domingo, 30 de diciembre de 2012

Dehiscencias de ternura




It's four in the morning, the end of december,
I'm writing you now just to see if you're better.

I'm glad you stood in my way.


[Son las cuatro de la mañana, finales de diciembre,
te escribo ahora para ver si estás mejor. 

Me alegro de que te cruzaras en mi camino.] 


Famous blue raincoat, 
L. Cohen




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Mirar en el fondo de la chistera antes de que el año se dé por vencido es una tradición para quienes nos dedicamos al inquietante mundo de la prestidigitación. Nuestro digitar con   presteza y por gusto, siempre ataviados con sombrero de copa -ya salgan los días soleados, lluviosos o nublados-, es un empeño con resonancias de necesidad vital y destellos de "sin trampa ni cartón".  Un modus operandi para darle una vuelta de tuerca a lo efímero del presente tirando de palabritas mágicas. Otra manera -dentro de la legalidad- de vengarse del olvido. 
 
 
Hoy le sumo a la chistera la pieza más célebre de mi armario: quinta percha por la izquierda, sección central. Un impermeable azul desgastado por los hombros que últimamente no me ponía mucho porque además de hacerme parecer mayor me dibujaba en la cara de inmediato un tinte escarlata de culpa y la imperiosa urgencia de aliviarme ciertas vergüenzas. Pero hete aquí que al atusarlo para tenerlo preparado en caso de lluvias  torrenciales venideras, me ha soprendido en el bolsillo izquierdo una luciérnaga mimetizada. Voilà... una pequeña fuente de luz azul que emite un suave zumbido redentor e hipnotiza la mirada redirigiéndola hacia el verde.


La indumentaria elegida, bien lo sé, resulta cuando menos extravagante: no se puede ir a comprar las uvas de tal guisa sin llamar la atención ni justificar en modo alguno la mala combinación de colores si se eligen botas rojas, pero permite por mágico embrujo reconciliarse con todas esas vidas que quedaron cruzadas (atravesadas, más bien) con la propia y dejar que cada herida aún abierta se cierre por segunda intención. Aceptando con ternura, por estar cosidas a quiénes somos, cada una de sus dehiscencias.
 
 
No dejen de escuchar a Mr. Cohen.
Sinceramente, Mrs. Botwin.



lunes, 24 de diciembre de 2012

Ultimando quehaceres





Dices que yo, 
a veces te resulto incomprensible,
la vulgaridad de un ser sensible...


Amaral 


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Dictan los cánones que la mesa de Nochebuena ha de ser vestida con cariño y esmero: el mantel debe ser de hilo y acompañarse con servilletas a juego, hay que rescatar del olvido el platillo para el pan y agenciarse bajoplatos que resalten el conjunto, pulir la cubertería de plata, abrillantar la cristalería y darle un agüita a la vajilla de gala para liberarla de la capa de polvo motivada por el desuso. Adornarse con unos candelabros, un centro de mesa con motivos navideños o cualquier detalle personalizado que indique el lugar que debe ocupar cada comensal. 

Toda vez cumplidos tales requisitos, el menú es otro cantar. Habrá quien se deje acariciar el paladar con suculentos y extravagantes manjares y quien opte por el siempre efectivo "sota-caballo-rey" de la tradición patria: su lombarda, sus langostinos, su cordero. Habrá también quien renuncie al delantal y encargue un catering y quien se haya levantado a las 5:30 h para iniciar los preparativos de la cena especial dándole trabajo a mansalva a los fogones. 

Para ilustrar la idiosincrasia de cada hogar, cito aquí la particular planificación de  mi gran amiga Julia (madre de familia) de cara a reventar la noche en un éxtasis de elegancia y buen hacer: "pondré la mesa bonita; unas salchichas Frankfurt, puré de patatas (casero) y una salsera de porcelana con el ketchup." Resultón y original, no se puede pedir más.

