martes, 2 de febrero de 2010

Campanillas esquizofrénicas



Debería dejar que el aceite se enfriara antes de verterlo en la aceitera. Pero me puede el ansia de verlo todo recogido. Manías que tiene una.

También debería dejar que reposara la tarde de hoy para no quemarme con su cercano recuerdo. Pero no puedo.

En lugar de deleitarse con el silencio reinante quieren mis oídos inventar ecos de alarmas varias (respiradores, monitores, bombas de perfusión). Cosas así tienen la manía de ocurrirme después de mucho trabajar. "Campanillas esquizofrénicas" que evocan a la Tinker Bell de Peter Pan. En la versión teatral, cuando Peter regresa a Londres y Wendy es mayor, ésta le pregunta por Campanilla, y él responde que no sabe quién es esa tal “Campanilla”. En el libro de Hook ella vuelve a buscarle y sigue tan enamorada de él como al principio, incluso llega a darle un beso, aunque después le deja volar de vuelta a Londres. Hay para todos los gustos, pero los de Disney optaron por reproducir la versión con final edulcorado.


Está claro que tengo un problema con los finales (cambiaría casi todos menos el de Amélie) porque los dos me desagradan. El primero porque implica que para Peter ella (el hada, sigo en la película; es ficción ) no significó gran cosa. Que prefiriese a Wendy vale, pero que no supiera de quién le hablaban... El segundo porque incrusta en las cabezas infantiles la sensación de que la derrota es dulce. Y una mierda: es jodida siempre. Pero la imagen de una Campanilla decepcionada no encajaba en el cuento. La vida real va por otro camino: el daño cerebral que provocan las películas de la Factoría Disney debería dar para interponer muchas más demandas que las ganadas a las tabacaleras. Cuando uno fuma ya es mayorcito como para saber que bueno no es: elige. De pequeño la inocencia no permite ser crítico: no existen las princesas sin príncipes azules, ni siquiera como posibilidad. Que la Bestia termine siendo un tío espectacular debería estar tipificado como delito. ¿No estaba la belleza en el interior? ¿A santo de qué entonces la metamorfosis externa?


En fin, la cosa acaba en que nada parece tener mucho sentido. Pero ya sabéis que soy una maniática en toda regla: tengo que sacar la brújula cuando no sé dónde está el norte. No sé vivir sin tratar de orientarme. Así que termino diciendo en mensaje privado de visibilidad pública que lamento esta distancia, me entristece. ¿Por qué somos incapaces de comunicarnos, de hablarnos, de explicarnos mutuamente lo ocurrido? ¿Por qué mi voz acostumbrada a cantar a pleno pulmón se hace tan frágil de repente ante ti? Aunque suene raro, creo que en el fondo no necesitamos tantas palabras. La taquicardia, el rubor facial, las miradas directas a los ojos... hablaron en otros tiempos en silencio. Y ahora, en atención a las circunstancias, es mejor evitarnos. Por respeto y por cariño, al menos en mi caso.

2 comentarios:

  1. Dulce mia....es triste tener que dejar de hacer lo que uno cree o lo que uno quiere solo por educacion...pero a veces tenemos que demostrar nuestra buena educacion ante todo y demostrar una vez mas que eres una mujer maravillosa y que el se lo pierde y que no me cabe duda de que hay algo mejor que te espera y que aunque no lo creas tendra el final feliz de los cuentos mas dulces jamas contados.Te deseo lo mejor pero eso...ya lo sabes

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  2. Mi preciosa amiga de pijama rosa y botitas a juego: gracias por tus palabras, tu sonrisa, tus abrazos, tu esperanza. Sólo tú sientes como yo cuando alguien nos da una buena nueva; sólo tú sabes lo difícil que es contener las lágrimas y mantener la ilusión. Apostemos entonces por ese final feliz: ojalá llegue pronto el día en que me digas "estoy... E".
    Besitos con leche y sin cereales.

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