre sí misma como un disco de radar. No recuerdo otros detalles, pero mi cerebro quedó obviamente afectado, por cuanto dos meses más tarde me detuvieron en Beverly Hills por intentar casarme con una ostra.


La época nefanda en que vivimos, W. Allen



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Lo dijeron en aquel folletín radiofónico y quise comprobar su autenticidad con mis propios ojos:  "dos murciélagos en vuelo que coincidan bajo el muérdago habrán de besarse, necesaria y naturalmente, con lengua".


Ellos lo soltaron así, sin más, y yo emprendí mi ocioso peregrinar por enciclopedias que no encenderían chimeneas en caso de ultracongelación instantánea del planeta Tierra (no se preveían glaciaciones para las próximas horas: no tenía de qué preocuparme). Había imaginado un beso 'amurcielagado' tipo Lauren Bacall & Humphrey Bogart, con las alitas de éste último desplegadas en abrazo y el lomo de la primera en dorsiflexión, léase "todo muy romántico", pero me llevé una sorpresa mayúscula.


Los murciélagos, en concreto los Anoura fistulata, poseen la lengua más larga de todos los mamíferos: se queda pequeña la cavidad oral para contenerla y la almacenan, previa vuelta al cuello a modo bufanda, en su caja torácica. Tanto es así, que llevado a nuestro particular sistema referencial -vicioso por antropomórfico- un humano convencional podría lamer algo con su lengua a una distancia de 2,55 metros.


A resultas de lo cual, y mente sucia mediante, dejé el resto de las averiguaciones para la posteridad y me tomé un combinado reconstituyente a base de bayas mucilaginosas. También a mí me afectó al cerebro, sin duda: nunca más viajé en metro sin cuidarme de cruzar las piernas.


Lenguaraz y pirata, Mrs. Nancy Botwin


martes, 20 de diciembre de 2011

Agujetas (de color de prosa)




Creo que muchos icebergs no esconden nueve décimas partes y que ésta es una premisa falsa, que hemos dado por buena por pereza, porque nunca nos hemos tomado la molestia de comprobar si, efectivamente, todos los icebergs siempre esconden nueve décimas partes de su materia.


Si te comes un limón sin hacer muecas, S. Pàmies


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Me acodé en la barra sobre la que escrito en tiza en un pizarrín se anunciaba:

Plato del día
CHICHARRONES DE ZEBRA

- ¿Son verdaderamente de zebra?- pregunté.
- ¿De zebra?- respondió. No, hombre. De penco. Pero sin la piel no se nota la diferencia. Pruébelos. También tenemos sucedáneo de criadillas de mono. ¿Qué le pongo para beber?
- ¿Qué les viene bien a los chicharrones?
- La Pepsi-Cola.

La aventura del tocador de señoras, E. Mendoza


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 Una semana es tiempo más que suficiente para descubrir, entre otras cosas, las siguientes;

 I) Que al mismísimo King's College London, tal vez en pleno brote epidémico y febril, se le ocurrió la genial idea de crear y publicar una escala de cacas (King's Stool Chart) que da asquito sólo con verla. A modo de ejemplo, inodoro e insípido, una puede clasificar lo que tiene ante los ojos como 'C' (un plátano, un cigarro o canicas), 'F' (mantequilla de cacahuete) o 'I' (papilla o batido espeso). Todo ello en virtud de unos gráficos que dejan poco lugar a la imaginación y exigen, empero, estimar el peso -o en su defecto el volumen- del producto interior bruto. Brutal, este firme posicionarse en pro de la deposición.


II) Que para enseñar con dedicación e interés hay que tener al lado a alguien que quiera aprender.


III) Que la simple idea de incorporar a la estantería una hucha de barro (cerda para más señas: de las que exigen matanza, nada de taponcitos ni mamarrachadas) me hace recordar de dónde vengo, por qué me levanto antes de sentirme descansada y por qué duermo con la conciencia aseadita. Y además, que también tiene su punto quitarse el zueco y ponerse en Botín. Llamen a éste juego Crisálidas en crisis, háganme el favor.


IV) Y que el mundo, en órbitas interplanetarias -trajes de astronauta incluidos- y a la par en terrenos propios de katiuskas, sigue girando sin fin. Me dejo el paraguas: prefiero mojarme.


Agujetas (de color de prosa), Mrs. Nancy Botwin


miércoles, 14 de diciembre de 2011

Proyecto Esmegma Zero



  
El artículo 57 del Código Deontológico me obliga: la Enfermera/o debe ejercer su profesión con responsabilidad y eficacia, cualquiera que sea el ámbito de acción.


Al amparo de lo cual, contando con el consentimiento implícito de la Organización Mundial de la Salud y sin otra financiación que los trillones por mí atesorados en la caja del Monopoly, he pensado lanzar el Proyecto Esmegma Zero.


