It's four in the morning, the end of december,
I'm writing you now just to see if you're better.
I'm glad you stood in my way.
I'm writing you now just to see if you're better.
I'm glad you stood in my way.
[Son las cuatro de la mañana, finales de diciembre,
te escribo ahora para ver si estás mejor.
Me alegro de que te cruzaras en mi camino.]
Famous blue raincoat,
L. Cohen
&
Mirar en el fondo de la chistera antes de que el año se dé por vencido es una tradición para quienes nos dedicamos al inquietante mundo de la prestidigitación. Nuestro digitar con presteza y por gusto, siempre ataviados con sombrero de copa -ya salgan los días soleados, lluviosos o nublados-, es un empeño con resonancias de necesidad vital y destellos de "sin trampa ni cartón". Un modus operandi para darle una vuelta de tuerca a lo efímero del presente tirando de palabritas mágicas. Otra manera -dentro de la legalidad- de vengarse del olvido.
Hoy le sumo a la chistera la pieza más célebre de mi armario: quinta percha por la izquierda, sección central. Un impermeable azul desgastado por los hombros que últimamente no me ponía mucho porque además de hacerme parecer mayor me dibujaba en la cara de inmediato un tinte escarlata de culpa y la imperiosa urgencia de aliviarme ciertas vergüenzas. Pero hete aquí que al atusarlo para tenerlo preparado en caso de lluvias torrenciales venideras, me ha soprendido en el bolsillo izquierdo una luciérnaga mimetizada. Voilà... una pequeña fuente de luz azul que emite un suave zumbido redentor e hipnotiza la mirada redirigiéndola hacia el verde.
La indumentaria elegida, bien lo sé, resulta cuando menos extravagante: no se puede ir a comprar las uvas de tal guisa sin llamar la atención ni justificar en modo alguno la mala combinación de colores si se eligen botas rojas, pero permite por mágico embrujo reconciliarse con todas esas vidas que quedaron cruzadas (atravesadas, más bien) con la propia y dejar que cada herida aún abierta se cierre por segunda intención. Aceptando con ternura, por estar cosidas a quiénes somos, cada una de sus dehiscencias.
No dejen de escuchar a Mr. Cohen.
Sinceramente, Mrs. Botwin.