miércoles, 14 de agosto de 2013

Epidemia de páginas sombrías




   
Sólo por curiosidad; porque quería saber qué decían aquellas páginas que leían montones de gentes poco dadas a los libros. Porque el eco resonaba en todas las conversaciones. Dos millones de resultados en la búsqueda de Google. Derechos de traducción vendidos en cuarenta países. Porque se convirtió en debate. Y sobre todo, porque escuché de una mujer cabal, a mi juicio, un comentario al respecto: "Eso es el amor, entregarse". 

Hace unos meses me acerqué a la trilogía más sombría de puntillas, luciendo la misma sonrisa maliciosa de quien habiendo caído en la tentación opta por no hacerse cruces y disfrutar a conciencia. Con cierto sentimiento de vergüenza por los prejuicios que de común despiertan los bestsellers a quienes leemos con relativa asiduidad. Cayeron mil setecientas noventa y dos páginas en diez días.

Porque aunque la historia en sí no vale un pimiento, da pie al tomate y allana el camino hacia el consiguiente gazpacho. Flou literario, que diría Mr. Ortega y Gasset: unos azotes y dos besos de curacurita sanasanita vendidos como ¿sadomaso? que en los últimos tiempos han metido en cama a más gente que la gripe. 


Y esa, que no otra, es la madre del cordero de tanto éxito: ¿cuántos dolores de cabeza ha fulminado al instante este libro con propiedades anal-gésicas? ¿Cuántas úlceras gástricas habrían generado todas esas aspirinas-de-sábado-noche en los cuerpos de mujeres habituadas a poner la misma excusa ante la mínima y consabida sugerencia? ¿Cuántas alegrías, por aquí y por allá, ha reportado a sus lectoras y, lo que es más llamativo, a sus no lectores? Son cuestiones nada desdeñables. 


En lo personal, me quedé con ganas de más. Me faltaron hondura y profundidad penetrándome los instintos. Hubiese querido leer cómo se encuentra placer sexual metiéndole mano cuidadosa pero salvajemente al cerebro. Hubiese gozado planteándome dónde se dibuja y establece mi propio "rojo" entre tanto verde. Pero eso es mucho arroz y lo que toca ahora es sólo reconocerlo: leí Cincuenta sombras de Grey, Cincuenta sombras más oscuras y Cincuenta sombras liberadas, pero no me oirán decir que lo lamento. 


Aliviada en confesión, me quedo disfrutando de un té, servido bien caliente, con la mejor hierbabuena. No hace falta decir más; a buen entendedor, pocas palabras bastan.


4 comentarios:

  1. Enhorabuena. No sólo por haberlo leído entero, si no por haberlo hecho en tiempo récord. Se ve que te enganchó a lo bestia...
    Besos.

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    1. Mr. Elvis,
      Haberlo acabado es, en efecto, digno de premio. Leerlo tan rápido va más en desmérito del libro (hay páginas que uno puede obviar al completo) que mérito propio.
      Me enganchan más otras cosas, no obstante.

      Besos.

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  2. Una vez tuve un cerebro entre las manos y lo sentí palpitar al roce con mis dedos. Empecé a temblar y, torpe de mí, se escurrió estrellándose en el suelo.

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    1. Sentir latir un cerebro entre las manos es increible. Verlo desintegrarse, doloroso.
      No le recomiendo esta lectura, querido. Demasiadas sombras y pocas luces. Sobre el tema hay otras mucho mejores.

      Besos convulsivos, revulsivos, sinápticos.
      Besos en sus dendritas, querido.

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