Cuando estoy en Madrid, las cucarachas de mi casa protestan porque leo por las noches. La luz no las anima a salir de sus escondrijos y pierden de ese modo la oportunidad de pasearse por mi dormitorio, lugar hacia el que -por oscuras razones- se sienten irresistiblemente atraídas.
Ahora hablan de presentar un escrito de queja al presidente de la república, y yo me pregunto: ¿en qué país se creerán que viven?; estas cucarachas no leen los periódicos.
Lo que a ellas les gusta es que yo me emborrache y baile tangos hasta la madrugada, para así practicar sin riesgo alguno su merodeo incesante y sin sentido, a ciegas por las anchas baldosas de mi casa.
A veces las complazco, no porque tenga en cuenta sus deseos, sino porque me siento irresistiblemente atraído -por oscuras razones-, hacia ciertos lugares muy mal iluminados en los que me demoro sin plan preconcebido hasta que el sol naciente anuncia un nuevo día.
Ya de regreso en casa, cuando me cruzo por el pasillo con sus pequeños cuerpos que se evaden con torpeza y con miedo hacia las grietas sombrías donde moran, les deseo buenas noches a destiempo -pero de corazón, sinceramente-, reconociendo en mí su incertidumbre, su oportunidad, su fotofobia, y otras muchas tendencias y actitudes que -lamento decirlo- hablan poco en favor de esos ortópteros.
Dato biográfico
Ángel González
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Mártires del versar acompasado, aquí anuncio: corren buenos tiempos para la Lyrica (llámese también pregabalina). Demasiadas ansiedades y pocas oportunidades de soltar las riendas y dejarse ir llorando al trote cochinero...
Sufro un Síndrome que espero sea autolimitado y pasajero por el que me siento decepcionada con el mundo. No con los accidentes geográficos ni con la línea editorial del marido de la diseñadora (de nombre impronunciable en esta santa casa). Más bien con las personas. Me defraudan, así en general y salvando honrosísimas excepciones, a la mínima de cambio y corto -por lo insano-. A este síntoma se le añade otro no menos preocupante: con la inmunidad que confiere saber que el enfrentamiento no conduce a nada bueno, de natural me veo en los últimos tiempos silbando y poniendo cara de canadiense -por descartar las connotaciones erótico-festivas que el acervo popular les atribuye a las suecas- mientras las rehúyo. Misantropía y desencanto, no se puede pedir más.
Como todos los cultivos microbiológicos de mis muestras corporales han resultado negativos, bilis incluída, he descartado que seres microscópicos despiadados me estén haciendo tan mala sangre. Las pruebas de imagen (tan sofisticadas como resultar pudiera ponerse delante del espejo) tampoco sugieren focalidad manifiesta. La autoexploración física, amén de placentera, ha resultado anodina. Rematándome en salud, mis constantes vitales se mantienen dentro del rango de normalidad. Calma chicha en el día a día, si lo prefieren.
Mientras trato de reducirme para el examen mental, cosa harto complicada debido a mi vigor y corpulencia, solicito ayuda divina y acompañamiento terrenal. Y me llueve del cielo Ángel González, con sus cucarachas de por medio, mientras Leonard Cohen me susurra algo de fronteras erigiéndose en prisiones. Así las cosas, no me lo pienso dos veces: barra libre de Constant Comment y un "se permite fumar".
Caprichitos de enferma entre delirios y destemplanzas.