lunes, 3 de diciembre de 2012

Metro de París informa




Hoy me gusta la vida mucho menos, 
pero siempre me gusta vivir: ya lo decía. 

Casi toqué la parte de mi todo y me contuve
con un tiro en la lengua detrás de mi palabra. 


César Vallejo


&



La Real Academia de la Lengua es una caja de sorpresas. Igual sueña con ponerse el disfraz de Ultrajusticiera Poética e interponer una ácida querella criminal a la banca anaranjada por atraverse a arrojar al "cesto de las palabras inútiles" vocablos como inane, escotoma, plastrón, equinodermo, mayéutica, ergástula, carbúnculo y proparoxítono, que se despierta de la quimera y te regala un texto delicioso -Desde la frontera- para aprender a vivir en estos tiempos difíciles con la inestimable ayuda de José Luis Sampedro, hombre lúcido y sabio, literato, economista y humanista. 


Decía Sampedro en una entrevista televisiva que una de las fuerzas más importantes que motivan al hombre es el miedo. El gobernar a base de miedo es eficacísimo. Si usted amenaza a la gente con que los va a degollar, luego no los degüella, pero les explota, les engancha a un carro, les azota... Y se dice aquello que es tan grave: ¡Virgencita, que me quede como estoy! El miedo hace que no se reaccione. El miedo hace que no se siga adelante. El miedo es, mucho más fuerte casi, desgraciadamente, que el altruismo, el amor y la bondad. Y el miedo nos lo están dando todos los días.


Dibujaba Forges, no hace mucho, que socialmente estamos entrando en una nueva era: la Miedocracia. Más bien nos están metiendo. Empujando.


Escribía Neruda: "Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza del cielo se abre como una boca de muerto. Se muere el universo de una calma agonía sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde". 


Reflexionaba Aldous Huxley: "El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente, el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda: y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma". 



Vamos a envalentonarnos para empezar a hablar de cosas serias. A pensar y a sentir con arrojo. Que entre tanto bla bla bla y tanta incertidumbre amenazante, se nos escapa la vida.


6 comentarios:

  1. En los orígenes del hombre (cuando éramos simios de bien) el miedo nos mantenía vivos y unidos.

    Hoy el miedo nos mantiene separados y muertos en vida.
    Será que la evolución no nos sienta tan bien.

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    1. También yo creo que el miedo es necesario. El cuerpo humano lo sabe y se entretiene segregando guarrerías al torrente sanguíneo y dándole a cada órgano la importancia que merece para poder responder de la mejor forma posible ante las amenazas.
      Pero ese miedo, consustancial al instinto para preservar la vida, dista mucho de éste que nos venden. En el que nos culpabilizan, nos exigen responsabilidad sin hacer lo propio en justa correspondencia y nos condenan a un "cada vez peor y protestando en susurro" que trata de robarnos la sonrisa.

      Le agradezco cada una de las que usted me brinda (con o sin aroma a queso). Y su aptitud para que, leyéndole, todo se haga menos "bola".

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  2. Que yo a usted le doy la mano y así vencemos cualquier miedo

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    1. Tómela.
      Las próximas (y primeras) manoplas que teja tendrán dos dueñas. Elija la diestra o la siniestra: que la que me deje, con su mano abrazando la mía, será perfecta.

      Usted sí que sabe, darling.
      Mil besos.


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  3. Que a esa banca por muy escarlata que sea o se ponga ni se le ocurra tocarme los equinodermos ni mucho menos arrojarlos a un cesto. Que yo por un sólo erizo soy capaz de batirme en duelo con una de sus púas contra todo el consejo de administración y por una docena de oricios cocidos MA TO. Dense por avisados.

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    1. Yo creo que la idea era crear un "cesto de bancos inútiles" pero se toparon con un problema: no cabían tantos (todos).
      Como las palabras son pacíficas y se dejan hacer sin resistencia las eligieron como sustitutas. Pero, querido mío, no contaban con nuestra astucia.

      Que usted mata por los erizos y yo por darle a cada letra su importancia.
      Y le aviso, aprovechando, de que el miedo en esta casa está a punto de verse de patitas en la calle.

      ¿Hace un bailecito a deshora?


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