miércoles, 27 de diciembre de 2017

Antitérmicos ultracongelados

   




    A ratos Kremlin filosofaba, pues si la política no escasea nunca en un ruso, aunque sea perro, la filosofía tampoco escasea nunca en un perro, aunque sea ruso. Filosofaba y comprendía que era un derrotado. 

     Lo que han intentado mis compatriotas -pensaba- es una idiotez. El equilibrio del mundo se apoya en la desigualdad. Con cosas desiguales se forma un todo homogéneo. Un producto vegetal: la aceituna, y un producto animal: la gallina (totalmente desiguales y heterogéneos), se unen, después de ciertas preparaciones, para lograr un producto homogéneo e igual: los huevos fritos. Así es todo en la vida. 


Filosofías,
 Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?

E. Jardiel Poncela

     

 &
 
   Puede que la derrota venga del hecho de sentirse desigual al resto. No por voluntad, sino por naturaleza. Porque si no te hace gracia, no tiene mucho sentido impostar la risa; si no te parece inteligente, para qué aplaudirlo; si crees que está ampliamente sobrevalorado, a qué lanzarlo a  los cuatro vientos. Si te aburre lo que más se ve, lo que más se lee, lo que más se comenta; si la última ocurrencia -como las cincuenta anteriores- te parece hueca y repetitiva; si tampoco te apetece ni te compensa hacer el esfuerzo de explicar a los demás qué es lo que de verdad te motiva. ¿Para qué? 


    Puede que la idiotez sea darle valor a lo que no lo tiene. Siempre de vuelta al eco, al aplauso, al pedestal y a la coronita (cada vez más brillante, más recargada, más horrorosa). El reino de la cantidad, la aplastante mayoría. Sin olvidar, dicho sea de paso, que toda vez lanzadas las campanas al estrellato intergaláctico, se admiten el plagio, el robo y el absurdo sin aclaraciones ni disculpas. El sentimiento de pertenencia al grupo como meta última; a la famiglia, al régimen, a los colores.  La construcción de una perfecta imagen de felicidad propia de cara a la galería, ahuyentando rutinas y sinsabores de miradas ajenas. ¿Para qué?
      

     Puede que los preparativos sean el verdadero quid de la cuestión.

    Porque pasar de la aceituna y la gallina al huevo frito sin la intervención del fuego se antoja complicado. Igual que pensar cuando vivimos en tiempos de apariencias, de retoques, de superficialidades y de baratijas: de resultados. Igual que filosofar sin ser ni perra ni rusa. Igual, también, que considerar rescatar los antitérmicos de la zona de ultracongelados.




jueves, 23 de noviembre de 2017

De conmociones y emociones



Sabes mejor que yo que hasta los huesos
solo calan los besos que no has dado,
los labios del pecado.


Y sin embargo,
 Joaquín Sabina


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     Hay días en que todo me vale. El cuero negro o el encaje; el pelo recogido o suelto; la mirada o la mente sucia; el pavo relleno o al natural; el túnel de lavado o el probador de señoras. Hágase valer la conjunción o como no excluyente.


     Hay días en que el paraíso es ubicuo y sus fotografías impúdicas. La panorámica de una barra de bar de carretera americano; el primerísimo plano de un cigarro en los labios de un hotel de Bilbao; el plano detalle de cualesquiera de las farolas de la calle Larios. Disparos mentales a quemarropa, a incendialabios.

    
     Hay días de acción; esos días no se escribe.
   Hay días de moviola; esos  días se escribe para retroceder en bucle hasta la acción, intercalar ficción si es menester y poner banda sonora. Todo lo necesario para que el conjunto sea memorable y evocador.

  
     Hay días de conmociones en que se me corre el rímel y me pregunto de qué cojones va todo esto; días en que la vida -más bien la muerte- me supera.  Y días de emociones en los que el rímel se queda en su sitio, el verbo correr se conjuga en reflexivo y solo repito como un mantra: "A follar, a follar, que se estrellan los planetas".



