viernes, 21 de diciembre de 2012

Promesas & Firenze

 



Allí el aire era música, y estaba saturado de pálidas lágrimas de incienso esperando a ser extraídas, de bergamota amarilla, madera de sándalo, cinamomo y mimosa concertadas sobre un sustrato al que el genuino ámbar gris, la algalia, el castóreo y la esencia de cervatillo aportaban las notas dominantes.

A veces, se imaginaba que podía oler con las manos, con los brazos y con las mejillas, que el olor lo impregnaba por completo. Que era capaz de oler con el rostro y con el corazón.

Hannibal, Thomas Harris


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Una mañana despiertas bajo la cúpula de San Lorenzo; respiras en el aire por vez última el esplendor del legado de los Médici y haces tuyo ese característico porte refinado, señorial y palaciego de la ciudad que encandila los sentidos sin atisbo de esfuerzo. Lo sientes casi propio, adherido a una parte infinitesimal de tu genoma, grabado con letras de oro e incrustaciones preciosas a lo más íntimo de tus silencios. En pocas horas, apenas cuatro o cinco, sabes que volverás al mundanal ruido.


Y aún así, con las reticencias de quien no quiere dar el salto y sigue aferrándose con las puntas de los dedos al recuerdo, pones los pies en el suelo después de surcar los cielos y comprendes que cada uno ocupa su lugar en el mundo. Y aquí está el tuyo; con tus quehaceres diarios, tus insignificancias, tus miserias y tus amables gestos.


Justo antes de partir, antes de que la Galleria degli Uffizi y el Ponte Vecchio deslumbraran mis ojos, tuve que cumplir una promesa velada. Secreta y profundamente difícil. Creí que no tendría fuerzas ni capacidad para, llegado el momento, ayudar a morir a un ser querido. Pero de algún lugar inaccesible de mi alma, salió lo necesario para afrontar el trance y me invadió una serenidad que me ha acompañado en cada paso por las calles de Florencia.


El souvenir escondido en la manga -cerquita del corazón- que me traigo de vuelta no lo encontré en la farmacia de Santa María Novella. Allí pregunté por algo parecido pero sólo tenían Acqua Antisterica. Este perfume mío, elaborado con gotas de hasta siempre y suaves notas de nos volveremos a ver,  destila aroma de gracias por tanto y deja en la memoria un toque, casi imperceptible pero perenne, de madera de vida





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