Por mi parte, estoy abierta a cualquier eventualidad. Empezando por otorgarle al reloj y al calendario manga ancha -no sé si cenaré a la una, a las tres o a las cinco de la madrugada- y acabando por una flexibilidad manifiesta para todos los demás asuntos, ya sea deleitarse con unas mediasnoches de fuagrás o beber una cantidad insignificante de vino en vasos desechables de plástico. Trabajar en una noche así, es lo que tiene. Que quieres creer que no será como cualquier otra guardia y, en el fondo, no lo es: los pacientes y sus familias te generan una tristeza aún mayor que cualquier otro día. 


Sea como fuere y mejor resulte, lo que no está de más es aprovechar la ocasión para felicitaros la Navidad y desearos una feliz noche en compañía de los vuestros. Y, de paso, para decirles a los míos que estaré pensando en ellos y que confío en que Papá Noel rebase la barrera de "prohibido el paso" de entrada a la UCI y haga caso omiso de los horarios de visita. Que, siendo la noche que es, le estaremos esperando con los guantes limpios puestos y los zuecos sucios dispuestos.


Un abrazo a todos, queridos.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Promesas & Firenze

 



Allí el aire era música, y estaba saturado de pálidas lágrimas de incienso esperando a ser extraídas, de bergamota amarilla, madera de sándalo, cinamomo y mimosa concertadas sobre un sustrato al que el genuino ámbar gris, la algalia, el castóreo y la esencia de cervatillo aportaban las notas dominantes.

A veces, se imaginaba que podía oler con las manos, con los brazos y con las mejillas, que el olor lo impregnaba por completo. Que era capaz de oler con el rostro y con el corazón.

Hannibal, Thomas Harris


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Una mañana despiertas bajo la cúpula de San Lorenzo; respiras en el aire por vez última el esplendor del legado de los Médici y haces tuyo ese característico porte refinado, señorial y palaciego de la ciudad que encandila los sentidos sin atisbo de esfuerzo. Lo sientes casi propio, adherido a una parte infinitesimal de tu genoma, grabado con letras de oro e incrustaciones preciosas a lo más íntimo de tus silencios. En pocas horas, apenas cuatro o cinco, sabes que volverás al mundanal ruido.


Y aún así, con las reticencias de quien no quiere dar el salto y sigue aferrándose con las puntas de los dedos al recuerdo, pones los pies en el suelo después de surcar los cielos y comprendes que cada uno ocupa su lugar en el mundo. Y aquí está el tuyo; con tus quehaceres diarios, tus insignificancias, tus miserias y tus amables gestos.


Justo antes de partir, antes de que la Galleria degli Uffizi y el Ponte Vecchio deslumbraran mis ojos, tuve que cumplir una promesa velada. Secreta y profundamente difícil. Creí que no tendría fuerzas ni capacidad para, llegado el momento, ayudar a morir a un ser querido. Pero de algún lugar inaccesible de mi alma, salió lo necesario para afrontar el trance y me invadió una serenidad que me ha acompañado en cada paso por las calles de Florencia.


El souvenir escondido en la manga -cerquita del corazón- que me traigo de vuelta no lo encontré en la farmacia de Santa María Novella. Allí pregunté por algo parecido pero sólo tenían Acqua Antisterica. Este perfume mío, elaborado con gotas de hasta siempre y suaves notas de nos volveremos a ver,  destila aroma de gracias por tanto y deja en la memoria un toque, casi imperceptible pero perenne, de madera de vida





lunes, 10 de diciembre de 2012

Tejemanejes circunstanciales




En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible. 

El derecho al delirio, 
Eduardo Galeano 


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Salió de casa con un café tibio en el estómago, dos bostezos camuflados en los párpados y suficientes bolsas en las manos como para emprender un viaje sin retorno al Himalaya. A saber: basura (2), comida (1), devolución de préstamo (1), bolso-ancla de trasatlántico (1). Ya por fin en el rellano, tuvo que volver a quitarle las tres  vueltas de rigor a la cerradura de la puerta de entrada y maldecir con una jaculatoria aprendida en la cuna (Me cago en la madre que parió a Paneque, sic.) para enmendar lo grave del olvido. Encontró lo omitido por fatal descuido colgando en el respaldo de una silla y tiró de ello como alma que lleva de excursión a la feria al mismísimo diablo (bolsa número 6) haciéndole avanzar en medio del barrizal a regañadientes a golpe de tirón de rabo, pero deseosa de ver el efecto del algodón de azúcar enmarañándose entre sus colmillos. Contrastes, no cabe duda, que siempre merecen la pena.