  Mrs. NBSeason 6- episode 8
  
  

jueves, 2 de noviembre de 2017

La ducha calentita, gracias.




El conocimiento directo de los escritores es nocivo. 

Homo scriptor,
 A. Monterroso


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       Sé que lo que oro parece, plátano es. 
    Pero yo, a qué negarlo a estas alturas, amo las pajas mentales tanto o más que los mundos sutiles.   

   Fantaseo con sábanas húmedas como adelanto de futuras lluvias en ciudades que solo existen si se mojan, como las demás. Porque, en lo particular, cuando me ensueño -por cansancio y con gusto-, entrecerrar y entreabrir son verbos complementarios. Allá los ojos y cualesquiera de los mil reproches que tan bien sabe hacerme la conciencia. Aquí, sin caer en pleonasmo, los labios.

   Dicho lo cual, que cada uno -en su patio- juegue como quiera. Solo faltaría.
   En lo personal, eso sí, me quedo con mi ducha calentita de después. Sin móvil, sin ruido, sin nadie. Me bastan dos toallas y esta imaginación a la que, en última instancia, solo puedo dar las gracias.
 
   
    Tadelakt y descubrimientos, Mrs. NB


martes, 10 de octubre de 2017

Follajes caducifolios (por no decir otoños)




             Escribiremos: «comemos muchas nueces», y no:
 «nos gustan las nueces»,
porque la palabra «gustar» no es una palabra segura, 
carece de precisión y de objetividad.
 
 «Nos gustan las nueces» y «nos gusta nuestra madre» 
no puede querer decir lo mismo.
 
 La primera fórmula designa un gusto agradable en la boca,
 y la segunda, un sentimiento.
 
Las palabras que definen los sentimientos son muy vagas;
 es mejor evitar usarlas y atenerse a la descripción de los objetos,
 de los seres humanos y de uno mismo, es decir,
 a la descripción fiel de los hechos.


Claus y Lucas
Agota Kristof

&




Qué placer fundir en un instante humedades, miopías, follajes y esencias.
Seamos libres. 
Reconquistemos el otoño a pie de bosque.
A pelo, a hoja, a tinta.
Del jadeo al escalofrío. 
Templándonos.
De la rebequita al sudor.
Sofocándonos.
 

Hoy, que me pregunto si caducan los incendios.
Si volver a perderse es reencontrarse. 



Follajes caducifolios, Mrs. Nancy Botwin


jueves, 28 de septiembre de 2017

Más allá del glamour



En mi familia nunca se ha suicidado nadie,
 no era una alternativa para los de clase media. 

Mi madre estaba demasiado ocupada en la cocina
 matando el sabor del pollo
como para pensar en pegarse un tiro.


Woody Allen, Recuerdos


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     Un trienio largo excedente de mí misma y de mi mismidad. ¿La razón? Dos vidas a mi cargo que con la propia suman tres. El milagro que tanto pedí, rogué y supliqué y que finalmente acabó por materializarse  el 14 de noviembre de 2014. A las 07 horas nació mi hija. A las 07:01 horas nació mi hijo. 


     Desde entonces soy madre, doble madre que diría mi abuela. A veces soy una mamá fantástica y otras la peor mamá del mundo. He descubierto tantas cosas de mi misma en este tiempo que me da vértigo pensarme. Y he conocido niveles de felicidad y de agotamiento físico y mental que jamás pensé que pudieran existir. En cifras, hablamos de una producción láctea de unos 4000 litros, un déficit de sueño equivalente a 6-8 meses sin pegar ojo y una paciencia de crecimiento exponencial que deja el desarollo de las bacterias a la altura del betún.


      En resumen, que estoy encantada con ellos pero necesitada de silencio, de comedor escolar y de tiempo para mí. Para escribirme, para ordenarme. Porque después de limpiar de rodillas los zapatos me apetece salir de nuevo al escenario. Así, despacito; como si Leonard estuviera allí para tomar mi mano y acompañarme.