lunes, 9 de julio de 2012

Maneras de latir




Un chaval pide monedas
para echar a la jukebox
y ha puesto quince veces
Should I stay or should I go
...

Pulgas en el corazón,
C. Rosenvinge



&





Pensó que no pasaría nada por hacerse la manicura, subirse a unos tacones y adornarse las pestañas con dos gramos de rimmel. Que su sola presencia, en calidad de amiga, no vendría a remover el pasado aquella noche después de tantos años. Pero se equivocó.


Tras el cuarto desplante, y para no dar la nota entre el gentío, subió al ático desafiando el vértigo en busca de aire puro. Bebió con prisa para dejar hueco en la petaca previendo que una riada de lágrimas de hiel acabaría arrivando y fumó, por no poder escupir a la luna, para entender qué cojones estaba pasando. Apostada en los tejados de Madrid, se dejó querer por la luz de un faro en tierra; las palabras de su acompañante zigzagueando entre sus silencios vinieron a deslumbrarle la memoria. Tal vez, para él, ella siempre sería la chica más sexy del barrio. Qué sinsentido culparla por ello, haciéndola responsable de existir. Qué injustificado, después de un sí quiero acompañado de un ven conmigo a celebrarlo.


De vuelta de las calles, con la urgencia de quitarse el vestido, el maquillaje y el mal sabor de boca, se sentó en el suelo a respirar por primera vez en siete horas. Se felicitó por no haber llorado, por haber sido capaz de comportarse. Porque fue duro, jodidamente difícil, no tomar ninguna decisión. Estarse quietecita y resguardarse en un rincón.


Que más que irse o quedarse, le hubiera gustado desvanecerse en el aire. O, en su defecto, poder abrazarle sin sentirse pecaminosa tentación.



&


No sé si estoy en lo cierto, lo cierto es que estoy aquí.
A lo mejor no es decente.

Maneras de latir.






4 comentarios:

  1. A mi me contaron otra versión de esa boda.

    Se pasó la víspera afilando las uñas y los tacones de aguja por si había guerra. Y no paró hasta dejar sus garras como las de Freddy Kruger.
    En la ceremonia levantó cinco veces la mano cuando el cura preguntó y para callarla para siempre ocho damas de honor tuvieron que taparle la boca con sus guantes de caña.
    Le rompió la cadera a una solterona octogenaria al disputarse el ramo dejando a un ojeador de la NBA con la boca abierta.
    Si subió al ático fue por arruinar con cataratas de cubalibre mal digerido cardados y permanentes.

    Se pasó el resto de la noche decapitando novias de porcelana con el sable de la tarta.

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    1. Su versión es aún más gore que la mía.
      No se fie de las habladurías de radiopatio, querido, no se crea cualquier cosa que le cuenten.

      Besos desoyendo a Mendelssohn.

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  2. Estimada Mrs:

    Qué jodidamente amarga es la renuncia, verdad?

    Le acompaño en su indecente sentimiento, cargado de sal y limón, para lo que pueda pasar.

    Las chicas sexys nunca dejan de latir.

    Besos

    Kurtz

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    1. Verdad.
      Como verdad es también que el dulzor del napalm encubre los sinsabores de la vida.

      Las chicas sexys lo son sin proponérselo. Así también, sin meditarlo, acostumbra a latir el corazón. A su manera.

      Besos empapados en tequila, Mr. Kurtz.

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