sábado, 19 de septiembre de 2009

Escurrideras cartesianas


Dibujan mis pies un calendario inapropiado.

Entre convulsas espirales de humo la vida comienza a dar vueltas de campana hacia marzo y se detiene con el carnaval callejero de septiembre. Fríos a destiempo que permiten la entrada en casa de ropajes imposibles; que maridan la sandalia y el abrigo, el cuello vuelto y el aftersun.

Una nueva misión es aceptada por el único agente secreto miope de la humanidad. Aterrorizado por el posible devenir de sus lentillas. En lo borroso, la lejanía le otorga el encanto a su mirada, entrecerrada o entreabierta, según el optimismo con que se enfrente la siguiente jornada de espionaje. Y escruta, en su atento pasear, rostros que se desprenden de la sonrisa fácil para esconderse en la ambición de la nada. Calladas las palabras, obligando a descifrarlas en un silencioso lenguaje no verbal.

La sensación de mareo no se va. Se entremezcla con el miedo, el retorno de la contractura asesina, la soledad. El maquillaje cabaterero no logra disimular los agujeros. Pero podríamos pecar hasta el infinito y seguiríamos mereciendo la absolución. No hay nada nuevo: para acceder al martillo rompecristales es necesario romper el cristal. Metro de Madrid informa.

Vivo o muerto. En kilómetros a la redonda hay quien corre con cazadora de aviador y quien sólo mueve las piernas sobre su propio eje tratando de perder similitudes evidentes con el avestruz. En todos los lugares, hasta en los menos apropiados, sigue colgado el cartel que ofrece la recompensa. Incluyendo el lugar más deseado por el publicista, allí donde todos lo pueden leer: el excusado. El lenguaje: preciso, conciso, envolvente.

Las cocinas de los palacios me roban el alma; majestuosas, perfectamente dotadas. Dan pie a imaginar su ajetreo frenético en la preparación de un banquete. Cabe acometer la nueva locura: visitar tantas cocinas palatinas como permitan los posibles. Recuperando la memoria del cielo del paladar.

1 comentario:

  1. Maridajes imposibles: tu feminidad y su exaltación forzada. Nunca una Tom Sawyer fue más deseada.
    Maridajes anhelados: tu elegancia y mi brutalidad, ambas naturales.
    Maridajes perfectos: todo llega Nancy. Paciencia.

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