Después tuvo tiempo de pensarlo todo mejor. Porque puede que hubiera sido más apropiado dar por bueno el olvido. Tal vez no fuera capaz de explicarle al personal la razón última de su elección sin caer en suspicacias. Tal vez, empero, no pudiera responder por qué no decantarse por el punto de cruz para bordar una manada de risueños osos portando globos de colores, unos bebés rollizos en pañales dormitando en el filo de la luna o unos patos acuáticos jugueteando entre charcos y nenúfares. Que catalogar dichas labores como mayúsculas horteradas puede herir y hiere muchas sensibilidades. Tal vez, acaso, hubiera resultado mucho más fácil enseñar la aséptica secuencia "dos del derecho y dos del revés" entretejida en su última bufanda, lanzar el proyecto gorro de lana a juego y dejarse de mandangas. Funcionalidad y artesanía son conceptos que no despiertan sospechas. 


Pero no. Ella había escogido qué ocuparía su tiempo a sabiendas. Lo que se traía entre manos era crear un objeto que reflejara un sentimiento. Algo parecido a eso dice la RAE que es el arte (2. amb. Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.) Y lo que de verdad quería arrancarse de los adentros -salvando lo puro y digno del pericardio y aledaños- era esa sensación elevada a categoría de grito: un rotundo y explícito "vosotros, los de arriba, me tenéis hasta la _ _ _ _ _". 


Por descontado, y para salvaguardar las buenas maneras, la noche alineó Júpiter con Saturno, Urano y Venus  y no quedó tiempo de andar anudando lanas. 
Por suerte, a pesar del qué diran y de las circunstancias, sus tejemanejes y sus sueños -amén de inocuos y entretenidos- le servían de terapia. 




lunes, 3 de diciembre de 2012

Metro de París informa




Hoy me gusta la vida mucho menos, 
pero siempre me gusta vivir: ya lo decía. 

Casi toqué la parte de mi todo y me contuve
con un tiro en la lengua detrás de mi palabra. 


César Vallejo


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La Real Academia de la Lengua es una caja de sorpresas. Igual sueña con ponerse el disfraz de Ultrajusticiera Poética e interponer una ácida querella criminal a la banca anaranjada por atraverse a arrojar al "cesto de las palabras inútiles" vocablos como inane, escotoma, plastrón, equinodermo, mayéutica, ergástula, carbúnculo y proparoxítono, que se despierta de la quimera y te regala un texto delicioso -Desde la frontera- para aprender a vivir en estos tiempos difíciles con la inestimable ayuda de José Luis Sampedro, hombre lúcido y sabio, literato, economista y humanista. 


Decía Sampedro en una entrevista televisiva que una de las fuerzas más importantes que motivan al hombre es el miedo. El gobernar a base de miedo es eficacísimo. Si usted amenaza a la gente con que los va a degollar, luego no los degüella, pero les explota, les engancha a un carro, les azota... Y se dice aquello que es tan grave: ¡Virgencita, que me quede como estoy! El miedo hace que no se reaccione. El miedo hace que no se siga adelante. El miedo es, mucho más fuerte casi, desgraciadamente, que el altruismo, el amor y la bondad. Y el miedo nos lo están dando todos los días.


Dibujaba Forges, no hace mucho, que socialmente estamos entrando en una nueva era: la Miedocracia. Más bien nos están metiendo. Empujando.


Escribía Neruda: "Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza del cielo se abre como una boca de muerto. Se muere el universo de una calma agonía sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde". 


Reflexionaba Aldous Huxley: "El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente, el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda: y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma". 



Vamos a envalentonarnos para empezar a hablar de cosas serias. A pensar y a sentir con arrojo. Que entre tanto bla bla bla y tanta incertidumbre amenazante, se nos escapa la vida.