Dicho proyecto, que no entraría en competencia con los ya implantados (Bacteriemia Zero y Neumonía Zero), vendría a estandarizar las medidas de prevención de semejante guarrería. Estas serían, en resumidas cuentas, lavarse y secarse con esmero: no sólo las manos.


Dado que el agua y el jabón son profilácticos de bajo coste y probada eficacia, el proyecto tiene visos de éxito rotundo y absoluto. Las mayores dificultades para su implementación radican, a priori, en la selección de imágenes para los carteles anunciadores y en vencer la resistencia de todos aquellos a los que dicho proyecto les sude, literalmente, la polla.


De lo nosocomial a lo nasocamal sólo hay un paso; el del surco balanoprepucial. De lo deletéreo a lo venéreo, acaso, un beso. Ergo primero lo detersorio; luego lo reverencial.   



jueves, 8 de diciembre de 2011

Maculada anticoncepción




Algunas veces la música del coche se encela: me pilla cansada, con las fuerzas justitas para caminar erguida, conducir recostada y mantener los ojos abiertos -incluso entre la bruma- con el único objetivo de desnudarme, engullir unos churros, poner el despertador a las tres y sentarme a escribir con el cenicero cerca.


 
Me bajan las defensas y no puedo escapar de ciertas voces y guitarras que literalmente me penetran hasta fundirme el cerebro. El magma liberado   muestra predilección, según la humedad relativa del amanecer, por el corazón  y/o/oh/ por la entrepierna. Me pregunto por qué Seronda hace bailar las ramas de los árboles. Por qué la última manzana de Manhattan se continúa, en esquina, con Berlín. Por qué me gusta tanto que las carreteras estén desiertas, que haga frío, que le encuentre su punto a cada coma. Y por qué, cuántos porqués, prefiero desentenderme de Rouco -con su vigilia- y  dormirme reclinada ante Rocco. Sin mea culpa, con golpes en el pecho.  



No se admiten preguntas.
Tampoco [tú] protestas.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Migas contra la pared



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Es errado sostener que la nobleza del pan reside en que se basta a sí mismo a la vez que acompaña a todos los demás alimentos. Si el pan 'se basta a sí mismo' es porque es múltiple, no en sus modalidades particulares sino en su esencia misma, pues el pan es rico, el pan es muchos panes, el pan es un microcosmos.


En él se incorpora una ensordecedora diversidad, como un universo en miniatura, que en la degustación desvela sus ramificaciones. El asalto, que tropieza enseguida con las murallas de la corteza, se asombra, nada más superado ese obstáculo, del consentimiento que le otorga la miga fresca.


Hay un abismo enorme entre la costra agrietada, a veces dura como una piedra, otras veces simple atuendo que cede enseguida a la ofensiva, y la blandura de la sustancia interna que se acurruca en las mejillas con mimosa docilidad, tanto que resulta desconcertante.


Rapsodia Gourmet, M. Barbery




lunes, 5 de diciembre de 2011

El boicot de los Phoskitos


 

Mi nombramiento como emisaria del futuro -de vuelta al lúgubre pesebre- me tenía tan descolocada que quise invertir los términos: empecé con el peta, después tomé el té y por último lié el petate. Por adelantado, no lo recomiendo. Se pierde la noción del tiempo y la orientación de las estrellas.


Tuve que elegir, listita de marras mediante, qué presente llevaría a mis espaldas en tan larga travesía. También tuve que pedir diez días de permiso sin sueldo y hacerme a la idea de que me perdería una buena cena de salmón al eneldo. Considerando que el mundo no está para lucir oros,  inciensos ni mirras, opté por llenar la saca de pastelitos y dejarme de milongas. Pensé: ¿qué niño se lanza a por un pedrusco antes que a por un Tigretón?  Lo tenía claro, triunfaría. Sólo faltaba el pasaporte.


Con lo que no contaba, bien lo sabe Dios, era con el boicot de los Phoskitos. Huyendo del mal rollo, y tras mucho buscar, di con el regalo perfecto: metí en el cabás azúcar glass y, camino del nirvana, canela en rama. Que el niño nos salga poeta, pedí, con sabor a Pessoa y a  pastel: de Belém y lisboeta.


domingo, 4 de diciembre de 2011

Cardiópatas Anónimos




Diréis que ocasión tenéis,
si a vuestros ojos creéis;

pues, pensamiento, decidles
que sobre pajas humildes,
torres de diamante hacéis.



El perro del hortelano, Lope de Vega



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Qué es un antipoeta:
¿Un bailarín al borde del abismo?

Qué es antipoesía:
¿Un temporal a la hora del té?


Test, Nicanor Parra



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Se escuchan sibilancias en la niebla,
crepitantes de saliva,
murmullos versiculares conservados.


Se intuye poesía entre la taquicardia.
Es más, un susurro cardiaco se confunde
con rumor de jadeo intermitente.



Mona en estéreo, Mrs. NB