martes, 30 de julio de 2013

Queroseno en las pestañas




Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
revuelvo mis placeres, 
contemplo el panorama;
esnifo el queroseno que adorna mis pestañas,
y reavivo un incendio 
que huye de las llamas. 



Avería resuelta en
Calle Melancolía


&


descansar.
(De des- y cansar).
2. intr. Cesar en el trabajo, reparar las fuerzas con la quietud.
3. intr. Tener algún alivio en las preocupaciones.
5. intr. Reposar, dormir.  

...

Terapia intensiva de espuma y sal: efectiva. Efectos visibles a corto y medio plazo.

Tratamiento de soporte: aplicar queroseno en las pestañas al menos una vez al día para mantener en la mirada un toque borroso de incredulidad que alimente la fantasía.

Próxima revisión de la paciente a finales de septiembre del año en curso.

...

La diferencia al fin comprendida entre el atún y el bonito, entre las Lager y las Ale. La definición ultrapoética de biopsia que exigía el crucigrama. El carné de la biblioteca Ángel González. Las moscas emperatrices. Los 18 g de ganancia con una dieta estricta de 4.000 Kcal/ día. Los capítulos con títulos imposibles de El Chef ha muerto: vergüenza en salsa verde, ojos rehogados, resurrección de fabada. El grito rompesiestas animando a Contador. La tregua de los mosquitos, de las medusas, del pez araña...

Amarres de simple lazada, deliciosos, tras un año de intensa cabuyería.


miércoles, 17 de julio de 2013

Abracadapalabra




 Te daré semillas de flores raras
para enriquecer tus gatos literarios...

Tristan Tzara




&



Instrucciones 

(Válidas para cualesquiera de mis escrituras)


- Se recomienda recolectar cada palabra con cariño, precediendo al  gesto de lectura la intención de inocua locura: pronunciar un sutil "abracadabra".
- Se recomienda transportarlas -de preferencia- en un cesto de cáñamo trenzado, almohadillado en el fondo y a ser posible sin lazos.
- Se recomienda asimismo, para saborear toda su esencia, dejarse engatusar con su ataque caliente en boca y retrogusto desnudo en aorta. Se percibirán notas agridulces, faltas de cardiografía y, como mal menor, aromas de verdequetequieroverde, madera sin tratar y altamar enraizada.
- No se recomienda masticar cada texto más de lo imprescindible con el fin de evitar que el suspiro último sobrevenga en sentir inapropiado. 



Es momento de descanso, al fin.
Deseo que hagan buen uso y abuso de la vida.
Y que disfrutemos, ustedes y yo, de este merecido tiempo de frambuesas.

 

jueves, 11 de julio de 2013

Media docena de nudos




...Y recordé aquel viejo chiste, aquel del tipo que va al psiquiatra y le dice: "Doctor, mi hermano está loco, cree que es una gallina". Y el doctor responde: "Pues, ¿por qué no le mete en un manicomio". Y el tipo le dice: "Lo haría, pero necesito los huevos".

W. Allen


&


Empiezo a dudar de mi salud mental. Así, en general. No sé cuánto de lo que me pasa por la cabeza entra en la categoría de "normal" y cuánto en la de "aléjate de mí, bicho". No se trata tanto de ver u oír cosas raras, digamos leones africanos alados mordisqueándome la piel o un coro de luciérnagas aficionadas al góspel regalándose en concierto, sino de sentirse venir en oleada arrancando desde el píloro un llanto incómodo por incontrolable, triste e inoportuno.

Tengo motivos para mantener la calma: será el festival de hormonas que tiene lugar en mi cuerpo, me digo, o será este calor asfixiante que espesa la sangre y ralentiza la posible sonrisa compensadora. Podría ser también que esa orquestada puesta en escena del cielo para contraerme las entrañas -léase la comunicación de un nuevo embarazo por día en las dos últimas semanas, por más que resulte inverosímil- sea solo un preludio de lo que está por venir.  Ojalá.

Lo malo es que también tengo motivos para perder los nervios: me resulto cansina, a mí misma y para los demás. Inserta en una espiral de  autocompasión que me atrapa y se me antoja barricada en mi propio laberinto. Porque si la posible salida del enredo exige el paso del tiempo e implica necesariamente una buena dosis de paciencia, a mí me pueden la ansiedad, la prisa y la desesperación. Tendré que vivir con ello y hacer acopio de tila: que así no hay quien engorde, dicho sea de paso.


En el fondo, creo, no estoy todavía de psiquiatra. Porque una cosa es necesitar los huevos y otra distinta no poder vivir sin ellos. Y yo, que sueño con yemas y claras deshaciéndome los nudos, me despierto sudando y me miro en el espejo: por suerte, bien lo sé, no tengo nada de gallina.


miércoles, 3 de julio de 2013

Naftalina en los sombreros


 

Lanzamos una moneda
y nunca la vimos caer.

No lo sientas, no te arrepientas, no llores más. 
Sube al viento, mantén el aliento, vuelve a empezar,
a empezar...


***


Tañe las campanas que aún pueden repicar,
olvídate de tu ofrecimiento perfecto.

Todo tiene una grieta;
así es como entra la luz.  


C. Malla & L. Cohen






Tal vez nos olvidamos de darle la vuelta a los sombreros para dejar que entrara la moneda. O creímos que bastaría con el ofrecimiento perfecto, con las ganas brotando directamente de un lugar llamado corazón. Pero no fue así, y ahora toca pasar página y desdecir al refranero. Porque tampoco a la tercera fue la vencida. 

Ha sido duro, agotador y desolador a partes iguales. Ir al hospital sin respetar siquiera los días de libranza, las salidas de guardia.  Los pinchazos de repetición a esa hora en que se despiertan Las Ventas con clarines y timbales. Las pruebas diagnósticas. Los recipientes estériles conteniendo posibles retazos de vida. La exposición del centro geométrico de lo más íntimo por un quizás y el dolor agudo de un pasajero invisible que no acude a la última llamada. 

Hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos. 
No se puede pedir más. No se puede llorar más.


Vamos a dejar que la naftalina cuide por un tiempo de los sombreros, de la cuna, del bosque. Vamos a respirar hondo sin lanzar al aire más monedas para recuperar el aliento. Vamos a creer que existen las grietas aunque no podamos verlas. 


Que este castigo divino que es no poder tener hijos, imploro, no nos quite la vida.