viernes, 21 de octubre de 2011

Un nuevo amanecer





Desayunábamos mi hermana y yo una mañana en la cocina de casa, cuando tembló el suelo y se derramó el colacao. Nos fuimos a clase sin nada más en el estómago que la certeza de una intuición: había vuelto a pasar. Apenas unos meses después, nos desalojaron en medio de una clase de lengua española; hacía frío, mucho, pero la Policía Nacional -con sus perros inquietos- no dejó siquiera que cogiésemos los abrigos. La evacuación, primero de las aulas y después del perímetro completo del recinto, no fue simulacro.


Desde hace unos años aparco mi coche donde otro hombre aparcaba el suyo: en la puerta de casa. Y aunque nunca nos conocimos, en cada octubre, en cada aniversario, un ramo de flores conmemora su ausencia amarrado al tronco de un árbol.


En el día a día, camino del estanco o de la panadería, mis pies pisan un asfalto que ha ocupado portadas de diarios y cabeceras de telediarios. No una, muchas veces. Y hoy, que el país celebra el fin del sinsentido, me detengo a pensar -café en mano- que es el primer día de mi vida sin el terrorismo a la vuelta de la esquina.



4 comentarios:

  1. Esperemos que sea verdad y podamos desayunar tranquilos, a salvo de esos asesinos repugnantes.

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  2. Querido HombreRevenido,

    Ojalá. Después de tanto tiempo, cuesta creer que es verdad.

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  3. Con la incertidumbre en las huellas de sus pasos, con el silencio quebrado, con la hipocresía desatinada.
    Demasiado perdón en las lágrimas de los ojos de las víctimas que han sufrido la barbarie. El sinsentido dominador de los devoradores de vidas.
    Ninguna vida tiene más valor que otra.

    Prefiero que la verdad no se anuncie, que se produzca sin más. Que seamos un pueblo libre y unido.

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  4. Ud. de nuevo,

    Un pueblo libre y unido.
    Preciosa utopía que yo, soñadora irredenta, suscribo.

    Sin más.

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